Progressio harmonica: Fátima, la hija del Profeta y la Tierra celeste (Primera parte)

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Progressio harmonica: Fátima, la hija del Profeta y la Tierra celeste (Primera parte)

Cualquier persona que esté mínimamente familiarizada con el órgano sabe qué es lo que se conoce como "juegos de mutación". Son armonías que permiten que cada nota "haga hablar" simultáneamente a varios tubos de longitud diferente; de este modo, además del sonido principal, se percibe un determinado número de armónicos. Entre los registros dominantes, la progressio harmonica designa una ejecución que permite oír más armónicos a medida que se avanza hacia el agudo hasta que, a partir de una altura determinada, resuena además el sonido fundamental.

Al mencionar esto, de paso y sin ninguna pretensión técnica, lo hacemos con una intención muy determinada. Nos parece que se produce un fenómeno muy elocuente, que nos permite expresar con mayor claridad el sentido en el que hay que entender el subtítulo que hemos dado a este libro: "Del Irán mazdeísta al Irán chiíta". A través del nexo existente entre el antiguo Irán mazdeísta y el Irán chiíta, en el que estudiaremos con mayor profundidad la escuela espiritual que desde finales del siglo XVIII dio un nuevo impulso en el islam iraní a la gnosis chiíta tradicional, se produce un fenómeno similar a la progressio harmonica. Cuanto más "ascendemos", más armónicos escuchamos, hasta que terminamos oyendo el fundamental, el que ha dado el tono al capítulo anterior.

De este modo, la analogía que proponemos puede ayudarnos a comprender determinadas peculiaridades de la historia espiritual de Irán. La filosofía, del islam iraní, chiíta o no, se ha estudiado tan poco hasta ahora en Occidente que tanto los especialistas en el antiguo Irán como los especialistas de la filosofía islámica como tal parecen a veces sorprendidos, cuando no irritados, si se les enseña una conexión que no estab aprevista en el programa. Hay muy pocos iraníes cultos, por otra parte, que permanezcan insensibles a esta conexión. Para lograr aquí una representación adecuada, es probable que debamos renunciar a alguno de nuestros métodos habituales, que sólo tienen en cuenta la historia externa, y la consideran con la perspectiva de grandes corrientes que hay que determinar, influencias que hay que deducir, o explicaciones causales preocupadas esencialmente por reducir todo a lo mismo. Si un fenómeno se resiste a esta reducción a lo idéntico por vía causal, si se rebela a la etiqueta elaborada de antemano, enseguida se nos acusará de dejarnos llevar por algo falso. Esto es lo que ha hecho excepcionalmente difícil el tratar los hechos espirituales como tales, sobre todo los acaecidos en Irán, porque los hechos espirituales como tales son discontinuos e irreductibles; no tienen lugar en un tiempo homogéneo; cada uno de ellos es su propio tiempo. Aquí vamos a considerar brevemente dos de estos "tiempos". Por una parte, el "tiempo" de Suhrawardī, cuya obra pertenece cronológicamente a nuestro siglo XII. El autor lleva a cabo el proyecto de resucitar en el Islam la sabiduría, la teosofía, de la antigua Persia. El tema del Xvarnah, la Luz-de-Gloria, y la angelología mazdeísta a través de la cual interpreta las Ideas platónicas, domina su horizonte metafísico. Nos ocuparemos por otra parte del "tiempo" chiíta, determinado cualitativamente por la Idea del Imam oculto y de su parusía. Esta idea resuena como el armónico de un sonido fundamental percibido ya en la idea zoroástrica del Salvador escatológico o Saoshyant, aunque ni Suhrawardī ni los chiítas son zoroástricos. Son, y pretenden ser, la religión oficial y mayoritaria en el Islam, en un Islam espiritual, por supuesto, que se aleja profundamente del Islam legalista. Si nos atenemos a la historia positiva de las cosas externas, sin llevar a cabo la reducción fenomenológica, ¿cómo podríamos autentificar como "histórico" un fenómeno que diera valor o impulsara, en un mundo determinado, ciertas percepciones adquiridas por un mundo ajeno, incluso heterogéneo, a éste? A menudo se habla de sincretismo, de conciliación dialéctica, de transposición artificial. Y con eso ya está dicho todo.

En realidad, nuestros Espirituales no realizan ningún sincretismo, como tampoco tienen que pretender llevar a cabo ninguna conciliación dialéctica, porque disponen de un modo de percepción distinto al que nos ha reducido nuestra conciencia histórica unidimensional. Disponen, en primer lugar, de un mundo con distintos niveles, y es precisamente uno de estos niveles el que intentamos presentar y situar en este libro. A lo largo de estas páginas volveremos a encontrar esta expresión de uno de nuestros autores: "Ver o percibir las cosas en Hūrqalyā". En esta frase hay una alusión a la activación de la facultad de percepción adecuada, esa de la que, en segundo lugar, disponen nuestros Espirituales. Esta activación es la que se designa a través del término técnico de ta'wīl, que etimológicamente quiere decir "devolver" los datos a su origen, a su arquetipo, a su donante. Para eso hay que rescatarlos de cada uno de los niveles o planos a los que tuvieron que "descender “para llegar al modo de ser que corresponde al nivel de evidencia de nuestra consciencia común. Esta operación debe conseguir equiparar unos niveles con otros.

De ahí que el ta’wīl por excelencia sea la hermenéutica de los símbolos, la exégesis, el sacar a luz los sentidos espirituales ocultos. Sin el ta’wīl no existiría ni la "teosofía oriental" de Suhrawardī ni, de manera más general, ese fenómeno espiritual que transfigura el sentido del islam: la gnosis chiíta. Y, recíprocamente, sin el mundo de Hūrqalyā que estudiamos aquí, es decir, sin el mundus imaginalis, el mundo de las Formas imaginales en el que actúa la percepción imaginativa, capaz de comprender el sentido oculto porque es capaz de transformar en símbolos los datos materiales, en definitiva, sin la "historia imaginal" cuyos acontecimientos se desarrollan en Hūrqalyā, no sería posible el ta’wīl. El ta’wīl implica la superposición de mundos e intermundos, como base correlativa de la diversidad de sentidos de un mismo texto.

Es evidente que en Occidente se conoce esta "técnica", que enseguida degeneró en técnica artificial, pero por razones ajenas a su propia naturaleza, y que falseaban su uso, tanto porque estaba alejada de la teosofía de la que es correlativa, como porque se vio privada de su espontaneidad por la autoridad de un magisterio externo. En la actualidad, filólogos e historiadores la consideran algo artificial y desdeñable, cuando no insoportable. No creo que haya que discutirlo para tratar de convencer a unos y otros.

Fuente: Henry Corbin, Cuerpo espiritual y Tierra celeste Del Irán mazdeísta al Irán chiíta, Traducción de Ana Cristina Crespo, El Árbol del Paraíso Ediciones Siruela, 2a. Edición: octubre de 2006

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