El tema de trasfondo islámico en el Quijote: cautivo cristiano y exiliado morisco (II)

Desde la presentación del cautivo y su compañera, el narrador cedido omnisciente aún en tercera persona no pierde detalle de maneras, vestidos con apropiados nombres de otras latitudes (bonetillo de brocado, almalafa, borceguíes datilados, alfaje morisco, etc), así como el uso del árabe en relación directa con el texto castellano. Todo un repertorio de recursos y demostración que Cervantes no cesará de aplicar cuando aparezcan descripciones de ambientes, paisajes urbanos o marítimos e incluso apreciaciones étnicas (la voz "mora" es signo de diferenciación de costumbre -vestidos- y de religión, nunca étnica o racial), todo, para afirmarnos el autor que el mundo islámico es conocido por él.

La narración, hoy lo sabemos, es abundante en personajes reales de fácil localización histórica: Zoraida fue hija del renegado Hajji Murad, alcalde de Argel, la cual se casó con el sultán de Marruecos Abd-el-Malik. Si don Miguel llama Zahara a uno de los personajes de Los Baños de Argel, aquí lo transforma en Zoraida, ahora enamorada de un cautivo español, voluntariosa en su empeño por convertirse al cristianismo. "Cae" pues Cervantes en el marco del tema y escenario morisco -con mucho placer podíamos añadir-, que como ya sabíamos era de fuerte tradición literaria; pero no sólo eso, la historia del cautivo es de una importancia documental sin límites, de la agitadísima ciudad de Argel, en una época en la que cada vez más el diálogo Cristiandad-Islam se iba diluyendo por la presencia de los colosos español y turco empeñados en destrozarse el uno al otro. La España islámica octosecular saldrá perjudicada de este enfrentamiento civilizacional que ya se había acelerado en 1492. La ceguera y sordera habían pues comenzado hace un siglo y la brecha no cesaba de anchear, el Quijote es penúltimo testimonio y prueba de ello.

Cervantes no disimulará demasiado que su historia de cautiverio parte de leyendas argelinas, conocidas por él y que al mismo tiempo se desarrollaba en la Península a través de leyendas medievales francesas e italianas (carolingias y de Cruzadas, Leandra, Hª del Emperador Carlo Magno, Los doze pares de Francia, etc), adaptadas éstas a su vez de antiguos cuentos arábigos, estudiadas todas ellas en la insuperable y prestigiosa obra de Francisco Márquez Villanueva [5]. La tradición de la "morica garrida" es puntualmente la linea desde donde va a arrancar la trama de la historia argelina. Al triángulo fundamental de personajes: Zoraida-Cautivo-Agi Morato (padre de ella) le sigue el ansia de conversión (desesperada y que inunda todo el ambiente ideológico, casi platónico del relato: ¿Quiere Cervantes lanzar un mensaje de última y urgente esperanza de conversión a la población morisca?) de Zoraida, el ansia de libertad del Cautivo, la justificación por amor-seducción de ambos objetivos comunes de la pareja, ante la impotencia moralizadora y de espectador directamente afectado de todo el desenlace de Agi Morato. El tema de la conversión de una morica enamorada de un cristiano tiene origen ultrapirenaico mezclado con lo peninsular, pero aquí Cervantes evita las fáciles soluciones y nos sumerge en un universo problemático, con nuevo planteamiento y fines literarios.

Zoraida (ya no la Zora de su teatro) es un cuadro de seducción erótica, un retrato de hagiografía casi mariana (recordemos como conocemos a nuestros personajes en la obra: su acompañante-"marido", ella huidiza y en cuadrúpedo por transporte, pura escena de Nazareth (I,41), descripción iconográfica al detalle), según algunos críticos "se venera a sí misma" con una siempre infantil referencia a las leyendas marianas que actúan por milagro en las acciones humanas pero que ella acredita como sustento firme para lograr su conversión; aquí el capitán es un mero instrumento de realización práctica y náutica, el narrador necesario en primera y cuarta persona, y aún en contrariedad que encontramos en la venta manchega.

Nuestra dama no es personaje convencional, es la lucha de su "yo mismo" con su pasado y anterior educación, su propia moral, ego que no dudará en aplicar con toda su dureza y frialdad a su padre Agi Morato. Late aquí un contraste con la moral cristiana pero casa muy bien una cierta conciencia islámica de "cada uno en sus asuntos" (Al Corán, XCIX, 6) y el peso moral y autorresponsable, intransferible de la pureza de alma de uno, y sólo uno propio ante Allah y no ante los demás, meros espectadores del Dictamen Supremo. No hay pues intercesores en el juicio hombre-Dios, sólo uno mismo con sus palabras, acciones y pensamientos:"Lo bueno que te ocurre viene de Allah y lo malo, de ti mismo. Te hemos enviado a los hombres como Mensajero (Muhammad) y Allah basta como Testigo" (Al Corán IV,79). No dudará pues la argelina en despedir a su padre: "Ella (Lela Mariem, la Virgen María) y Alá te guarden", "el verdadero Alá te guarde", "...que el grande Alá...", "Alá te guarde" (I,40).

