Rey de Persia

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Un hombre que ha leído en un libro antiguo que contiene las historias de los héroes, dice que Kiumars fue el que instituyó el trono y la corona y que fue el primer rey. Cuando el sol entró bajo el signo de Capricornio, el mundo se llenó de esplendor, de orden y de luz; el sol brilló bajo el signo de Capricornio, de madera que el mundo se rejuveneció enteramente: entonces, Kiumars se convirtió en el dueño del mundo. Al principio, él estableció su casa en las montañas; su trono y poderío se alzaron en las montañas, y él se vistió, él y sus compañeros, con pieles de tigres. De él proviene cualquier civilización, puesto que el arte de vestirse y alimentarse era nuevo. Él reinó treinta años sobre la tierra. Él era hermoso como un sol en su trono; el brillaba desde lo alto de su trono real, como lo hace una luna de dos semanas por encima de un esbelto ciprés. Los animales feroces y las bestias salvajes que lo vieron ,acudieron hacia él desde todos los lugares del mundo ,y se mantenían inclinados delante de su trono; fue ahí que se revelaron su majestad y su alta fortuna. Ellos acudieron ante él para rendirle homenaje ; fue de él que recibieron las leyes...

Las babuchas de Abu Kasem (Segunda Parte)

A partir de una serie de casualidades, se teje un destino. Cada esfuerzo que la víctima hace para poner fin a su dificultad sólo sirve para agrandar la bola de nieve, hasta que se hincha en una avalancha que sepulta todo bajo su peso. Un burlón perverso embarulla las babuchas, probablemente sin ninguna mejor razón que la de deleitarse con los aprietos del avaro. El azar las vuelve a traer otra vez al pie de la casa desde la cual se las había arrojado al río. El azar las lanza en el medio de las preciosas redomas. El azar llama la atención de un vecino sobre la actividad del avaro en el jardín. El azar hace que el remolino las introduzca en el arcaduz. El azar hace subir al perro al balcón de la casa colindante, y arroja una de las babuchas sobre la cabeza de la mujer embarazada que en ese preciso momento pasaba.

Claros del bosque (segunda parte) - La preexistencia del amor

El despertar privilegiado no ha de tener lugar necesariamente desde el sueño. Puesto que sueño y vigilia no son dos partes de la vida, que ella, la vida, no tiene partes, sino lugares y rostros. Y así del sueño y de ciertos estados de vigilia se puede despertar de este privilegiado modo que es el despertar sin imagen. Despertar sin imagen ante todo de sí mismo, sin imágenes algunas de la realidad, es el privilegio de este instante que puede pasar inasiblemente dejando, eso sí, la huella; una huella inextinguible, mas que no se sabe descifrar, pues que no ha habido conocimiento. Y ni tan siquiera un simple registrar ese haber despertado a este nuestro aquí, a este espacio-tiempo donde la imagen nos asalta. El haber respirado tan solo en una soledad privilegiada a orillas de la fuente de la vida. Un instante de experiencia preciosa de la preexistencia del amor: del amor que nos concierne y que nos mira, que mira hacia nosotros. Un despertar sin imagen, así como debemos de estar cuando todavía no hemos aprendido nuestro nombre, ni nombre alguno. Ya que el nombre está ligado a la normal condición humana, 

Las lágrimas petrificadas

Un hombre que recogía piedras en una montaña de China derramó abundantes lágrimas de sus ojos y a medida que sus lágrimas caían a tierra se transformaban en guijarros. Si guijarros de este tipo estuvieran en posesión de las nubes, lo que llovería hasta la resurrección no sería más que un objeto de suspiros.   La ciencia es lo propio del hombre puro y verídico. Si hay que ir a China para encontrarla, ve a buscarla allí; pues la ciencia, por el mal querer de los despreocupados, se ha vuelto tan dura de manejar como la piedra. ¿Hasta cuándo será desconocida? El mundo, palacio de dolores, es todo oscuridad; pero la ciencia brilla en él como una lámpara que se dad; pero la ciencia brilla en él como una lámpara que muestra el camino. En efecto, lo que guía tu alma en este oscuro lugar, es la joya de la ciencia, de esta ciencia que dilata el corazón. En estas tinieblas, que no tienen comienzo ni fin, te has quedado sin guía ...

