De cómo Adán, la paz sea con él, se asombró ante la perdición de Iblis y mostró vanidad

Autor: 

De cómo Adán, la paz sea con él, se asombró ante la perdición de Iblis y mostró vanidad

 

Un día Adán miró con desprecio a Iblis el condenado. Se comportó con arrogancia y soberbia: se rio de la situación del maldito Iblis. Los celos de Dios clamaron: «Oh elegido, eres ignorante de los misterios ocultos. Si Él le diera la vuelta a Su abrigo, arrancaría de cuajo hasta la más firme montaña; en ese instante haría que cien adanes se avergonzaran y sacaría cien diablos recién convertidos al Islam».

                Adán dijo: «Me arrepiento de mi conducta; no volveré a pensar de un modo tan irrespetuoso». ¡Oh auxilio de quiénes piden socorro, condúcenos! No hay orgullo en el conocimiento ni en la riqueza. No dejes que se descarríe un corazón al que Tú has guiado y aparta el mal que el Cálamo ha escrito. Que la desgracia de Tu decreto pase de nuestras almas; no nos separes de los que están satisfechos (contigo). Nada hay más amargo que estar separado de Ti: sin Tu protección no hay más que perplejidad.

                Nuestros bienes (mundanos) atacan a nuestros bienes (espirituales): nuestros cuerpos arrancan el vestido (de espiritualidad) de nuestras almas. Puesto que nuestra mano devora nuestro pie, ¿cómo salvar el alma sin Tu seguridad? Y aunque se salve de estos terribles peligros, solo será un conjunto de infortunio y miedo, porque el alma, cuando no está unida al Amado, se encuentra ciega y triste consigo misma para siempre.

                Si Tú no le admites, aunque salve el alma, considera muerta al alma que quiere vivir sin Ti. Si reprendes a Tus esclavos, es adecuado, oh Tú de quien se cumple todo deseo. Y si dices que el Sol y la Luna son escoria, y si dices que el ciprés se doble, y si dices que el empíreo y el cielo son despreciables, y si dices que la mina y el mar son pobres, es adecuado con referencia a Tu perfección. Tuyo es el poder de perfeccionar todas las mortalidades, pues eres santo y libre de peligro y no-existencia. Tú eres quien trae a los no existentes a la existencia y se la otorgas.

                El que hizo crecer, puede quemar, porque cuando rompe, puede reparar. Cada otoño quema el jardín; luego hace crecer de nuevo la rosa que tiñe el vergel, diciendo: «Oh tú que estabas marchita, sal, sé de nuevo fresca, bella y afamada». El ojo del narciso se cegó: él lo curó. El cuello de la caña se cortó: él lo revivió.

                Puesto que estamos hechos por Dios y no somos creadores, no podemos ser más que humildes y contentos. Somos todos de la carne y estamos ocupados con la carnalidad: si Tú no nos llamas, somos todos Ahrimanes (diablos). Si nos hemos librado de Ahriman es porque Tú has redimido a nuestras almas de la ceguera.

                Eres el Guía de todo el que tiene vida ¿qué hace el ciego sin bastón ni lazarillo? Excepto Tú, todo lo que es dulce o amargo destruye al hombre y es la esencia del fuego. Cualquiera que se refugie en el fuego se convierte en un mago y un Zoroastro. Todo salvo Allah es vano: en verdad la gracia de Allah es una nube que derrama lluvia abundante y continua.

Título original: Mathnawi

Maulana Jalāl al-Dīn Rūmī, 1273

Traducción: Carmen Liaño

Tipo de poesía: 
Tipo de texto: 
Share/Save