Historia del schaikh San’an (primera parte)
Historia del schaikh San’an (primera parte)
El schaikh San'an era un santo personaje de su tiempo, más perfecto que todo lo que se pueda decir. Este schaikh permaneció retirado durante cincuenta años con cuatrocientos discípulos perfectos. Cada uno de estos discípulos, ¡cosa admirable!, no dejaba de hacer penitencia día y noche. Tenía como herencia las obras y la ciencia y también tenía amigos; tenía las ventajas exteriores y también tenía la revelación interior, así como la inteligencia de los misterios. Había realizado cuatro o cinco veces el peregrinaje a la Meca; había dedicado a este ejercicio un tiempo considerable. Hacía oraciones y ayunos sin número; no omitía ninguna práctica de la sunna. Sus mayores estaban fuera de sí con respecto a él, viéndose así sobrepasados.
Este hombre espiritual habría perforado un cabello; estaba fuerte en los milagros y los grados del espiritualismo. Cualquiera que estaba enfermo o abatido recuperaba la salud por su aliento.
En resumen, en la alegría y en la tristeza, era un ejemplo para los hombres y como una bandera para el mundo. Aunque se hubo visto modelo de sus compañeros, vio durante algunas noches en sueños la misma cosa, a saber, que se iba a residir de la Meca a Grecia y que adoraba a un ídolo. Después de haber tenido este enojoso sueño, comunicó el dolor que experimentaba por esto; pues, ¡ay! el José de la Gracia iba a caer en el pozo; una circunstancia difícil se le presentaba en el camino. "Yo ignoro -decía-, si podré retirar mi alma de este pesar; debo renunciar a la vida si quiero profesar la fe. En toda la superficie de la Tierra no hay un hombre que haya podido soportar tal vicisitud en su camino; si la sobrepasa, el camino será luminoso para él hasta que
alcance su meta; pero si no puede triunfar en ello, él camino será al final demasiado largo para él." En breve, este maestro incomparable dijo a sus discípulos: "Mi decisión está tomada; es necesario que vaya enseguida hacia el lado de Grecia, a fin de tener rápidamente la explicación de este sueño". Sus cuatrocientos discípulos fieles le acompañaron en el viaje. Fueron -desde la Caaba hasta los confines de Grecia, y recorrieron el país de una punta a otra. Por azar vieron un alto balcón donde estaba sentada una joven. Era una chica cristiana, de angélica figura, que poseía facultades contemplativas en el camino de Dios. Era un sol sin ocaso en la esfera de la belleza y en el zodíaco de la dignidad. El astro del día, por los celos que le inspiraba el resplandor de su rostro, aparecía en la calle donde ella vivía más amarillo que el rostro de los amantes.
Quienquiera que unía su corazón al cabello de esta joven ceñía el cinturón de los cristianos pensando en esta cabellera; quienquiera que colocara su alma en el rubí de los labios de esta encantadora belleza perdía la "cabeza" antes incluso de haber puesto el "pie" en el camino del amor; la aurora tomaba un tinte negro a causa de sus negros cabellos; Grecia se cubría de arrugas, a causa de esta moza de las efélides. Sus dos ojos eran la seducción de los amantes; sus dos cejas parecían arcos perfectos. Cuando miraba a sus admiradores, los derribaba sólo con su mirada. Su ceja formaba como la cimbra de la luna de sus ojos donde reposa la pupila. Cuando esta pupila de su ojo actuaba con energía, agarraba como una presa el alma de cientos de hombres. Su rostro, bajo sus lisos cabellos, brillaba como un carbón ardiente; el húmedo rubí "de sus labios" podía alterar a un mundo entero; el narciso de sus lánguidos ojos tenía por pestañas a cien puñales; aquel que tenía sed del agua pura que se bebe en su boca, como una fuente viva, sentía en su corazón el pinchazo de sus pestañas como otros tantos puñales. Como las expresiones no podían pasar por su boca, tan pequeña era ésta, no se comprendía lo que decía. En efecto, la forma de su boca era como el agujero de una aguja; y su talle, tan fino como un cabello, estaba además ceñido por su zunnar. En medio del mentón tenía un hoyuelo del color de la plata, vivificante como los discursos de Jesús. Miles de corazones, ahogados en sangre como José, se precipitaban a este pozo con la cabeza baja. Perlas tan brillantes como el sol adornaban sus cabellos; tenía el rostro cubierto de un velo de tela negra. Cuando esta jovencita cristiana levantó su velo, el corazón del schaikh ya sometido se inflamó. Así, al mismo tiempo que mostró su rostro por debajo del velo, cogió las riendas del schaikh de cien zunnar por medio de uno solo de sus cabellos. Aunque el schaikh no posó su mirada en la joven cristiana, sintió, sin embargo, un amor por ella que produjo tal efecto, que su libre albedrío resbaló por completo de sus manos y él mismo cayó sin que sus pies pudieran sostenerlo; cayó, digo, en este mismo lugar, consumido por el fuego del amor. Todo lo que tenía dejó de existir por completo; su corazón se disipó en humo por el efecto del fuego de su amor. El amor de esta joven saqueó su alma; la infidelidad se extendió sobre su fe desde los cabellos de la cristiana. El schaikh entregó, pues, su fe y compró la infidelidad; vendió su sana situación y adquirió la infamia. Este amor actuó en su alma y su corazón con violencia hasta el punto que desesperó de su corazón y se hartó de su alma: "Cuando la religión os deja -gritó-, ¿para qué el corazón? ¡Oh, qué penoso es para mí el amor que siento por esta joven cristiana!"
