La princesa y el derviche

LA PRINCESA Y EL DERVICHE

Un rey tenía una hija, bella como la luna y a la que todos tenían simpatía y afecto. La pasión estaba continuamente alerta a causa de sus ojos medio cerrados por el sueño y por un dulce entusiasmo. Su rostro tenía la blancura del alcanfor y sus cabellos la negrura del almizcle. Los rubíes del agua más hermosa se secaban de celos ante el brillo de sus labios. Si manifestaba aunque fuera un poco de su belleza, la razón se entristecía al no poder apreciarla dignamente. Si el azúcar hubiera llegado a conocer el sabor de sus labios se habría coagulado o fundido de vergüenza. Por efecto del destino, un derviche, cuya vista recayó sobre esta brillante luna, se prendó de ella violentamente. El pobre hombre tenía en la mano un pequeño pan redondo, mientras que se había quedado en casa del panadero el pan que habría podido alimentarlo. Pero cuando su mirada cayó sobre la mejilla de esta luna, él panecillo cayó de su mano al camino. La joven pasó ante él como una llama de fuego y se alejó riendo. Cuando el derviche vio esta sonrisa, cayó sobre el polvo sumido en la sangre. Tenía aún la mitad de su pan y la mitad de su alma; fue privado de ambos al mismo tiempo. No tuvo reposo ni de día ni de noche; pero guardó silencio y se contentó con llorar y arder. Cuando se acordaba de la sonrisa de esta princesa, derramaba lágrimas como la nube que reparte una lluvia abundante. Este amor frenético duró siete años, durante los cuales él durmió con los perros en la calle de su amada.

Las gentes de la princesa acabaron por darse cuenta de la cosa y, como eran de un natural malvado, forjaron en común acuerdo el proyecto de cortarle la cabeza al derviche como se corta una vela. Sin embargo la princesa llamó al fakir en secreto y le dijo: "¿Hay algún acercamiento posible entre una persona como yo y una persona como tú? Pero sabe que mis gentes tienen algo contra tu vida; así que vete y huye; deja de permanecer ante mi puerta, levántate y desaparece".

El desgraciado derviche respondió: "El día que me enamoré de ti, lavé mis manos de la vida. Que millares de almas privadas de reposo como yo puedan sacrificarse por tu belleza a cada instante. Puesto que me quieren matar injustamente, di una palabra en respuesta a la única pregunta que tengo para hacerte. Puesto que tú eras la causa por la que me querían cortar la cabeza, dime ¿por qué te reías de mí?" -" ¡Oh ignorante! -le respondió ella-, cuando he visto que ibas a deshonrarte, he reído de piedad por ti. Me he permitido reír de piedad, pero no por burla." Ella habló y se retiró como el humo, lejos del desolado derviche.

Fuente: Título original: Mantic Uttair (¨El Lenguaje de los Pájaros¨)

(según la versión de Garcin deTassy) © 1986 by Edicomunicación

Traducción: Josefa García; Edita: Edicomunicación S.A. Las Torres, 75 08033 Barcelona, Impreso en España

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