El fuego de tu rostro

El fuego de tu rostro

Desde ahora me agarraré a las faldas de aquel alto ciprés

que de raíz me arrancó con su grácil estatura.

No es necesario vino ni juglar, abre tu velo,

que el fuego de tu rostro mehace bailar como la ruda.

No hay rostro que espejo de la suerte pueda ser en la alcoba nupcial,

excepto el rostro frotado con pezuña de caballo bayo.

Dije: peno por ti y claramente enunciaré este secreto.

¿Qué hacer?, ¿cuánto?, ¿hasta cuándo? Mipaciencia ha llegado a su término.

No mates a mi ciervo de almizcle, oh cazador,

avergüénzate de aquel ojo negro y no lo ates con lazos.

Terrenal soy: desde este umbral elevarme no puedo.

¿Cómo besar el labio de aquel alto palacio?

Otra cosa que tu bucle el corazón enamorado no desea.

¡Ay de este corazón que ni de cien escritos consejos acepta!

Deja tu corazón, Hafez, en aquel negro bucle almizclado:

es preferible que el que está loco permanezca atado.

 

Fuente: Hafez Shirazí, 101 Poemas

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