Cuando sus discípulos lo vieron tan afligido, comprendieron lo que le había ocurrido. Se admiraron "por su causa" y, estupefactos, mantuvieron la cabeza baja. Algunos le dieron consejos que no tenían utilidad, pues admitiéndolos no habría experimentado ningún bienestar. No obedecía a nadie que le diera su opinión, pues su aflicción no era susceptible de ningún remedio. ¿Cómo podría recibir órdenes un amante apasionado? ¿Cómo podría aceptar un remedio un dolor que destruye todo remedio? Durante todo este largo día hasta la noche tuvo el ojo fijo en el balcón y la boca abierta. Las estrellas, que esta noche ardían como lámparas, recibían su calor del corazón de este santo personaje. Su amor se acrecentó cien veces esta noche e inevitablemente estuvo por completo fuera de él. Arrancó su corazón de él mismo y del mundo; echó polvo sobre su cabeza y se puso de luto. Durante algún tiempo no tuvo sueño ni reposo; estaba agitado por el amor y se lamentaba hasta el exceso. "Señor -decía-, ¿no está seguida esta noche del día para mí, o es que la lámpara del firmamento no arde? Me he quedado muchas noches en la abstinencia y nadie podría decir lo que he soportado. Ya no he tenido fuerza de arder como la vela; no ha quedado más agua para mi hígado que la sangre de mi corazón. Me han retirado, como a la vela, de la licuefacción y del arder; se me quema de noche y me guardan de día. He sido acosado toda la noche; me he quedado sumido en sangre desde la cabeza a los pies. Me han alcanzado cien ataques a cada instante durante la noche; pero ignoro cuándo llegará el día en que sucumbiré. Aquel que experimentara tales angustias durante una sola noche, tendría el corazón consumido para siempre. He permanecido día y noche en los mayores tormentos. Esta noche ha sido un día fatal para mí. El desgraciado incidente que debía sufrir un día, ha ocurrido esta noche. ¡Oh, Señor! no debe haber día después de esta noche; la lámpara del firmamento no debe arder .de nuevo. ¡Oh Dios! ¿qué señala, pues, esta noche? ¿Será el día de la resurrección? ¿Ha sido apagada por mis suspiros la lámpara del firmamento o bien se ha escondido por celos de la belleza del objeto de mi amor?
Esta noche es tan larga y negra como sus cabellos; sin esta circunstancia, estaría cien veces muerto, privado de ver su cara. Yo ardo en esta noche por el efecto de la locura de mi amor, no tengo fuerzas para soportar su agitación; ¿pero qué es mi vida para que yo la pase describiendo mi aflicción y deplorando lo que experimento? ¿Dónde está mi paciencia, para que retire mis pies bajo el faldón de mi vestido, o que así como los hombres `espirituales' tome la embriagante copa de vino? ¿Dónde está
mi fortuna, si no cumple mi deseo y si no viene en mi ayuda en el amor de esta muchacha? "¿Dónde está mi razón para que pueda hacer uso de la ciencia, o para que con habilidad me sirva por mí mismo de mi juicio? ¿Dónde está mi mano para que ponga polvo del camino sobre mi cabeza, siempre que la levantara de debajo del polvo y la sangre? ¿Dónde está mi pie, para que busque la calle de mi amiga? ¿Dónde está mi amiga para que me dé su corazón al verme en tal dolor? ¿Dónde está ella para cogerme de la mano? ¿Dónde está el día, para que en su duración yo lance gritos y gemidos? ¿Dónde está la inteligencia, para hacer de ella un instrumento de sabiduría? Mi razón, mi paciencia y mi amiga han
desaparecido. ¿Cuál es este amor, qué dolor es éste, qué cosa es ésta?"
Fuente: El Lenguaje de los Pájaros, Farid Uddin Attar, Traducción: Josefa García, Edicomunicación S.A., Barcelona