EL Comienzo de la historia de Leyla y Majnún (Segunda parte)

EL Comienzo de la historia de Leyla y Majnún (Segunda parte)

Todo aquello con lo que le alimentaron

contenía la palabra Amor.

Toda sustancia que ingería

contenía la palabra Amistad.

Toda línea azul que en su rostro dibujaron

era magia viva que lo salvaría del mal de ojo.

como el tulipán lavaba su boca con leche,

y como la hoja del jazmín con esta leche crecía.

En esa leche había

una dulzura

o había una luz.

habían pasado dos semanas del mes,

y había partido el mes en dos mitades .

El preceptor cumplió a la perfección su tarea,

y a su obra de arte le llamaron qeis.

Transcurrió un año y se le añadió perfección a su grandeza,

a manos llenas daba amor y mecía con cariño todo lo valioso.

cada año iba dos o tres veces, para jugar y alegrarse,

a un jardín en el cual se entregaba al amor.

Alcanzó los siete años,

su rostro de lirio se rodeó de violetas .

de los siete llegó a los diez,

y entonces su figura se convirtió en leyenda.

Todo aquel que vislumbraba su rostro,

aun de lejos, lanzaba un suspiro.

cuando el padre veía a su hijo se alegraba,

y de su casa lo envío a la escuela.

se lo entregó al maestro como estudiante,

y con éste trabajó noche y día.

Juntó a unos sabios y para elegir a los mejores encontró su acuerdo,

y todo niño que ahí se hallaba, por miedo o por ilusión,

consagrado a sus estudios estaba.

 Cuando con unos cuantos niños destacados también

se encontraban unas niñas en su mismo nivel.

cada uno había sido elegido en tribu y lugar distintos,

y luego habían sido reunidos.

En pasión de qeis se convirtió aumentar su conocimiento,

sólo perlas de sabiduría brotaban del rubí de sus labios.

de esta concha se alimentaban muchas tribus,

y tornábanse diamantes en bruto hasta las gentes de establo.

había una muchacha no alcanzada por maldad aún,

eran sus decisiones justas y razonables.

La pulieron cual piedra preciosa, quedó como la luna,

un siempre verde ciprés  era para quien la contemplara.

una sonrisa surgía de cada una de sus caricias,

con esto no sólo un pecho, sino miles de pechos

se inflamaban por ella.

con una de sus miradas lánguidas de gacela

mataba un mundo.

 

Fuente: Leyli y Majnún, Traducción Mohammad Kangarani, Ediciones Sígueme Salamanca, 2010

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