EL MENDIGO ENAMORADO DE AYAZ
Un mendigo se enamoró de Ayaz y esta noticia se extendió por todos lados. Cuando Ayaz iba a caballo por el camino, este
desgraciado, que estaba informado de ello, acudía.
Cuando Ayaz, perfumado de almizcle, venía a la plaza, este libertino espiritual sólo lo miraba a él, como el jugador de
mazo mira a la bola. Contaron el hecho a Mahmud, a saber, que este mendigo estaba enamorado de Ayaz.
Al día siguiente, cuando Ayaz apareció, este libertino acudió también, más enamorado que nunca. Miraba el rostro de
Ayaz; se hubiera dicho que el mazo iba a coger la bola. El sultán lo miró a hurtadillas y vio cómo el alma de Ayaz era como el
grano de cebada y el rostro de este hombre como el cascabillo que lo rodea. Vio que este mendigo tenía la espalda encorvada
como el mazo, que la cabeza le giraba como la bola del mazo y que iba errante por todos lados de la plaza, como la misma
bola. Mahmud lo llamó y le dijo: "Miserable mendigo, ¿quieres, pues, beber en la misma copa que el rey?" -"Aunque me
llames mendigo -respondió el derviche- no obstante no soy inferior a ti en el juego del amor. El amor y la pobreza van juntos;
el capital del amor es no tenerlo. Tú eres soberano y tu corazón está luminoso; pero, para el amor, es necesario un corazón
calcinado como el mío. Tú sólo tienes del amor un elemento más vulgar y eso es todo; ten paciencia pues un instante en el
dolor de la ausencia. A pesar de la unión de la que gozas, sabe tener el pie firme en el dolor de la ausencia, si verdaderamente
estás enamorado."
El rey respondió: " ¡Oh, tú que estás sin noticias de la existencia! ¿Por qué pues miras la bola del mazo?" -"Es -respondió
el mendigo-, porque esta bola está en movimiento como yo y yo como ella. Ella conoce mi valor y yo el suyo; ambos hemos
caído en el mismo extravío. Existimos sin cabeza ni pie. Ella me conoce y yo la conozco y ambos podemos hablar del dolor
que el mazo nos hace experimentar; pero la bola es más feliz que yo, pues el caballo la toca de vez en cuando con el pie.
Aunque yo sea como esta bola, sin cabeza ni pie, experimento sin embargo más dolor que esta bola. La bola recibe en su
cuerpo heridas del mazo; pero este desolado mendigo las experimenta en su corazón. En efecto, aunque la bola experimenta
pena sin analogía, Ayaz acaba por alcanzarla; pero en cuanto a mí, aunque yo experimente más tormentos aún que ella, sin
embargo Ayaz no va detrás de mí, aunque yo esté delante de él. La bola ha caído a veces en su presencia, mientras que este
mendigo siempre está alejado de él. Al final, cuando ella llega ante él, experimenta la alegría que da el vino de la unión. Yo
no puedo siquiera participar en el olor de su unión, mientras que la bola está unida a él y así me ha traído a mí la bola del
éxito".
“¡Oh derviche mío! -le dijo entonces el rey-, te has vanagloriado ante mí de tu pobreza. Si no mientes, ¡oh desgraciado
mendigo! debes tener un testigo de tu pobreza."
-"Mientras esté en posesión de la vida -respondió el derviche-, yo no soy un indigente. Tengo pretensiones; pero en
realidad no pertenezco a la asamblea. Si sacrifico mi alma por el amor, este sacrificio es la prenda de mi pobreza espiritual. Y
si tú, ¡oh Mahmud! tienes el sentimiento del amor, sacrifica tu vida, si no no tengas la pretensión de amar".
Habló y su alma dejó al mundo; la dio inmediatamente por la cara de su bienamado. Cuando este libertino espiritual hubo
entregado así su alma sobre el polvo del camino, el mundo se oscureció para Mahmud, por el efecto del pesar que
experimentó.
Si consideras que es poco jugarse la vida, ven a ver este extraordinario hecho. Si te dicen una vez "Entra", entonces a fin
de oír, desde el camino en el que estás, esta consoladora palabra, debes volverte de tal forma sin cabeza ni pie, que puedas
jugarte todo lo que poseas y, cuando la buena nueva te llegue, tu razón y tu alma estén completamente desordenadas