La Simbología del Grial

Este texto solo pretende dar unos apuntes sobre el tema del Grâal o Grial y la Gnosis que tantos ríos de tinta ha hecho correr a lo largo de los siglos. A parte de las aventuras del infatigable y siempre vapuleado arqueólogo Indiana Jones con su padre, el todavía nada despreciable Sean Connery en la película .La última cruzada., el Grial o Grâal ha suscitado todo tipo de leyendas y corrientes, algunas (las menos) serias y con una base de conocimiento y otras (la mayoría) contando alucinantes relatos y explicaciones de una pseudo-tradicion a la búsqueda sólo de un dinero fácil representado en Best Sellers y parecidos. Me he permitido incluir en este texto citas de personajes de la relevancia de Massignon, Corbin o Guénon (este último tan penosamente reivindicado por ciertos grupos de Esoterismo de salón) a quienes les unía ese mismo hilo conductor que es la auténtica Tradición. Hierognosis, literalmente en griego, conocimiento de lo sagrado, aunque suele significar concretamente gnosis o conocimiento de las jerarquías del Universo. En la obra de Louis Massignon parece referirse al conocimiento de los lugares y objetos sagrados. Los símbolos universales son primordiales para la humanidad y por ello son transculturales. Algunos pueden diferir dependiendo de la interpretación adoptada por una cultura en concreto, sin embargo su carácter teofánico les da una dimensión de trascendencia que une todas las auténticas tradiciones bajo un mismo hilo conductor hacia la Verdad absoluta, aunque solo sean sombras de la misma. ...

Sa’dí, el poeta peregrino (Primera Parte)

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Fue en el siglo XIII cuando en la región sureña de Fars, que llevaba varios siglos de silencio literario sin que ningún genio aflorara en lo que fue la cuna genuina de la civilización persa, nació el que sería una delas mayores figuras literarias de la Persia musulmana: Sa’dí de Shiraz. En efecto, en el siglo X de nuestra era la cultura persa renace de las cenizas sasánidas con el ropaje del islam. Pero esta vez no fue la Pérside la protagonista de la regeneración, como lo fuera en el siglo ni, sino que fue el Irán del extrarradio, nororiental para más señas, el que tomó las riendas, con la dinastía Saffarí primero y Samaní después, de lo que sería el renacimiento cultural y literario -y el nacimiento científico, cabría añadir- y el germen del Irán moderno. Así, nombres como los de Rudakí, el Chaucer de los persas, Ferdousí, que versificó la épica del Irán antiguo, 'Omar Jayyám, autor de las célebres Robáyyáts, Anvari, panegirista en la corte selyúcida, y 'Attár y Moulavi, irrepetibles genios de la mística irano musulmana, por no hablar de sabios como Avicena y Biruni, todos, decía, están asociados al Irán nororiental, el Gran Jorasán. ...

Un fuego

El Fuego del corazón prendió en el pecho y ardió doliente por el Amado.  Un fuego había en la casa que la morada quemó.  

La distancia del Amado hizo arder mi cuerpo.  Separado de su rostro, un fuego mi alma quemó.  

Como el cuenco, se rompió de arrepentido mi corazón.  Sin vino ni copa, tal tulipán, mi corazón se quemó.  

Mira arder mi corazón, mira el fuego de las lágrimas.  El corazón de la vela, como mariposa, anoche, de compasión se quemó.  

Acaba la discusión y vuelve, que mi pupila, quitándole el manto suyo, dando gracias lo quemó. 

Todo el que vio la cadena anudante de tus rizos se enardeció y, por mi locura, se quemó su corazón. 

 

De cómo el rey llevó al médico hasta el lecho de la enferma, para que pudiera ver su estado

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Le dije: «Es preferible disfrazar el secreto del Amigo: escúchalo en el contenido de esta historia. Será mejor que el secreto de los amantes se cuente en el ejemplo de otros».

Dijo: «¡Dilo abierta y llanamente y sin engaño, no me apartes, oh frívolo! Levanta el velo y habla sin ambages, pues no llevo camisa cuando duermo con el Adorado».

Dije: «Si Él se desnudara en tu visión, tú no permanecerías, ni tu seno, ni tu cintura. Pide tu deseo, pero con mesura, una brizna de paja no soporta a la montaña. Si el Sol, que ilumina este mundo, se acercara, todo ardería. No busques alborotos, tumultos y derramamiento de sangre: ¡no digas nada más sobre el Sol de Tabriz! Este misterio no tiene fin: cuenta el principio. Ve, narra la conclusión de esta historia».

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