De cómo la esposa tuvo en cuenta a su esposo y le rogó a Dios que la perdonase por cuanto había dicho

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De cómo la esposa tuvo en cuenta a su esposo y le rogó a Dios que la perdonase por cuanto había dicho

Cuando ella vio que él se ponía fiero y díscolo, comenzó a llorar; ciertamente las lágrimas son la trampa de la mujer. Dijo: «¿Cómo iba a imaginar semejantes palabras de ti? Esperaba algo distinto». La mujer se aproximó humillándose: «Soy tu polvo, indigna de ser tu esposa. Cuerpo y alma, cuanto soy es tuyo; toda la autoridad y mando te pertenecen. Si mi corazón se impacientó a causa de la pobreza, no es por mí, sino por ti. Tú has sido el remedio en mi aflicción, no quiero que estés en la indigencia. Por mi alma y mi conciencia, no lo hago en interés propio: todas estas quejas son por ti. Por Dios que en todo momento moriría por ti. Quisiera que tu alma, que la mía adora, supiera mis más íntimos pensamientos».

Si piensas mal de mí, ya no me interesan mi cuerpo y mi alma. Renuncio al oro y la plata, puesto que así me tratas, oh consuelo de mi alma. Tú que vives en mi alma y mi corazón, ¿vas a dejarme por tan pequeña ofensa? ¡Vete, pues! Ya que tienes poder para hacerlo, pero mi alma te ruega que no lo hagas. Recuerda cuando yo era bella como un ídolo y tú me adorabas. Tu esclava enciende su corazón para darte gusto: si dices que algo está «cocido» ella dirá que está «quemado». De cualquier forma que me guises, soy como tu espinaca, no importa que sea en amarga sopa o en un dulce, tú te mereces mi afecto. Pronuncié una infidelidad, pero he vuelto a la verdadera fe, me someto con toda mi alma a tus órdenes. No conocía tu real naturaleza y me impuse ante ti como un animal. He hecho la lámpara del perdón, me arrepiento y renuncio a oponerme. Pongo ante ti la espada y el sudario; inclino mi cuello hacia ti para que golpees.

Hablas de amarga separación; haz lo que quieras menos eso. Tu conciencia argumenta a mi favor, intercede perpetuamente ante ti en mi ausencia. Tu noble naturaleza aboga por mí; confiando en ella pequé contra ti. Ten misericordia, sin vanagloria, oh furioso, tú cuya naturaleza es mejor que cien panales de miel.

De este modo zalamero hablaba, y luego se puso a llorar. Cuando los sollozos sobrepasaron los límites —ella que era fascinante incluso sin lágrimas— salió de esa lluvia un relámpago que golpeó el corazón del hombre solitario.

Aquella cuyo hermoso rostro esclavizaba a los hombres ¿cómo sería cuando se comportaba como una esclava? Si ante su altivez tiembla tu corazón, ¿qué pasará cuando caiga llorando ante ti? Si su desdén te partía el corazón ¿qué harás cuando suplique? La que nos atrapaba con su tiranía y crueldad ¿cómo rogaremos cuando ella implore?

Dios ha dispuesto para los hombres esta atracción ¿cómo escapar de ella? Puesto que creó a la mujer para que Adán encontrara consuelo en ella ¿cómo va Adán a separase de Eva? Aunque sea Rustam hijo de Zal y más valiente que Hamza, en cuanto a autoridad, está sojuzgado por su mujer. El Profeta que cautivaba el mundo con sus palabras solía decir: «¡Háblame, oh Humayra!». El agua vence al fuego, pero este la hace bullir cuando está encerrada. Si hay un caldero, oh rey, el fuego aniquila el agua y la convierte en aire.

Aunque externamente domines a tu esposa, como el agua que apaga el fuego, internamente estás sometido y buscas su amor. Es una característica del hombre: los animales carecen de este amor y esa falta se debe a su inferioridad.

Título original: Mathnawi, Traducción: Carmen Liaño

Tipo de poesía: 
Tipo de texto: 
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