EL Comienzo de la historia de Leyla y Majnún (Primera parte)

EL Comienzo de la historia de Leyla  y Majnún (Primera parte)

El narrador explicó así la historia;

y en aquel momento en que empezó su relato

era su hablar como el de un artesano que trabaja con la perla:

En las tierras árabes había un hombre noble,

el mejor de toda la zona, el primero entre todos.

El perfume de la brisa que acompañaba su nombre en el desierto

hacía las arenas árabes mejores que el vino en la mejor copa.

En las artes no tenía igual.

El mejor bajo el cielo,

vencedor en todas las batallas como el sultán árabe,

y rico como el emperador de Persia.

Ayudaba a los pobres

y agasajaba a sus invitados.

Tan afortunado era que parecía tener

la piel recubierta de razón.

Era famoso como un califa,

pero su verdadero poder no alcanzaba al de la luz de una vela.

Más necesario que el nácar a la concha le era a él tener hijos,

igual que el racimo pone su esperanza en el grano.

con la falsa ilusión de quien espera un golpe de suerte,

como el árbol que espera otra rama,

es decir, perpetuar su existencia.

cuando el ciervo está en la hierba, ve un árbol detrás de otro,

y si no ve un árbol de raíz profunda,

con uno joven se consuela.

vivo está en el recuerdo aquél que el dolor de su amante

no olvida, y ve convertido en un hijo.

para dejar su recuerdo en la memoria daba dones

y dírhams a los pobres.

plantaba semillas, pero no daban flores.

deseaba perlas y no las hallaba,

y cual caballo desbocado andaba fuera de sí.

y en aquel momento no sabía que en el retraso y espera del hijo

se escondía un secreto divino.

Todo bien y mal del que hagas cuentas,

al final, si lo miras bien, es el destino.

A muchos verás alcanzar sus propósitos

y a otros muchos verás que no.

El ocultamiento de las muchas finalidades

es de la conquista el mejor camino.

cada uno a solas se otorga a sí mismo un diez,

mas en la dificultad nadie sabe qué hacer.

El principio de toda rama oculta es el velamiento,

muchas cerraduras que verás son ellas mismas llaves.

como el buscador de perlas, él buscaba un hijo,

como el hambriento raspando un plato,

como el minero buscando oro.

quizá sus lágrimas y gimoteos llegaran a dios

y éste le concediera su ansiado niño.

La sonrisa de la joven flor era como el fluir de un río,

qué digo un río, mil ríos; qué digo una flor, mil flores.

había una piedra preciosa que brillaba como el sol,

que tornaba la oscuridad de la casa de su padre en luz

cuando el padre vio la figura de su hijo,

dejó abiertas las puertas del tesoro real.

de la alegría de ver su deseo cumplido,

esparcía y lanzaba su tesoro como si fueran flores.

ordenó que se le asignara un preceptor,

para que lo amamantara hasta que floreciera.

Bajo la tutela de su preceptor

éste le hizo crecer y afectuosamente le alimentó.

 

Fuente: Leyli y Majnún, Traducción Mohammad Kangarani, Ediciones Sígueme Salamanca, 2010

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