El relato del exilio occidental (Primera parte)

Autor: 

El relato del exilio occidental (Primera parte)

 

Autor: Henry Corbin

 

Este relato, excepcionalmente, está escrito en árabe; pero en octubre de 1943, tuve sin embargo la fortuna de descubrir en una biblioteca de Brousse, Turquía, una traducción persa acompañada de un comentario igualmente en persa . Este último es del mismo tipo, ciertamente, que los que conocemos de El rumor del ala de Gabriel o de ese otro breve y sutil relato de Sohravardî titulado El amigo de los amantes místicos,  que sin estar en primera persona expone con una delicadeza admirable el nacimiento de la tríada cosmogónica formada por Belleza, Amor y Tristeza. Y cabe preguntarse cuál es a fin de cuentas el alcance de estos comentarios. Sin duda ofrecen una primera clave para un inicial desciframiento de símbolos desconcertantes, pero tienden siempre a sustituir el drama personalmente vivido por una serie de banalidades filosóficas edificantes. Por eso mismo también, al querer "explicar" los símbolos "reduciéndolos" a significados racionales, promueven su destrucción. Si se nos dice, por ejemplo, que el ángel significa o representa una determinada fuerza cósmica, ¿implica eso la desaparición del ángel? ¿No exige la progresión en el mundo de los símbolos, por el contrario, una capacidad de comprensión que cohesiona la coexistencia de o simbolizante y lo simbolizado, de la hipóstasis personificante y lo personificado, del proceso psíquico y del fenómeno proyectado o percibido por él en la physis? Si la virtualidad del mito se agotara en una sustitución definitiva, dejaría precisamente de ser un mito y una "cifra" para no ser más que un dogma.

Tras un breve prólogo, podemos distinguir tres actos en el Relato del exilio occidental: el primero es la cautividad en el exilio y la evasión; el segundo, la peregrinación del retorno; el tercero, la llegada a la Fuente de la vida y el ascenso al Sinaí.

El autor cuenta en el breve prólogo que habiendo leído la historia de Hayy ibn Yaqzân (obra de Avicena) la encontró, a pesar de las sugerencias profundas que contiene, desprovista de alusiones a la Sublime Montaña (al-Tûr al-A'zam), que es la Gran Prueba (al-Tâmmat al-Kobrâ) oculta en los mitos de los sabios y en la historia de Salâman y Absâl, y hacia la cual se ordenan las "estaciones" de los místicos. Así comienza la obra que tiene la forma de un relato personal.

En el "comienzo del relato", que difícilmente se deja resumir, leemos:

Cuando, juntamente con mi hermano ' Âsim, me puse en viaje desde la región situada más allá del río hacia el país de Occidente, intentando dar caza a una bandada de pájaros de las orillas del Mar Verde, fuimos a caer de repente en "la ciudad cuyos habitantes son opresores" (Qorán 4:77), la ciudad de Qairawân. Cuando sus moradores se dieron cuenta de que nos acercábamos a ellos y de que éramos hijos del célebre sabio Al-Hâdî ibn al-Khair el yemenita, nos rodearon, nos hicieron prisioneros inmovilizándonos con cadenas de hierro y nos arrojaron a un pozo de profundidad sin límites.

Veamos ahora lo que el comentador nos sugiere. "Mi hermano 'Âsim" (literalmente, el Preservado, el Inviolable) designaría la facultad contemplativa o teorética que es característica del alma sin participación del cuerpo. La "región más allá del río" (en el sentido geográfico literal, la Transoxiana) designa el mundo celestial. Los pájaros del Mar Verde son las cosas sensibles que el gnóstico debe elevar, elevándose con ellas mediante el Conocimiento, al estado inteligible. El país de Occidente designa el universo material. Es ésa una identificación ya realizada por la gnosis maniquea, cuando se dice por ejemplo que Mani, al morir, dejó Egipto.  La ciudad más extrema de este Occidente, la que marca la máxima decadencia vespertina del ser de Luz surgido del mundo celestial y que se sitúa pues en las antípodas del Ishrâq, de la illuminatio matutina, es Qairawân. Es a la vez el propio cuerpo material en el que es arrojada el alma, y todo el universo de los cuerpos, universo de oposiciones, de guerras y tiranías, que convierten en opresores a las gentes de este mundo. Por último, tras los nombres del sabio que es padre de los dos hermanos (literalmente, el "Guía, hijo del Bien") el comentador descubre una alusión a la Emanación primordial y al Noΰϛ cósmico. ¿Por qué el "yemenita"? Arabia del Sur, Yemen y el país de Saba, juegan un importante papel en este simbolismo místico. De hecho, como lo subraya el comentador, "Yemen", que significa el "lado derecho", tipifica la vertiente derecha del valle donde la voz divina interpeló a Moisés desde el interior de la zarza en llamas (Qorán 28:30). Equivale incluso con frecuencia al término Ishrâq. Por eso mismo, Mîr Dâmâd, el gran maestro de filosofía de Ispahán bajo Shâh 'Abbâs, opondrá a la filosofía peripatética o helénica, la "filosofía yemenita". Y no está de más poner de relieve que el biógrafo de Christian Rosenkreutz condujera a su héroe, en la "búsqueda del Conocimiento", hasta los sabios del Yemen.

Por encima del pozo profundo en el que son arrojados los cautivos, prosigue el relato, se elevaba a gran altura un castillo provisto de torres a las que les estaba permitido subir únicamente durante la Noche. En cuanto el Día despertaba los sentidos y solicitaba su actividad, debían bajar de nuevo al fondo del pozo. Advirtamos, en efecto, que es esta condición nocturna la que autoriza la ascensión espiritual al castillo formado por las esferas celestes. Y quizá esto confiere al texto un alcance muy distinto al previsto por la cosmología marcadamente conformista del comentador. Si este último, comparando esta prerrogativa del sueño a la de la muerte, cita un versículo qoránico -"Dios recibe a las almas en el momento de su muerte, y recibe también aquellas que sin morir están en el sueño" (39:43)-, cierta exégesis ismailí de ese mismo versículo nos introduce en un nivel de profundidad muy distinto.  Presentimos que esa Noche que hace posible y legitima a escapada bien podría ser, aquí mismo, el sentido esotérico (bâtin) que constituye la gnosis, la hermenéutica espiritual (ta'wîl) propia del ismailismo y cuyo guardián es el Imam. Esta Noche del sentido esotérico se opondría al Día de la letra exterior de la Ley religiosa, Día que no es de hecho más que una Tinierbla que sojuzga los cuerpos, los espíritus y las almas.

(ver la continuación en archivo pdf)

Fuente: “El hombre y su ángel”, Henry Corbin, Traducción: María Tabuyo y Agustín López, Ediciones Destino, S.A., 1995, España

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