La esencia de la historia

LA ESENCIA DE LA HISTORIA

La primera vez que amé fue siendo niño. Me divertía con mi tiempo hasta que la muerte apareció en el horizonte. Al comienzo de la juventud conocí el amor eterno, en pos del cual va el efímero enamorado. Me sumergí en el océano de la vida. El enamorado partió y los recuerdos ardieron bajo el sol del mediodía. Un guía me condujo al camino dorado, cubierto de dificultades y que desemboca en objetivos embaucadores. A veces aparece el perfecto caballero y otras se ve partir al enamorado.

Me parece que entre la muerte y yo hay un reproche, pero mi destino está en la esperanza.

FELICIDAD

Volví a la vieja calle, después de una larga ausencia, para asistir a un funeral. No quedaba ninguna huella digna de mención de su imagen dorada. A ambos lados se habían construido bloques, donde antes estaban las casas, y estaba llena de coches, polvo y turbulentas olas de gente. Recordé con orgullo su bonita apariencia y su olor a jazmín. Y también recordé a la hermosa muchacha que se asomaba a la ventana, mostrando su belleza a los que pasaban. ¿Dónde se encontrará su feliz tumba en la ciudad de los muertos? Me vienen a la memoria ahora las palabras del sabio amigo: “El primer amor no es sino un entrenamiento del que se benefician los afortunados que logran el amor de Dios”.

UNA CARTA

Al ir a ordenar mi biblioteca, me encontré detrás de una estantería una rosa seca con los pétalos esparcidos. Sonreí. Las profundidades del remoto pasado mostraron una luz pasajera y se liberó del puño del tiempo un sentimiento de nostalgia que vivió cinco minutos. Una fragancia que era como un susurro se escapó de los pétalos secos.

Recordé las palabras del sabio amigo: “La crueldad de la memoria se manifiesta recordando lo que se ha desvanecido en el olvido”.

¡MÁS!

Ella nunca me escatimaba algo bonito que tuviera. Así pues, bebí de las fuentes de la belleza hasta saciar mi sed. Pero la ingratitud hacia los favores se envuelve con la máscara del descontento, y una de las señales de mi frustración es que me alegré con la separación.

En el curso de mi largo camino, el arrepentimiento no se separó de mí, e incluso ahora su enorme esqueleto me mira con sarcasmo.

EL MENDIGO

En el mar del pasado, le sumerge una ola teñida de color oscuro y su eco se extiende en una melodía triste que no se desvanece.

Cuando un hombre tiene veinte años y su vecina sobrepasa los quince, ella le trae recuerdos de ternura maternal. En una inocente soledad, los pensamientos del mundo de los ardientes deseos hacen su aparición y el ardor de la llamada se muestra en el brillo de los ojos. La timidez le frena un momento, y también un poco de miedo. Luego se arrepiente y suplica el olvido.

 

Fuente: Ecos de Egipto, pasajes de una vida.  

NAGUIB MAHFUZ Traducido del árabe por: MARÍA LUISA PRIETO. 1997

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