Prosigue el léxico costumbrista en: cianí, zalemas ("hicimos zalemas al uso de los moros" I,40), jumá, tagarinos, mudéjares, elches, y el marco ambientalista "del patio de nuestra prisión caían las ventanas de un moro rico y principal las cuales, como de ordinario son las de los moros, más eran agujeros que ventanas y aún éstas se cubrían de celosías muy espesas y apretadas" (I,40).

El contraste Rui Pérez-Zoraida se acentúa y persiste a lo largo de la narración. Ella es calculadora, rica, de orgullo voluntarioso para lograr su objetivo al precio que sea, él es hombre fiel, desgraciado en su vida, juguete de su destino y ante todo, está en manos de su amada, depende directamente de ella y se siente instrumento de su voluntad. El cautiverio se entiende así como un Destino que no conducirá a un feliz convencional, pues a pesar del desenlace del capítulo final, nos queda un sabor agridulce para esta enigmática pareja, fruto de contrastes individuales y forzados por sus civilizacionales. Leyendo superficialmente lo tridentido y cristianizante del argumento se entrelee una cierta supremacía moral de la cultura islámica sobre la infantilidad que azota la cultura cristiana de la Europa del momento, cultura también suicida y despótica, un posible mensaje criticista de un Cervantes próximo a determinadas corrientes erasmistas y puede que hasta sincrético-islámicas, volveremos sobre ello.

Zoraida es pues, libre del concepto del pecado cristiano, una conciencia que se quiere expandir utilizando su plena capacidad para alcanzar su objetivo de libre estado anímico -la auténtica libertad y no otra- apostando por la tragedia, autoafirmándose como ser humano y como, pasmémonos todos, mujer del XVI y por si fuera poco de educación musulmana. Su padre, liberal donde los haya, no podrá entender nada. Márquez Villanueva afirma:

“Aunque en el fondo no sea más que un autoengaño (su conversión al cristianismo), su declaración de ceder en su conducta ante fuerzas superiores a su voluntad ofrece un claro sabor islámico y por tanto Cervantes no nos presenta a Zoraida como bautizada, igual que no la presenta nunca como esposa del Cautivo”[6]

Alison Weber[7] remite el origen argumental del capitán cautivo a Boccaccio con Historia de Tancredio y su hija Guismunda y a Lucas Gracián Dantisco con su "Novela del Gran Soldán con los amores de la linda Axa y el príncipe de Nápoles" en su obra Galateo español. Sin embargo, observa el carácter desde el dudoso rigor psicoanalista. La escatología cristiana del momento justificaba la legitimidad de desobedecer a un hijo/a si el padre era pagano (de hecho Zoraida no hará esfuerzo alguno por convertir a su padre: ¿frialdad filial?) desterrados los argumentos jurídicos y teológicos, el dilema de los personajes es psíquico:"la dolorosa disolución de un lazo endógeno, además la maldición", "maldita sea la hora en que yo te engendré", sea tradicional o no, identifica a Zoraida con el placer sexual [...] y con "regalos y deleites sensuales"[8], aunque podemos intuir un exceso en su conclusión "Zoraida no reclama su libertad sexual sino el derecho a experimentar la inmadurez sexual, el derecho a ser protegida y criada por una madre poderosa y benevolente, Lela Marién". Podemos dudar de la intención psicológica de Cervantes aún sin negar que la narración puede tratar de "un relato de exogenia o huida del poder paternal-familiar", y que no es novela simplemente de tema amoroso o religioso sino de ansiedades muy humanas y contradictorias, donde el Cautivo llega a definirse como "padre y escudero y no de esposo" (de ella).

La autobiografía del capitán consta de un bloque narrativo historicista donde se entremezclan el cuento folclórico, la crónica, la novella y la novela de aventuras a la bizantina, y un segundo bloque poético de sonetos donde hay una clara intención de quiebra de la cronología de la crónica, y donde se habla de muerte y resurrección[9]; unen los tiempos del poeta y el de la venta, en la cual ya se respira el mensaje final de la obra, la búsqueda y esperanza de la libertad a veces muy humanizada, otras no tanto.

