De cómo el hombre aconsejó a su esposa diciendo: «No desprecies a los pobres, considera perfecto el trabajo de Dios y no permitas que tus vanos pensamientos y opiniones sobre tu propia penuria te lleven a criticar la pobreza y zaherir a los menesterosos»

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De cómo el hombre aconsejó a su esposa diciendo: «No desprecies a los pobres, considera perfecto el trabajo de Dios y no permitas que tus vanos pensamientos y opiniones sobre tu propia penuria te lleven a criticar la pobreza y zaherir a los menesterosos»

 

«Oh esposa», dijo, «¿eres una mujer o el padre de la aflicción? La pobreza es mi orgullo, no me lo reproches. Las riquezas son como un sombrero: el calvo se refugia en el gorro, pero el que posee bellos rizos está más contento con la cabeza descubierta. El hombre de Dios se parece al ojo: por ello su vista está mejor desnuda que cubierta. Cuando el tratante de esclavos ofrece su mercancía, destapa las ropas que ocultan defectos. “Este”, dice, “se avergüenza del bien y del mal; desnudarle le haría huir de ti”».

            El mercader está metido en el vicio hasta las orejas, pero tiene dinero y el dinero tapa su lacra, pues por la avaricia, ningún codicioso ve su depravación: la codicia es un lazo que une los corazones. Y si un mendigo pronuncia palabras de oro, su mercancía no llegará a la tienda.

            El asunto de la pobreza está fuera de tu comprensión: no la desdeñes pues los derviches están más allá de la riqueza y la pobreza: poseen una abundante porción entregada por el Todopoderoso. Dios el Altísimo es justo, ¿cómo podría un justo ser tiránico con los débiles? ¿Cómo iba a dar riquezas a este y poner a aquel sobre el fuego? El fuego le quema por pensar mal del Señor que creó ambos mundos. ¿Acaso son vanas y falsas las palabras: «la pobreza es mi orgullo»? No; son mil ocultas glorias y desdenes.

            Enfadada, me has vilipendiado; me has llamado cazador de amigos y serpientes. Si capturo una serpiente le extraigo los colmillos para salvarla de que le aplasten la cabeza. Con ello convierto al enemigo en amigo, puesto que esos colmillos son una amenaza para su vida. Nunca pronuncio encantamientos por motivos de codicia: la he vuelto del revés. ¡No lo quiera Dios! Nada deseo de los seres creados: hay un mundo entero en mi corazón, por el contentamiento. Tú, sentada en lo alto del peral, ves, así las cosas: baja para que cese el mal pensamiento. Cuando giras y giras y te mareas, te parece que la casa da vueltas y eres tú la que te mueves.

 

Título original: Mathnawi

Traducción: Carmen Liaño

Tipo de poesía: 
Tipo de texto: 
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