De cómo el rey llevó al médico hasta el lecho de la enferma, para que pudiera ver su estado

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De cómo el rey llevó al médico hasta el lecho de la enferma, para que pudiera ver su estado

Cuando terminó la reunión y la generosa colación espiritual, le tomó de la mano y lo condujo al harén. Narró la historia de la doliente y su enfermedad y luego le sentó junto a la chica.

El médico observó el color de su rostro, tomó su pulso e inspeccionó su orina; escuchó tanto los síntomas como las causas de su dolencia. Dijo: «Ninguno de los remedios que se han prescrito construye la salud: esos falsos médicos han provocado la destrucción. Ignoraban el estado interior. Busco refugio en Dios de lo que inventan». Vio el dolor y el secreto se le manifestó, pero lo ocultó y no se lo reveló al rey.

Su padecimiento no provenía de la bilis negra o amarilla: el aroma de cada madera aparece en el humo. Percibió, por el gran pesar de ella, que su corazón sufría; sana de cuerpo, pero afectada en su corazón.

Estar enamorado se manifiesta en dolor de corazón: no hay enfermedad como el mal de corazón. La indisposición del enamorado es distinta a las demás: el amor es el astrolabio de los misterios de Dios. El amor, ya sea de este lado terrenal o del celestial, al final nos lleva allá.

Cualquier explicación o declaración que haga del Amor, cuando alcanzó el propio Amor, me avergüenzo de ella. Aunque el comentario de la lengua aclara las cosas, el amor sin lengua es más claro. La pluma se apresuraba a escribir, pero en cuanto llegó al amor, se partió. Disertando sobre el Amor, el intelecto cayó desvalido como un asno en el barro: solo el Amor profirió la explicación del amor y la hermandad.

La prueba del Sol es el propio Sol: si quieres pruebas, no apartes tu vista de él.

Aunque la sombra da indicaciones de él, el propio Sol emana luz espiritual a cada momento. La sombra, como la charla nocturna, te trae sueño; cuando se levanta el Sol, la Luna se quiebra. Nada en el mundo es tan asombrosamente extraño como el Sol, pero el Sol del espíritu es eterno: no tiene ayer. Aunque el Sol externa es único, se puede imaginar algo que se le parezca: el Sol espiritual, que esta más allá del éter, no tiene par en el pensamiento ni exteriormente.

¿Dónde hay lugar en la imaginación para Su esencia, que pudiera concebirse un semejante? Cuando llegó la noticia del rostro de Shamsuddin, el Sol del cuarto cielo escondió la cabeza. Puesto que su nombre ha llegado a mis labios, debo dar alguna muestra de su munificencia.

En este momento, mi alma, Husamuddin, tira de mi camisa: ha captado el perfume del vestido de José. Dijo: «Por los años que llevamos juntos, cuenta alguno de esos dulces éxtasis, para que la Tierra y el Sol dan alborozados, para que el intelecto, el espíritu y la vista se incrementen cien veces».

Dije: «No me impongas tareas, pues estoy fuera de mi (fana); mi percepción esta embotada y no sé cómo alabar. Es impropio todo lo que dice quien no ha vuelto a la conciencia, si se fuerza o exagera presumiendo. ¿Cómo puedo describir al Amigo sin par, cuando ni una sola de mis venas siente? Deja para otro momento el relato de esta separación y de la sangre de mi corazón».

Dijo: «Aliméntame, pues tengo hambre, y apresúrate, pues el tiempo es una espada que corta. El sufí es el hijo del momento, oh camarada: no es norma del Camino decir “mañana”. ¿Acaso no eres un sufí? Lo que hay se reduce a nada si se pospone el pago».

Le dije: «Es preferible disfrazar el secreto del Amigo: escúchalo en el contenido de esta historia. Será mejor que el secreto de los amantes se cuente en el ejemplo de otros».

Dijo: «¡Dilo abierta y llanamente y sin engaño, no me apartes, oh frívolo! Levanta el velo y habla sin ambages, pues no llevo camisa cuando duermo con el Adorado».

Dije: «Si Él se desnudara en tu visión, tú no permanecerías, ni tu seno, ni tu cintura. Pide tu deseo, pero con mesura, una brizna de paja no soporta a la montaña. Si el Sol, que ilumina este mundo, se acercara, todo ardería. No busques alborotos, tumultos y derramamiento de sangre: ¡no digas nada más sobre el Sol de Tabriz! Este misterio no tiene fin: cuenta el principio. Ve, narra la conclusión de esta historia».

 

Fuente: Masnavi, Traducción: Carmen Liaño

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Tipo de poesía: 
Tipo de texto: 
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