Plomizo ambiente de preparación continúa de fuga, la novela insertada del Cautivo no es materia amorosa, ni siquiera esa moral contrarreformista y tridentina que se respiraba en otras obras del héroe de Lepanto en su teatro, donde la castidad y rigidez moral es mayor (Los Baños de Argel). El tiempo del relato de la huida se extiende en treinta y seis horas de acelerado clímax, acentuado con contrariedades náuticas (playa de la Cava Rumía -alegoría de signo negativo para el personaje femenino, detallado por el narrador-, piratas de la Rochela, mar levantada, etc) y un hombre fiel que permanece en sus ideas de fe islámica, Agi Morato.

Las historias de sarracenas rescatadas exigían, aparte de su héroe y su antónimo ideológico, la aparición de un personaje negociador de los "dos mundos", el Renegado, frecuentes en pagos de rescates de cautivos y esclavos, y viajes de difícil ejecución. Personaje controvertido donde los haya, su ambivalencia desconcierta a no pocos cuando desde el principio de su aparición sus ideales de fe son dudosos, su conversión, forzada o no, de poca credibilidad; sin embargo, es conocedor de ambas civilizaciones, ideologías y gentes que las pueblan, es un sabedor con gotas picarescas que intenta sacar buen provecho -en todos los sentidos- del conflicto:

Algunos (renegados) hay que procuran estas frases con buena intención. Otros se sirven dellas acaso y de industria; que viniendo a robar a tierra de cristianos, si a dicha se pierden o los cautivan, sacan sus firmas y dicen que por aquellos papeles se verá el propósito con que venían, el cual era de quedarse en tierra de cristianos, y que por eso venían en corso con los demás turcos” (I, 40)

Nuestro renegado es un personaje brusco, frío e implacable con Agi Morato, algo -pero poco- complaciente con Zoraida, calculador, relator de la verdad al padre rico, un técnico de la salvación del cautiverio y escéptico de cualquier evento, preparado para la contrariedad -¡Cómo reacciona en el episodio del descubrimiento del complot del jardín de Agi Morato!-. Para mayor perfección, don Miguel lo situará como natural de Murcia, lugar que le es conocido sin duda al autor. No obstante, observemos los primeros consejos de Zoraida que crearán un clima de tensión al lector desde su primera carta: "mira a quien lo das a leer; no te fíes de ningún moro, porque todos son marfuces" (¿moro o moro renegado, como peor-mejor intérprete para la ocasión?) pero ya había elegido el capitán, era necesario, como así lo confirman las medidas de seguridad del mismo a su renegado perfecto para la fuga:

     “yo me determiné de fiarme de un renegado, natural de Murcia, que se había dado por grande amigo mío, y puesto prendas entre los dos, que le obligaban a guardar el secreto que le encargase” (I, 40)

El trato a los enemigos militares de la España filipina, los turcos, aparte de ser vivenciado directamente por Cervantes, no es positivo para los otomanos en la obra. Desde la primera parte del relato donde sin ambages se expresa "y al cabo de algún tiempo [...] se tuvo nuevas de la liga [...] con Venecia y con España contra el enemigo común, que es el turco". Dicho esto después de relatadas las campañas de Flandes -crítica solapada del autor, contra los protestantes- con el duque de Alba, no podemos tener dudas que hay como un mito contra el Gran Turco, su Poder y hasta incluso su invencibilidad: "[Lepanto] y aquel día, que fue para la Cristiandad tan dichoso, porque en él se desengañó el mundo y todas las naciones del error en que estaban, creyendo que los turcos eran invencibles por la mar [...] donde quedó el orgullo y soberbia otomana quebrantada" (I, 39) aunque las contrariedades pueden también estar con la cristiandad: "Pero el cielo ordenó de otra manera, no por culpa del general que a los nuestros regía, sino por los pecados de la cristiandad y porque quiere y permite Dios que tengamos siempre verdugos que nos castiguen" (I, 39) ¿El Islam-Imperio Otomano? Sin duda.

