De cómo un enemigo escupió en la cara del príncipe de los creyentes, Alí...

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De cómo un enemigo escupió en la cara del Príncipe de los Creyentes, Alí, que Dios honre su persona, y de cómo Alí dejó caer la espada de su mano

Aprende de Alí a actuar sinceramente: sabe que el León de Dios estaba limpio de todo engaño. Cuando luchaba contra los infieles, venció a cierto caballero, alzó la espada y se apresuró (a matarle). Este escupió en la cara de Alí, orgullo de todos los profetas y santos; escupió en un rostro ante el que se inclina la faz de la Luna.

De inmediato, Alí tiró la espada y dejó de luchar con él. El caballero se quedó atónito por este acto y porque le perdonaba y se mostraba misericordioso sin causa. Dijo: «Has levantado la espada contra mí, ¿por qué la alejas y me perdonas la vida? ¿Qué has visto que fuera mejor que combatirme, de forma que has cesado en tu lucha? ¿Qué has visto para que se calmara tu cólera y se apartara semejante rayo? ¿Qué has visto que, al contemplar tan solo el reflejo, una llama ha aparecido en mi corazón y en mi alma? ¿Qué has visto, más allá de la existencia y el espacio, que fuera mejor que la vida, dándome así la vida? En cuanto a coraje, eres el León del Señor; en generosidad ¿quién sabe lo que eres? Eres como la nube de Moisés en el desierto, de donde venía un pan y una comida incomparable».

Las nubes dan trigo que el hombre, con esfuerzo, guisa y vuelve dulce como la miel. Pero la nube de Moisés extendía las alas de misericordia y daba alimento ya cocinado que se podía comer sin trabajo. Por quienes recibían su generosidad, la misericordia se extendió por el mundo. Durante cuarenta años, no falló ni un día al pueblo esperanzado hasta que, por su vileza, se levantaron y pidieron verduras y lechuga. Oh pueblo de Ahmad, que eres de los nobles, esa comida continúa hasta la resurrección.

Cuando el Profeta dijo: «Paso la noche con mi Señor, me da comida y bebida» se refería metafóricamente a alimento (espiritual). Acepta este dicho sin interpretación, para que entre por tu garganta como leche y miel. Pues la interpretación es un rechazo del regalo ya que considera el sentido original defectuoso. Esta opinión de que es defectuoso surge de la debilidad del entendimiento: la Razón universal es la nuez y nuestra razón es como la cáscara. Cámbiate a ti mismo, no las tradiciones: abusa de tu cerebro, no de la rosaleda.

«¡Oh Alí, tú que eres todo mente y ojo, relata algo de lo que has visto! La espada de tu dominio de ti mismo ha partido mi alma, el agua de tu conocimiento ha purificado mi tierra. ¡Cuéntalo! Sé que son Sus misterios pues es obra Suya matar sin la espada. El que trabaja sin herramientas ni miembros, el que concede estos provechosos dones, hace que la inteligencia pruebe miríadas de vinos de tal forma que los ojos y las orejas no se dan cuenta. Cuéntalo, oh halcón del empíreo que encuentras buena presa, para que yo pueda saber qué has visto ahora del Creador. Tu ojo ha aprendido a divisar lo invisible, mientras que los de los demás están sellados».

Un hombre ve la Luna con claridad, mientras otro ve el mundo en tinieblas y otro ve tres lunas juntas. Estos tres se hallan sentados en un lugar. Sus ojos están abiertos y sus oídos son finos; se aferran a ti y huyen de mí. ¿Es un encantamiento de la vista? ¿O es una maravillosa gracia oculta? En ti está la forma de un lobo y en mí la cualidad de José. Si los mundos son dieciocho mil y más, no son visibles para todos los ojos.

«Revela tu misterio, Oh Alí, tú que estás aprobado (por Dios), oh tú que eres la buena suerte tras el infortunio. O tú declaras lo que tu razón ha hallado o yo contaré lo que ha brillado sobre mí. Resplandece de ti hacia mí, ¿cómo vas a esconderlo? Sin lengua, emites rayos de luz, como la Luna. Pero si la Luna habla, conduce a los viajeros con mayor rapidez. Se salvan del error y la desatención: la voz de la Luna prevalece sobre la del diablo. Puesto que señala el camino, aún sin voz, cuando habla es luz sobre luz. Dado que tú eres la puerta de la ciudad del conocimiento, los rayos del Sol de clemencia, ábrete, oh puerta, para quien te busca, de forma que puedan así las cáscaras llegar a la nuez. Ábrete eternamente, oh puerta de misericordia, oh entrada a Nadie es como Él».

Cada aire y mota son lugares para la visión, pero si están cerrados, ¿quién dice: «Ahí hay una puerta»? A no ser que el vigilante abra la puerta, la idea no se le remueve por dentro. Cuando se abre, queda asombrado, le crecen alas y empieza a volar sobre la idea. Un hombre descuidado encontró el tesoro en una ruina: luego se apresuraba a buscar en todas las ruinas. Hasta que ganes la perla de un derviche ¿cómo vas a buscar la perla de otro? Aunque la opinión corra con sus pies muchos años, no irá más allá de sus propias narices. Di, ¿ves algo aparte de tu nariz? Di, ¿cómo verás si levantas la nariz (con arrogancia)?

Título original: Mathnawi, Maulana Jalāl al-Dīn Rūmī, 1273; Traducción: Carmen Liaño

Tipo de poesía: 
Tipo de texto: 
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