Encuentro con un hombre cuyo nombre era él

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Encuentro con un hombre cuyo nombre era él

 

Él: ¿Qué noticias hay en la tierra?

 - Perdón, la tierra gira y Egipto

También gira, pero...

Él: Pero ¿qué?

No entierres secretos en tu pecho.

- ¿ Subo el volumen de la radio?

Él: No. Aquí estás seguro.

Di lo que quieras.

-  Estás a punto de convertirte en un mito.

Él: Eso no me alegra en absoluto.

Quien haga de mí un mito, me reniega.

No soy una imagen en el muro.

A Egipto le basta con las tres pirámides,

no tiene necesidad de una cuarta.

Prefiero ser ventana en una casa

a ser estatua en una calle.

- Y tu mausoleo...

Él (interrumpiendo):

Eso es lo que me empieza a preocupar

porque rechazo que se convierta en la lámpara de Aladino

que frote el impedido

o el pájaro ruc que se cuelga con las alas

a falta de manos.

Yo no soy una puerta

que se abre con un eslogan

y se cierra con otro eslogan.

Quien me cuelga en el ojal de su abrigo

o me momifica en su boca

no cree en mí.

Yo no soy un muro que cura al leproso

y al sarnoso si lo tocan.

No tengo nada que ver con eso.

¿Hay algo más?

- Temo que te conviertas en algo

sobrehumano.

Él: Cuando Dios ama a un ángel,

le convierte en un hombre.

- Tu muerte nos ha sorprendido.

Era el sufrimiento de la vida.

Él: No. Era la revolución, "otro julio",

la revolución del hombre contra el mito.

Tipo de poesía: 
Tipo de texto: 
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