Diferencia el de Saavedra moros de turcos y aquéllos suelen salir mejor parados en sus apariciones, bien por mejor conocimiento y familiaridad con la Berbería, bien porque la acepción "turco" es de difícil acotación, pues es aún hoy que "turcos" no designa a las gentes -diferentes etnias por otra parte- únicamente de la península anatólica, sino a pueblos, etnias y razas variadas bajo el poder otomano directamente desde el sultanato de su Umma. Cervantes beneficiará en trato a los moros en el episodio de los ladrones:

“porque es común y casi natural, el miedo que los moros a los turcos tienen, especialmente a los soldados, los cuales son tan insolentes, y tienen tanto imperio sobre los moros que a ellos están sujetos, que los tratan peor que si fuesen esclavos suyos” (I, 41)

Finalmente sólo resta subrayar la mutua acusación de mentirosos y engañadores entre personajes cristianos y musulmanes: "(Rui Pérez) y sabe que los cristianos cumplen lo que prometen mejor que los moros"; "(Agi Morato) porque vosotros, cristianos, siempre mentís en cuanto decís, y os hacéis pobres por engañar a los moros" (I, 41).

Agi Morato quiere resumir, en su despecho contra el destino, el mensaje clave de la Historia del Cautivo, de belleza cautivadora donde las hubiere, creadora de problemáticas de weltanschauung y humanas pasiones no amorosas pero trascendentales para los momentos decisivos de la vida del hombre: "porque el bien y el mal ¿se hallan siempre tan separados? Apariencia y realidad, ¿dónde empiezan y dónde terminan? el vicio y la virtud, la verdad y el error ¿son acaso monopolio de ningún grupo de seres humanos? Ahí están Zoraida y Agi Morato para confundirnos y para hacer vacilar en buena hora muchas convicciones fundadas sobre granito" al decir de Márquez Villanueva[10]. Pero quien no duda en su fe es Agi Morato: "Ni penséis que la ha movido a mudar de religión, entender ella que la vuestra a la nuestra se aventaja, sino el saber que en vuestra tierra se usa la deshonestidad más libremente que en la nuestra" ¿Hasta dónde puede llegar la crítica subyacente de Cervantes?, ¿Podría existir un cierto "Islam inconsciente" derivado de su trato con el mundo musulmán?

Esta ars nova que se nos presenta en medio de un Quijote ya de por sí novedoso, sin happy end por supuesto y con la extrañeza de un Don Fernando alucinado por lo escuchado por el capitán narrador en primera persona y nacido lejos de la morería y en plenas montañas de León (¿la Galiza germánica jamás islamizada, el propio y discutido origen norteño de Saavedra?):

     “este extraño suceso ha sido tal, que iguala a la novedad y extrañeza del mismo caso: todo es peregrino y raro, y lleno de accidentes que maravillan y suspenden a quien los oye” (I, 42)

3. EL EXILIADO MORISCO

Es intencionada la descontextualización histórica del Quijote por múltiples recursos mental-textuales que tienen como objetivo predisponer y disponer de una manera determinada al lector de la magna obra, por su propia y compleja intención.

El nuevo s. XVII fue para la Corona española y sus súbditos un prólogo difícil históricamente hablando: crisis de coyuntura económica, recesiva, guerras europeas, amenazas exteriores con piratería incluida, ascenso de la hegemonía francesa y protestante pasada ya la derrota de la Armada invencible y muerto Felipe II entre otras contrariedades. Saavedra huirá de las ciudades en sus narraciones, circulará por sierras y campos despoblados donde la realidad histórica incide política y socialmente como un barniz, excepto con un tema de mordiente actualidad de los primeros decenios del siglo: la expulsión de los moriscos, o lo que es lo mismo, el exilio forzoso de los musulmanes hispánicos normalmente convertidos por la fuerza al cristianismo -para que el peso del Santo Oficio pudiese operar sobre ellos-. Semeja una obsesión del autor castellano dicho tema, pues ya en su Persiles y Coloquio de los Perros aparece con notoria intencionalidad.

Si en la "Historia del Cautivo" se acentúa lo problemático por encima de lo argumentado, aquí seguimos con este sic et non tan caro al narrador, aunque ahora todavía con más razón. El contexto del autor y lector entre 1605 y 1615 estaba inundado por una propaganda popular-eclesiástica mayoritaria y de Estado, absolutamente anti-musulmana; y con el ambiente, la literatura. Creemos que Cervantes podía estar en contra del decreto de expulsión (de naturaleza muy diferente al dictaminado contra los judíos por tres grandes razones -entre otras muchas) de los moriscos:

1. Porque se consideraban parte del pueblo hispánico y no "otro" pueblo, amén de ser comunidad productora. Las declaraciones del jesuita Padre León (1610) sobre la conciencia hispánica y europea de los moriscos son recogidas por Américo Castro de una manera sorprendente [11].

2. En teoría, estaban avenidos al cristianismo y contra ellos "no se podía" cargar la penalidad de expatriación -so pena de muerte- aunque jamás lo podría expresar nuestro autor en aquel momento histórico, salvo si se dirigía a atentos e informados lectores...

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