Cinco sentencias poéticas sobre ética

Cinco sentencias poéticas sobre ética

Autor: Sadi Shirazi

1

El patrimonio sirve para vivir tranquilo, pero no se vive para acumular patrimonio. Le preguntaron a un sabio: «¿Quién es afortunado y quién desgraciado?». Respondió:

«Afortunado es el que sembró y comió, y desgraciado el que murió y dejó».

Por quien no ha hecho nada no hagas oración, que sólo vivió para amasar y no comió.

 

2

Moisés, sobre él sea la paz, aconsejó a Coré diciéndole: «Haz el bien de la misma manera que Dios te hace el bien a ti». Él no escuchó y ya conoces su final.

Quien por dinero, buenas obras no ha hecho, por dinero hallará también la perdición.

Si quieres de las riquezas mundanas sacar provecho, haz el bien a la gente como te lo hace Dios.

Dicen los árabes: «Sé generoso y no esperes por ello recompensa, ya que al final el beneficio volverá a ti».

El árbol de la generosidad,

allí donde raíces echa,

llegan hasta el cielo su copa y sus ramas.

Si comer frutos de él es lo que esperas,

no sierres su tronco esperando las gracias.

Por éste tu éxito da las gracias a Dios,

y por no excluirte de su gracia y su bondad.

No esperes las gracias por ser siervo del sultán,

dale las gracias al sultán por ser su servidor.

 

3

Dos personas se esforzaron en vano y sufrieron para nada: una la que amasó y no comió, y otra la que aprendió y no obró.

Por mucho que adquieras conocimientos,

si no los practicas serás un necio.

Pues no es sabio ni es erudito

el burro que carga con varios libros.

¿Qué sabe el burro cabeza hueca

si lleva libros o carga leña?

 

 4

La ciencia es para cuidar la religión, no para codiciar lo mundanal.

El que ascetismo, ciencia y piedad vendió,

llenó un granero y luego lo quemó.

Un sabio impío es como un ciego con una antorcha, guía a los demás pero no se guía a sí mismo.

Pasa en vano aquel que en su vida,

sin comprar nada su oro dilapida.

 

5

El ornato de un reino son los sabios, y el de la religión, los virtuosos. Los reyes tienen más necesidad de la compañía de los sabios que los sabios del poder de los reyes.

Escucha este consejo, oh soberano,

que no lo oirás mejor en este mundo:

«Solamente al sabio se le confía el trabajo,

aunque trabajar no es cosa de cultos».

Fuente: Golestán (La rosaleda) de Sa’dí  Shirazí, Editorial el Cobre, 2007

Fundación Cultural Oriente

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