El comienzo
El comienzo
Antes todo, es necesario que conozcas bien el origen de los elementos. Dios creó el mundo de la nada para revelar su poder. Creó la materia de cuatro elementos, los hizo aparecer sin pena y sin trabajo. El primero es el elemento del fuego brillante, que se alza en lo alto, en medio está el aire, después el agua y debajo la tierra oscura.
Primero, el fuego comenzó a propagar sus rayos. Su calor produjo entonces sequía. A continuación, el reposo engendró al aire frío que, a su vez, dio origen a la humedad. Estando ya asignado el lugar de los cuatros elementos, éstos formaron este mundo transitorio. Se interpretaron unos y otros y aparecieron seres de todas las especies.
Se formó la bóveda celeste de rotación rápida y mostró incesablemente sus maravillas. Los sietes planetas tomaron la dirección de los doce meses. Cada uno se colocó en el lugar que le habían designado. Se revelaron la fortuna y el destino y llevaron, como es lo justo, felicidad a aquellos que los comprendieron. Los cielos se arroparon el uno entre el otro y comenzaron sus movimientos cuando todo fue armonía. Con sus mares y sus montañas, con sus llanuras y sus valles, la tierra era una lámpara brillante. Las montañas se elevaron, las aguas descendieron, las cabezas de las plantas se alzaron en alto. La tierra no tuvo en la repartición elevada. Ella formaba un punto central oscuro y negro. Las estrellas mostraron sus maravillas en los cielos y vertieron sobre la tierra sus luces. El fuego se elevó hacia el firmamento, el agua descendió, el sol comenzó a dar vueltas alrededor de la tierra. La vegetación apareció, así como árboles de todas las especies que elevaron alegremente sus coronas. Se extendieron, es el único poder que tienen; no pueden moverse por todos los lados como los animales.
También, cuando los animales, que pudieron moverse, aparecieron, escarbaron con sus patas toda la vegetación. Tienen el instinto del hambre, del sueño y del descanso. Están capacitados para amar la vida. No tienen el don de hablar con su lengua. No desean estar provisto de razón. Se nutren de arbustos y hojas. Desconocen la bondad o la maldad de sus acciones y Dios, su Creador, no les exige obediencia. Como Él es omnipotente, todopoderoso y justo, ninguna buena acción puede permanecer oculta.
Esto es así: nadie, ni entre los seres visibles ni entre los seres visibles ni entre los ocultos, sabe cuál será el fin de la existencia del mundo.
Fuente: Shahnameh (El libro de los Reyes) de Hakim Abolghasem Ferdowsi, Traducción Dra. Beatriz Salas de Rafiee, Publicado por la Organización Chape Par, Teherán, 2013