El sabio de la India

El sabio de la India

El encorvado cielo se enderezó de alegría
cuando la madre naturaleza te alumbró,
y el creador del mundo en su sabiduría,
a su siervo sobre los demás favoreció.
Dicha eterna alcanza quien vive con decencia,
pues el buen nombre revive a quien se ha marchado.
Y, celebren o no los sabios tus excelencias,
no necesita de afeites un rostro agraciado.

Mi falta de diligencia y mi tardanza en atender los servicios de la corte real recuerdan por su semejanza al caso en que unos sabios de la India estaban exaltando los méritos de Bozorgmehr, en quien no veían tacha excepto una: era lento a la hora de tomar la palabra, es decir, se demoraba mucho al hablar, de manera que quienes le escuchaban esperaban un rato antes de oírle pronunciar palabra. Bozorgmehr oyó aquello y dijo: «Mejor reflexionar sobre qué diré que arrepentirme de por qué lo dije».

Un instruido orador, viejo y anciano,
medita primero antes de pronunciarse.
No hables sin haberlo pensado antes,
que para hablar no es malo ser tardo.
Piensa y entonces ponte a hablar,
y calla antes de que te manden callar.
En el habla nos distinguimos de los animales,
y si no hablas lo propio seremos iguales.

¿Cómo puedo osar aparecer ante los ojos de los nobles de mi señor, sea gloriosa su
victoria, a cuyo alrededor se reúnen los devotos y que es el centro de los grandes sabios?
¿Cómo ser de palabra audaz y llevar bagatelas ante el faraón? Pues la obsidiana en el
bazar de los joyeros no vale lo que un grano de cebada, la lámpara no alumbra a pleno sol
y el alminar más alto se nos antoja bajo al pie del Alvand.

A quien estira el cuello por engreído,
por doquier le atacan los enemigos.
Sa'dí no es nadie, pero es hombre libre,
y contra nadie no se presenta batalla.
Primero se piensa y luego se dice.
Primero se cimenta y luego se amuralla.

Confecciono ramos de flores, pero no en un jardín; vendo belleza, pero no en Canaán. Le
preguntaron a Luqmán el Sabio: «¿De quién aprendiste la sabiduría?». Respondió: «De los
ciegos; no ponen el pie en un sitio sin antes tocarlo». Dicen los árabes: Prevé tu salida antes
de entrar.
 

Fuente: Golestán (La rosaleda) de Sa’dí  Shirazí, Editorial el Cobre, 2007

Fundación Cultural Oriente

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