Sa’dí, el poeta peregrino (Cuarta y última parte); Traducciones del Golestán

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Sa’dí, el poeta peregrino (Cuarta y última parte)

Traducciones del Golestán

                                                                     Es mejor que los secretos de los enamorados

                                                                     sean proferidos por boca de los extraños.

                                                                                                               MOULAVÍ

La universalidad de la obra de Sa’dí queda constatada por la cantidad de traducciones a que ha sido vertida, a la que se suma su antigüedad. Más de medio centenar de traducciones, las más antiguas del siglo xvii, colocan a La rosaleda entre las obras clásicas de la literatura no ya persa, sino mundial. Desde que André du Ryer la vertió en parte al francés en 1634 hasta la traducción que el lector tiene entre las manos han pasado 377 años. Voltaire leyó la traducción francesa y Madame Roland gustaba de citar en sus cartas apólogos del poeta de Shiraz, pues en la Ilustración francesa estar versado en literatura oriental, en particular en la persa, se tenía como signo de refinamiento, algo que se acentuó con el romanticismo en el siglo XIX. Pese a las versiones a lenguas europeas que desde antaño se hicieron del Bustán y de La rosaleda, no fue hasta el siglo XIX cuando se realizaron traducciones de calidad del texto íntegro, que hicieron que Sa’dí se convirtiese, junto a su paisano Háfez (m. 1389), en la figura representativa y la puerta de entrada a la literatura persa. De estas traducciones se valieron literatos europeos de la talla de Goethe, Renán, Hugo y Balzac, entre otros. Así, Víctor Hugo encabeza su obra Los orientales con un frase del prólogo de La rosaleda, y E. Renán dice que Sa’dí parece un escritor europeo. Goethe escribe en su Diván de Oriente y Occidente unos versos que se inspiran en estos del Golestán :

Vi la pluma de un pavo real en medio de un Corán.

Dije: «Este rango alcanzado es más que el que tenías».

Respondió: «Silencio, quien tiene bella fisonomía,

allí donde pone sus pies no lo detendrán».

 

E incluso llega a terminar esta misma obra con los mismos versos con que Sa’dí concluye su Golestán :

Dimos consejos en su momento debido

y un tiempo consumimos en la tarea.

Si alguien escucharlos no desea,

llevando el mensaje el mensajero ha cumplido.

 

A continuación haremos referencia a algunas de las traducciones de esta obra a otros idiomas.

Al francés

Esta lengua fue la puerta de entrada de La rosaleda a Europa. El orientalista André du Ryer la tradujo, aunque sólo hasta el final del primer capítulo [Gulistan, ou l’Empire des Roses, París, 1634, reimpresa en 1737). En 1789 el Abbé Gaudin hizo una traducción libre que fue publicada en 1791 y reimpresa por segunda vez en 1843, en una misma edición junto a Las mil y una noches. En este mismo año N. Semelet hizo una traducción íntegra al pie de la letra, a la que añadió a pie de página numerosos comentarios de carácter histórico y gramatical, corrigiendo algunos errores en que había incurrido A. Gaudin. La traducción más completa al francés fue re alizada por Charles Defremery (Gulistanou la Parterre des Roses de Sadi, París, 1858), también profusamente anotada, que tuvo gran éxito popular por salirse de los moldes de la sintaxis persa y adaptarse a la francesa.

Al alemán.

A la lengua de Goethe dos son las traducciones más importantes. La de Offenbach, aunque no la tradujo del persa sino de la edición de André du Ryer. La segunda, la de Von A. Olearius, que la vertió a su lengua en 1654 y que tituló Persianischen Rosenthal. Olearius pasó cierto tiempo en la corte de los reyes Safavíes, en Isfahán, en calidad de embajador, y escribió un libro en el que narraba sus experiencias.

Al inglés

La primera traducción al inglés fue tardía, si la comparamos con las demás. En 1806 Francis Gladwin publicó una traducción a este idioma que publicó en Calcuta y fue reimpresa más tarde en la India, Gran Bretaña y Estados Unidos, en este último caso prologada por Ralph Waldo Emerson. En 1820 James Ross publicó su Flower Carden, aunque no se basó en el original en persa sino en la traducción latina de G. Gentius, por lo que tiene numerosos fallos a los que aludió N.Semelet. La traducción de J. Ross ha sido publicada, curiosamente, en Irán. En 1852 la tradujo Edward B. Eastwick, profesor en Oxford de lenguas orientales y miembro de la Asiatic Society, vertiendo en verso los poemas de Sa’dí. Sin embargo, la mejor versión al inglés fue realizada no por una persona, sino por un equipo de la Asiatic Society de Benarés, y publicada en Londres en 1888. Al año siguiente un poeta inglés llama-do Rogers versificó el Golestán en la lengua de Shakespeare, y en 1907 H. Hyatt hizo otra versión parecida.

En 1905 L. Cramer Byrg hizo una traducción muy cuidada que tituló Rose Garden y que obtuvo incluso la aprobación de la Academia Británica, por lo que se le ha dado mucho valor.

