Cuento de los ladrones

Cuento de los ladrones

Una banda de ladrones árabes se encontraba apostada en la cima de una montaña; tenían

cerrado el paso de las caravanas, los habitantes de la región se hallaban intimidados por

sus emboscadas y el ejército del sultán estaba doblegado, pues se habían refugiado y

atrincherado en un lugar inaccesible de la cima. Los consejeros de aquellos reinos delibera-

ron para alejar de sí aquella calamidad, pues si continuaban resistiendo les sería imposible

enfrentarse a ellos.

 

Un árbol que raíces acaba de echar,

con la fuerza de un hombre puede ser movido.

Mas si largo tiempo está en el mismo lugar,

no lo arrancarás ni tras haberlo retorcido.

Se impide con una pala que un arroyo avance,

pero cuando se llena, no lo pasa un elefante.

 

Así pues, resolvieron enviar a alguien para que los espiase y aguardar la primera ocasión

en que abandonasen el lugar para cometer alguna fechoría. Luego enviaron a varios

hombres aguerridos para que se escondieran en el valle. Por la noche los ladrones

regresaron de la incursión con el botín, se desarmaron, se desvistieron y guardaron el

fruto de su pillaje. Avanzada la noche cayeron rendidos al sueño:

 

Se ennegreció el disco solar,

en la boca del pez entró Jonás.

 

Los guerreros salieron de su escondite, les ataron las manos a la espalda y al amanecer

fueron llevados ante el rey. Este dio orden de que los matasen a todos. Ocurrió que entre

ellos había uno que estaba en la flor de su juventud, con la barba recién crecida cual hierba

de un jardín. Uno de los visires, besando el suelo ante el trono del rey y mediando, dijo:

 

 

«Este muchacho aún no ha comido ninguna fruta del huerto de la vida y ni siquiera ha

crecido del todo. Un servidor espera magnanimidad de su majestad y que actúe con gracia

no derramando su sangre». Al oírle el rey frunció el ceño, y no estando de acuerdo, dijo:

 

«Por la luz de los píos no será influido

aquel que es mal nacido.

Como colocar una nuez en una cúpula

es educar a los indignos.

 

»Es primordial extirpar de raíz esta baja ralea, pues apagar el fuego dejando las ascuas y

matar a las víboras y dejar sus crías, un sabio no lo haría.

 

Aunque de las nubes llueva agua de vida

no comerás fruto de un sauce jamás.

Con un bellaco no compartas tus días,

que de la caña corriente azúcar no comerás.»

 

El visir escuchó aquello, lo aprobó aunque con desgana y alabó el razonamiento del rey

diciendo: «Esto que mi señor, alargue Dios su reinado, acaba de decir, mucha verdad

encierra, pues si el muchacho se educara con esos malhechores acabaría como uno de

ellos; sin embargo, un servidor alberga la esperanza de que si se junta con gente de bien,

acabará adoptando la usanza de los sabios, ya que aún no es más que un muchacho y no

ha tenido tiempo para adoptar la crueldad y la rebeldía de su banda, pues dice uno de los

hadices: Todos los niños nacen con inclinación hacia el islam, pero son los padres los que hacen de

ellos un judío, un cristiano o un mago».

 

Con los malvados se asoció el hijo de Noé

y su saga de profetas terminó con él;

el perro de la caverna asocióse varios días

y se hizo humano con la gente pía.

 

Al decir esto, varios cortesanos le ayudaron a interceder hasta que el rey renunció a la

sangre del muchacho, diciendo: «Le perdono aunque no lo vea apropiado».

¿No sabes lo que al héroe Rostam le dijo Zál?

«No subestimes al enemigo ni lo tengas en nada;

muchos arroyuelos hemos visto de ínfimo caudal

que al camello cargado se llevó sus aguas desbordadas.»

 

Así pues, el muchacho recibió una educación esmerada y dispuso de maestros para su

enseñanza a fin de que aprendiera un lenguaje exquisito, el arte de responder y otros

hábitos para el servicio de su rey hasta que fuese del agrado de los suyos. En cierta ocasión

el visir quiso alardear ante el rey explicándole que el muchacho había adquirido talento y

buenas cualidades merced a la buena influencia de los sabios y que había superado su

anterior ignorancia y conducta. El rey, al oírle sonrióse y dijo:

  

En lobo se convertirá

el lobezno cuando crezca,

y el criarse con humanos

no hará que se nos parezca.

 

Dos años transcurrieron de esta guisa hasta que una banda de salteadores se unió al

muchacho; pusiéronse de acuerdo cuando la ocasión se presentó y mataron al visir y a sus

dos hijos, llevándose consigo una incalculable fortuna; se rebeló y se asentó en las cuevas

ocupando el puesto de su padre. El rey, trastornado por aquello, dijo mordiéndose los

dedos:

¿Cómo se puede hacer con un vil metal un buen sable?

¡Oh sabio!, con lecciones no se hace persona a un indeseable.

La lluvia, y no vemos tacha alguna en su naturaleza,

en un jardín hace crecer amapolas y en tierra yerma maleza.

Con la mala gente mostrarse indulgente

es como hacer el mal a la buena gente.

 

Fuente: Sa’dí Shirazí, Golestán (La rosaleda), Editorial El Cobre, España

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Tipo de texto: 
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