Hafez Shirazí; El intérprete de los secretos

Autor: 

Hafez Shirazí; El intérprete de los secretos

Por Clara Llanes

Cuenta Gertrud Bell una leyenda según la cual el joven Hafez, para conquistar a una muchacha, decidió pasar cuarenta noches en un lugar situado a cuatro millas de Shiraz, llamado Pir-e Sabz, porque allí se aparecía el profeta Jezr y concedía al que hubiera cumplido tal cupo de velas el don de la poesía. Aunque al llegar a la noche treinta y nueve la muchacha se le rindió, él siguió su ritual una vez más hasta que, en efecto, Jezr puso en sus manos la copa que contenía el agua de la inmortalidad. Será leyenda la leyenda, pero que Hafez pudiera posponer por un día el amor a la poesía es algo que se detecta en sus poemas, los cuales, en general de amor, son en primer lugar una creación literaria de gran magnitud. Comparables a los hermosos alicatados de las mezquitas iraníes, los versos de Hafez están tan llenos de destellos y de movimiento que nos atrapan; ostentan un dominio técnico, una brillantez de imágenes y una melodía tales que sólo pueden ser el fruto de un creador inspirado y, ante todo, inteligente y lúdico. A través de ellos podemos detectar el goce de su autor al realizar cada una de sus piezas como un orfebre y al construir ese mundo propio singular y deslumbrante, como un mosaico formado de piezas análogas que aparecen en posiciones distintas y cambiando de contexto, de modo que el ojo no tiene reposo y es siempre atrapado por la sorpresa. Esto explica que dichos poemas no envejezcan, que a cada lectura parezcan renovados, y que estén presentes en el mundo persa actual como referencia y punto de apoyo, tanto en la vida cotidiana —pues a ellos se

acude para consultar el futuro— como en la creación. Shams ud-Din Mohamad Hafez nació en Shiraz, capital de la provincia de Fars, alrededor del año 1320. Habían transcurrido unos sesenta años de la captura y saqueo de Bagdad llevada a cabo por Hulagu Kan, apenas un siglo de la muerte de Ibn Arabi (1240), cincuenta años del fallecimiento del gran poeta místico Yaial ud-Din Rumi —Mowlavi o Meviana— (1273), y algunos menos de la desaparición de su conciudadano, también eminente lírico, Saadi (1291 ó 1292). Por entonces, la poesía persa había alcanzado altas cumbres, tanto en la épica romántica (Nizami), como en el matnavi, el rubai, la qasida (Anvari), y el verso gnómico. Hafez, con todo, halló un terreno propio en el que destacar, pues apenas cultivó la qasida y el rubai, eligiendo, en cambio, el gazal, al que se entregó y renovó. Poco se sabe de la vida de Hafez, seudónimo que significa el que sabe de memoria el Corán, y al que también se llamó «lengua del imperceptible» e «intérprete de los secretos»,

pero sí que fue un hombre instruido. Contando con pocos haberes, empezó por trabajar en una panadería, y pronto su deseo de saber lo llevó a las escuelas más famosas de su ciudad natal, donde adquirió conocimientos de las ciencias musulmanas enseñadas por entonces.

Fue también un experto en caligrafía y, al parecer, para su sustento, transcribía poemas de otros, lo que no le impidió desarrollar y perfeccionar su genio. Por otra parte, en ocasiones, solicitó el favor de patronos ricos, sin que eso supusiera sometimiento alguno, de modo que los tiempos de inseguridad y súbitas catástrofes en que vivió no nublaron su fama.

Cuando nació Hafez, Shiraz formaba parte de los dominios de Sharaf ud-Din Mahmudshá de la dinastía Inju, feudo del mongol Uljaitu y después de su sucesor Abu Said. La muerte de éste último, acontecida en 1335, otorgó al joven Hafez su primera experiencia del tránsito de la gloria terrena, pues su sucesor, Arpa Kan, condenó a muerte inmediatamente a Mahmudshá, acontecimiento que provocó una lucha por el poder entre sus cuatro hijos, que, sucesivamente, perecieron de modo violento. Keijosro fue el primero, en 1339, y, al año siguiente, Mohamad le siguió a la tumba. Mientras tanto Shiraz pasó a manos de Pir Husein, el príncipe Chupanida con el que Mohamad había conspirado y que, como recompensa, le había dado muerte, si bien el populacho, enfurecido, lo echó. Masudshá, el mayor de los hijos de Mahmudshá, cayó víctima de una intriga en 1343 y, tras un nuevo brote de violencia, Abu Ishaq, el menor de los hermanos, logró al final establecer su autoridad en Fars. Abu Ishaq, tras asegurarse el dominio de Shiraz y Fars, intentó extender sus posesiones a Yazd y Kerman, motivo por el cual entró en conflicto con la dinastía vecina de los Muzafaridas. Por dos veces pretendió arrebatarles Kerman, pero fracasó en ambas. Un tercer intento acabó en franca derrota (1352). Su enemigo, Mubarez ud-Din, se lanzó entonces a la ofensiva y, en 1353, se apoderó de Shiraz y, posteriormente, de Ispahán, mandando matar a su tenaz opositor. A la ciudad de Shiraz no le gustó el cambio de señor, pues Mubarez ud-Din era un suní fanático que, entre otras cosas, hizo cerrar las tabernas. De todos modos su dominio duró poco tiempo pues, en 1358, durante una expedición militar que le había merecido ganar la posesión de Tabriz, fue hecho prisionero y, cegado por su propio hijo Sha Shoya. Murió en 1364. Hafez no pidió el favor del austero Mubarez ud-Din, si bien, en dos poemas, hizo el elogio de su primer ministro Burhan ud-Din Fath Al-lah. Sha Shoya gozó de un reinado relativamente largo, aunque su hermano Sha Mahmud, que gobernaba en Abarquh e Ispahán, se alió con Uwais, el gobernador de Bagdad, y tras poner asedio a Shiraz, se apoderó de la ciudad, para perdería poco después. Al morir éste,

en 1375, Sha Shoya tomó Ispahán. Mientras tanto, tras diez años de guerras, Tamerlán invadió Jo rasan en 1380-81 y en dos años dominó Gurgan, Mazandarán y Seistán. Sha Shoya compró entonces su favor con regalos y una hija, pero murió en 1384.  

Fuente: Clara Llanes, Introducción a la obra de Hafez, Editorial Alianza, 2004

www.islamoriente.com

Tipo de texto: 
Share/Save