Al árabe

No sólo las lenguas europeas han sido protagonistas en las traducciones de La rosaleda. También en el idioma del Corán se realizaron varias versiones, siendo dos las que más relevancia tienen. La primera, de Yibrail b. Yusuf, publicada en 1846 en Bulaq (Egipto), y la segunda en Damasco (Siria), en 1961, obra de Muhammad Frat, un poeta contemporáneo, quien puso por título a su traducción Rowdat al-Ward («El jardín de las rosas»). Este último traductor respetó no sólo los versos, sino también la prosa rimada, cuya tradición en árabe es milenaria, como hemos visto anteriormente.

Al turco

Al turco otomano, pues fueron realizadas en el siglo XIX, son dos de las traducciones importantes existentes. Una realizada en 1873 y publicada en Constantinopla. La segunda, de un tal Mullah As’ad Efendi, también publicada en la misma ciudad. Hay una tercera versión al turco moderno que se publicó en Ankara en 1954, traducida por Yusef Sarai.

A otros idiomas

El segundo idioma al que se tradujo esta obra de Sa’dí (el primero fue el francés) fue, curiosamente, al latín, en 1651, a cargo de Georgius Gentius, y la traducción se publicó en Ámsterdam.En 1873 Gerardo de Vicentis publicó en Napóles II roseto di Sadi, una traducción al italiano a la que aplicó una crítica literaria a la luz de la literatura comparada. Con igual título y en la misma ciudad se publicó otra en 1962, a cargo de Pió Philippani Roncoli. Del año 1882 es también una traducción rusa anónima. A esta misma lengua fue traducido en 1959 por Rustam Aliov. Kazimirski, y tres años después Otvinowski, la tradujeron al polaco. La primera fue publicada en París y la segunda en Varsovia.

El  Golestán ha sido vertido asimismo al holandés, al rumano, al pastún y varias veces al  hindi, y fragmentariamente a otras muchas lenguas.

***

Quisiera terminar   con unas palabras del profesor Zarrinkub que resumen brevemente la personalidad de Sa’dí y su obra:

Sa’dí no es filósofo ni místico. Es sólo poeta, un verdadero poeta. Es sobre todo un poeta del humanismo cuyo orgullo es el amor y la moral. No es un Platón como para hablar del mundo imperceptible de lo oculto y hacer del amor y del espíritu esencia tan primordial que no tengan relación alguna con la materia y lo corpóreo. Es un Sócrates que presta atención al hombre y a su destino. El amor por un efebo del bazar, como Sócrates con Alcibíades, no lo considera tampoco un impedimento para buscar el humanismo y la perfección. Al igual que Descartes, se percata de que todo el mundo está satisfecho de su inteligencia, y, como Voltaire, mira con indulgencia los conflictos y las discrepancias y quiere que todos tengan la libertad y el coraje para expresar sin miedo su opinión y su pensamiento. Pese a todo, al igual que Platón, teje para sí un mundo imaginario en el que sacrifica la fealdad y la maldad a los pies del bien y de la belleza, y, a la vez, como Sócrates, profiere osadamente y sin temor todo aquello que considera la verdad y no da pie a que el odio y la inquina del vulgo entre en sus pensamientos. Sobre este vulgo habla con amor y cariño y él mismo no se mantiene al margen de él, pues vive entre la gente, a la que tolera con condescendencia y paciencia. Es cierto que no considera muy útil educar a los indignos, empero no pasa por alto los efectos de la educación sobre aquellas personas predispuestas. Es a este mismo vulgo a quien están dirigidos sus consejos y apólogos, y por esta razón algunos de sus aforismos han pasado al refranero popular. Al igual que sus propios maestros -Saháb al-Din Sohravardi yAbul Faray ibn Yuzi-, recomienda seguir la tradición y la ley coránica. Pero ni se convierte en Sohravardi, que se dejaba llevar completamente por ensoñaciones sufíes, ni tampoco en ibn Yuzi, que veía al sufí como alguien completamente engañado por el Diablo. La suya es la senda moderada por la que optan la prudencia y la sensatez de un sabio que ha visto mundo, evitando así el extravío. Por ende, el fundamento de su instrucción es la filosofía pragmática y el gusto por la vida. Ni hace suyos los sueños de las fantasías lejanas de los filósofos, ni tampoco lleva hasta el extremo la unicidad y la unidad del sufismo como para disolver al ser humano en la grandeza divina. Ésta es la moderación que evita que el hombre se deje llevar por los radicalismos. Sin esta moderación, a la que nos exhorta Sa’dí, el hombre no podría ser libre y liberado como merece por su condición de humano, y es ahí donde radica la importancia de esta moderación. Adentrémonos, pues, en esta rosaleda que no se ha marchitado con el paso de los siglos y dejémonos guiar por los consejos mezclados con la miel de la dulce dicción del sabio poeta de Shiraz.

Fuente: J. Gross, Prólogo a la edición española del Golestán, Madrid 2007

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