De cómo el rey se dio cuenta de que los médicos no podían curar a la doncella y como volvió su rostro hacia Dios y soñó con un hombre santo

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De cómo el rey se dio cuenta de que los médicos no podían curar a la doncella y como volvió su rostro hacia Dios y soñó con un hombre santo

 

Cuando el rey vio la impotencia de los galenos, corrió descalzo a la mezquita. Entró en ella y se dirigió al mihrab: la alfombra de oración se empapó con las lágrimas del monarca. Al volver en si del éxtasis (fana) abrió los labios en alabanza y loas, diciendo: «Oh, Tú cuyo menor don es el imperio del mundo, ¿qué puedo decir, puesto que Tú conoces lo que está oculto? Oh Tú en quien siempre, en la necesidad, nos refugiamos: nuevamente hemos extraviado el camino. Pero Tú has dicho: “Aunque conozco tu secreto, no obstante, decláralo sin dilación en tus actos externos”.

Cuando profirió un grito de súplica, desde lo profundo de su alma, el mar de la munificencia comenzó a agitarse. En medio de su llanto, le sobrevino el sueño: soñó que un anciano aparecía y le decía: «¡Albricias, oh rey! Tus plegarias han sido agraciadas. Si mañana te busca un extranjero, viene de Mí. Cuando llegue, él es el hábil médico; considéralo veraz, pues es recto y leal. ¡Contempla en su remedio la magia absoluta y, en su temperamento, percibe el poder de Dios!».

Cuando llegó la hora prometida y nació el día, y el Sol en el Oriente comenzó a quemar las estrellas, el rey se hallaba en el mirador esperando lo que se le había mostrado misteriosamente. Vio una persona excelente y devota, un sol dentro de una sombra, viniendo de lejos, como la Luna nueva: era no-existente, aunque existía bajo la forma de la fantasía.

¡En el espíritu, la fantasía no es nada, mas contemplad un mundo que gira alrededor de ella! Su paz y su guerra circulan sobre una quimera y su orgullo y vergüenza brotan de una ilusión. Pero las fantasías que los santos atrapan son el reflejo de los seres hermosos del jardín de Dios.

En el semblante del extranjero estaba apareciendo la ilusión que el rey vio en su sueño. El propio monarca, en lugar de sus chambelanes, fue a recibir al huésped de lo Invisible. Ambos eran marineros que habían aprendido a nadar, sus almas estaban cosidas sin mediar puntos.

El rey dijo: «Tú eras mi Amado, y no ella; pero en este mundo los actos surgen de los actos. Oh tú que eres para mí como Mustafá (Muhammad) y yo soy como Omar, me aprestaré para servirte».

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