Poesía

Canción del amor

En el extremo de la Vía láctea

pasa llorando una estrella por el cementerio de los perdidos.

Y los niños hambrientos en los jardines de Belén

me llaman a mí y al Cristo

al susurro del florecimiento de los olivos

Yo, siendo un musulmán y rara posteridad de la luna

no me refrenaré de romper esta noche

llamad a los sin hogares del mundo

Yo vendré sobre las alas de los ángeles desnudos de la lírica del

ataúd

En el extremo de la Vía láctea

pasa llorando una estrella por el cementerio de los perdidos.

Y los niños hambrientos en los jardines de Belén

me llaman a mí y al Cristo

al susurro del florecimiento de los olivos

Yo, siendo un musulmán y rara posteridad de la luna

no me refrenaré de romper esta noche

llamad a los sin hogares del mundo

Yo vendré sobre las alas de los ángeles desnudos de la lírica del

ataúd

Sobre la alta paciencia de mi frente

hay una estrella, murmullando sobre un cementerio del mar

y una distancia perdida

cuyos recuerdos de su sonrisa

Cantaban los secretos de mil pechos sellados.

Anécdota sobre Hallaj

En el momento en que iban a empalar a Hallaj, él sólo pronunciaba estas palabras: "Yo soy Dios". Como no apreciaron estas palabras, le cortaron las manos y los pies. Palidecía a medida que la sangre salía en abundancia de su cuerpo. ¿Cómo, en efecto, en esta situación, podría alguien permanecer coloreado? Entonces este hombre, cuya conducta era tan bella como el "sol", se apresuró a frotar sus manos cortadas contra su rostro, comparable a la "luna", diciéndose para sí: "Como es la sangre la que colorea la tez del hombre, quiero servirme hoy de ella para volver mi rostro bermejo. No quiero parecer pálido a los ojos de nadie; sino que quiero estar rojo, por temor a que el que me viera pálido en este momento pudiera pensar que he experimentado temor. Ahora bien, como yo no experimento el menor temor, debo tener el rostro bermejo. Cuando el sanguinario hombre que ha ejecutado la sentencia pronunciada contra mí se vuelva hacia el patíbulo, verá que hay allí un hombre valiente. Puesto que no considero más al mundo que al bucle del `mim'   ¿por qué me inspiraría temor (`bim') este lugar? El que come y duerme en el mes de julio con dragones de siete cabezas se encontrará bastante mal con semejante juego, pero para él el patíbulo será muy poca cosa".

Anécdota sobre Yunaid

El imán de la religión, Yunaíd, ese profundo océano de sabiduría, mantenía una noche en Bagdad discursos tan excelentes, que los mismos cielos los escuchaban con diligencia.

Ahora bien, Yunaíd, este director espiritual, tenía como hijo a un joven hermoso como el sol. Ocurrió que le cortaron la cabeza, ¡deplorable cosa! y que le arrojaron con desprecio en medio de la reunión que presidía Yunaíd. Cuando el virtuoso personaje vio esta cabeza, no se quejó y, por el contrario, calmó la agitación de la asamblea. Después dijo: "Había puesto en el fuego esta noche el gran caldero de mi alma: él necesita del favor divino para que los secretos antiguos se manifiesten en él; pero no lo será ni más ni menos por lo que acaba de ocurrir".

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