Cuento del sabio enamorado
Cuento del sabio enamorado
Conocí a un sabio que se había enamorado de una persona y cuyo secreto había
traspasado la cortina de la intimidad. Padecía una gran desdicha. En cierta ocasión le dije
para confortarle: «Sé que el amor hacia esa persona tiene una razón y que no está
fundamentado sobre una futilidad; aun así, no es digno de un sabio señalarse a sí mismo
como acusado y exponerse al escarnio de los groseros». Respondió: «Oh amigo, deja de
llenar mis horas de reprimendas; muchas son las ocasiones en que he reflexionado sobre lo
que acabas de decir pero mostrarme paciente frente al escarnio me parece más sencillo que
no verle, pues los sabios han dicho: es más fácil ser perseverante que retirar la vista del
amante».
Quien en manos de su amante pone el corazón,
tiene en manos ajenas el motivo de su dolor;
la gacela que lleva al cuello un ronzal
no puede por sí sola caminar.
Quien sin cierta persona vivir no puede,
si te hace daño aguantarse debe.
Un día le dije: con tu amante ten cuidado.
Cuántas veces lo que dije he lamentado,
pues no amonesta un amigo a otro amigo,
y yo someto mi corazón a su albedrío.
Si quiere me atraerá a su lado con suavidad,
y si me rechaza, lo que hace él sabrá.
Fuente: Golestán (La rosaleda), Sa’dí al‐Shirazí, Editorial El Cobre, España,2012