Mahmud Darwish

La muerte de fénix

hay una flauta,

en la flauta que nos habita

un fuego

y en el fuego que encendemos

un Fénix verde.

En su elegía no he distinguido

mi ceniza de tu polvo.

 

Una nube de lilas basta para ocultarnos la

jaima del pescador.

Camina, pues, sobre las aguas como el Señor.

Ella me ha dicho:

El recuerdo que llevo de ti no está

desierto

y ya no hay enemigos para las rosas que

surgen de los escombros de tu casa.

 

Un anillo de agua rodeaba la elevada

montaña

y el Tiberíades era el patio trasero del primer

Paraíso.

Le dije: la imagen del universo se ha completado

en unos ojos verdes.

 

Ella me respondió: Oh, mi príncipe y mi cautivo,

guarda mis vinos en tus jarras.

 Los dos extraños que se han consumido en

nosotros son

esos que hace un instante han intentado

matarnos,

los que volverán a sus espadas dentro de poco,

los que nos preguntan: ¿Quiénes sois?...

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