Historia de la mujer sabia

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Historia de la mujer sabia

 

Entonces el califa volvióse hacia ella y le preguntó: "¿Cómo te llamas?" Ella dijo: "Me llamo Simpatía". Él le dijo: "¡Oh Simpatía! ¿Estás versada en ciertos conocimientos y puedes enumerarme las diversas ramas del saber que has cultivado?"

Ella le contestó: "¡Oh señor! estudié la sintaxis, la poesía, el derecho civil y el derecho general; la música, la astronomía, la geometría, la aritmética, la jurisprudencia desde el punto de vista de las sucesiones, y el arte de descifrar las escrituras mágicas y las inscripciones antiguas. Me sé de memoria el Libro Sublime y puedo leerle de siete maneras distintas; conozco exactamente el número de sus capítulos, de sus versículos, de sus divisiones, de sus diferentes partes y sus combinaciones, y cuantas líneas, palabras, letras consonantes y vocales encierra: recuerdo con precisión qué capítulos se inspiraron y escribieron en la Meca y cuáles otros se dictaron en Medina; no ignoro las leyes y los dogmas, sé distinguirlos con las tradiciones y diferenciar su grado de autenticidad; no soy una profana en lógica, ni en arquitectura, ni en filosofía, como tampoco en lo que afecta a la elocuencia, al lenguaje escogido, a la retórica y a las reglas de los versos, los cuales sé ordenar y medir sin omitir ninguna dificultad en su construcción; sé hacerlos sencillos y fluidos, como también complicados y enrevesados para deleitar sólo a las gentes delicadas; y si a veces pongo en ellos oscuridad, es para fijar más la atención y halagar al espíritu, que despliega por último su trama sutil y frágil; en una palabra, aprendí muchas cosas y retuve cuanto aprendí.

Además, sé cantar perfectamente y bailar cual un pájaro, y tocar el laúd y la flauta, manejando asimismo todos los instrumentos de cuerda, y lo hago de cincuenta modos diferentes. ¡Por lo tanto, cuando canto y bailo se condenan quienes me ven y me oyen; si camino balanceándome, ataviada y perfumada, les mato; si meneo mi grupa, les derribo; si guiño un ojo, les traspaso; si agito mis brazaletes, les ciego; si toco, doy la vida, y si me alejo, hago morir!

¡Estoy versada en todas las artes, y he llevado mi saber a tal límite, que únicamente podrían llegar a distinguir su horizonte los escasos seres cuyos años hubieran transcurrido en el estudio de la sabiduría!"

Cuando el califa Harún Al-Raschid hubo oído estas palabras, se asombró y entusiasmó de encontrar tal elocuencia unida a belleza tal, tanto saber y juventud en la que frente a él se mantenía con los ojos respetuosamente bajos. Se volvió hacia Abul-Hassán y le dijo: "Quiero dar orden al instante para que vengan todos los maestros de la ciencia a fin de poner a prueba a tu esclava, y asegurarme por medio de un examen público y decisivo de si realmente es tan instruida como bella. ¡En caso de que saliese victoriosa de la prueba, no sólo te daría diez mil dinares, sino que te colmaría de honores por haberme traído semejante maravilla! ¡De no ser así, no hay nada de lo dicho, y seguirá perteneciéndote!”

Luego, acto continuo, el califa hizo llegar al sabio mayor de aquella época, Imraim ben-Sayar, que había profundizado en todos los conocimientos humanos; mandó que acudiesen también todos los poetas, los gramáticos, los lectores del Corán, los médicos, los astrónomos, los filósofos, los jurisconsultos y los doctores en teología. Y apresuraronse a ir a palacio todos, y se reunieron en la sala de recepción, sin saber por qué motivo se les convocaba.

Cuando lo ordenó el califa, todos se sentaron en corro sobre la alfombra, en medio de la cual la adolescente Simpatía permanecía en una silla de oro, donde el califa hízola colocarse, con el rostro cubierto por un velo ligero, y a través de él brillaban sus ojos y se veían con su sonrisa los dientes... Entonces, por mandato del califa, le sucedió un filósofo, que fue a apostarse ante Simpatía, y le preguntó:

Él dijo: "Dime cuanto puedas acerca de este problema: una bandada de pajarillos se abate sobre la copa de un árbol; unos se posan en las ramas superiores y otros en las bajas. Los pajarillos que se hallan en lo alto del árbol dicen a los de abajo: "Si se juntase a nosotros uno de vosotros, nuestro grupo sería doble que el vuestro; pero si bajara uno de nosotros hacia vosotros, nos igualarías en número. ¿Cuántos pajarillos había?"

Ella contestó: "Había en total doce pajarillos. En efecto, estaban siete en lo alto del árbol y cinco en las ramas bajas. Si uno de lo se pajarillos de abajo se reuniese con los de arriba, el número de estos últimos ascendería a ocho, que es el doble de cuatro; pero si uno de los de arriba descendiese hasta juntarse con los de abajo, serían seis en cada sitio. ¡Pero Allah es más sabio!"

Al oír el filósofo las diversas respuestas, temió que le interrogara la adolescente, y para conservar su manto, se puso en fuga a toda prisa y desapareció.

 

Fuente: Las Mil y Una Noches, versión de Mardrus traducida al español por Vicente Blasco Ibáñez, Editorial Austral ,1967

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