Progressio harmonica: Fátima, la hija del Profeta y la Tierra celeste (Segunda parte)

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Progressio harmonica: Fátima, la hija del Profeta y la Tierra celeste (Segunda parte)

Aunque en Occidente haya ocurrido como ha ocurrido, lo cierto es que su uso en la teosofía islámica (la ḥikmah ilāhiyya) ha seguido disponiendo de medios muy distintos, y se ha desarrollado con toda espontaneidad. Si no comprendemos sus resortes, es incomprensible todo el conjunto de hechos espirituales que se desprenden de ella. El ta’wīl es, en definitiva, una percepción armónica: oír un mismo sonido (una misma aleya, un mismo hadiz, e incluso todo un contexto) a distintas alturas. Se escucha o no se escucha, pero no se puede hacer oír a quien no puede oír por sí mismo lo que es capaz de escuchar quien posee ese oído interior (el oído "hūrqalyāno"). En armonía, el secreto de toda progresión de acordes depende del ta’wīl de un acorde determinado.

Más adelante podremos leer algunas páginas de Suhrawardī, el joven maestro que murió mártir a la edad de treinta y seis años (587/1191), conocido desde entonces porque su gran preocupación fue el renacimiento de la antigua sabiduría iraní, como el "maestro de la teosofía oriental" (šayj al-Išrāq)1. Ya hemos pronunciado aquí su nombre anteriormente, y volveremos a hacerlo de nuevo, dado que su obra es clave para nuestro tema de la "Tierra celeste". En este cntexto nuestra intención se limita a llamar la atneción sobre algunas páginas de su obra más importante, ésas que mencionan expresamente, bajo el nombre que le otorga tradicionalmente la hierosofía mazdeísta, el rango y la función del Arcángel femenino de la Tierra: Spenta Armaiti, cuyo nombre, en iraní medio o pahlevi, evoluciona a Spandarmat, para llegar a Isfandārmuz en persa actual. El capítulo anterior nos ha mostrado cómo se organizaba en torno a él la constelación de los demás Ángeles de la Tierra.

En la doctrina de Suhrawardī, el esquema de los universos espirituales se presenta a grandes rasgos del siguiente modo: desde la primera Luz "victoriosa" (qāhir) existe el primer Arcángel surgido de la Luz de las Luces, conocido bajo su nombre mazdeísta tradicional, Bahman (Vohu-Manah), un pleroma de innumerables seres de luz, puras Luces inteligibles sin relación con ningún cuerpo material: es el mundo del Ŷabarūt. De él emana otro pleroma de sustancias de luz, algunasde las cuales tienen que asumir una providencia respecto a la especie material que constituye su "teurgia", y las demás tienen que desempeñar la función de Almas que animan de forma durarera o momentánea un cuerpo material. Las primeras son los Ángeles-arquetipos o Ángeles de las especies, entre los que podemos destacar los Amahraspands zoroástricos; Suhrawardī interpretará las Ideas platónicas bajo la óptica de esta angelología. Las segundas son las Almas de las Esferas (Angeli caelestes) y las almas humanas. El conjunto de estas dos categorías constituye el mundo del Malakūt, y la Tierra del Malakūt es la Tierra celeste de Hūrqalyā.

Entre los Ángeles de las especies se encuentra Isfandārmuz. Hay un rasgo muy significativo que ofrece una información segura: Suhrawardī emplea a su vez el antiguo término iraní característico, mediante el cual, como ya hemos visto, el Avesta designaba ya la función de Spenta Armaiti, es decir, la kadbānū'iyya, la función de "dueña de la casa". Como Ángel de la Tierra, Isfandārmuz asume especialmente la providencia de los reinos naturales en los que predomina el elemento telúrico, ya que la Tierra es la "teurgia" de su Ángel.

La Tierra es "la que recibe"; como receptáculo de los influjos y efectos de las Esferas celestes, asume el papel femenino respecto al masculino. Éste es uno de los temas que desarrollará, en sus clases impartidas en Shiraz, el profundo comentarista de Suhrawardī, Ṣadr al-Dīn Sīrāzī (Mullā Ṣadrā, muerto en 1640, véase II.I, VI y IX, en esta edición). Entre la Tierra terrenal y las demás Formas que son objeto de percepción sensible existe, por una parte, una relación similar a la existente, por otra parte, entre la Tierra ideal, es decir, el Ángel de la Tierra y las demás sustancias separadas o Ángeles de las especies. No se trata en absoluto de hablar de "pasividades" (infi'ālāt) en el mundo de los Inteligibles; la feminidad del Ángel de la Tierra consiste en que "es quien recibe", en quien se manifiestan la multitud de efectos e influencias de las "Inteligencias activas" querubínicas, de acuerdo con una gradación ontológica y una estructura inteligible, del mismo modo que, sobre esta Tierra, los efectos de los cuerpos celestes cuyos motores son estas Inteligencias, a través de sus Almas, se manifiestan siguiendo una sucesión cronológica y una estructura que es evidente. Ésta es en nuestra Tierra la parte de kadbānū'iyya que hace que nuestra Tierra se pueda simbolizar con su Ángel, Isfandārmuz2.

Este sencillo ejemplo, elegido entre otros, bastaría para demostrar cómo la teosofía especulativa del Irán islámico, desde Suhrawardī en el siglo XII hasta Ṣadr al-Dīn Sīrāzī en el siglo XVII (y habría que añadir que hasta sus actuales sucesores), preserva y sigue meditando acerca de la figura del Ángel de la Tierra, acerca de quien la religión mazdeísta había iniciado a los antiguos iraníes para que pudieran reconocer su persona. La figura, la Gestalt, queda preservada, idéntica a sí misma, a pesar de que hayan cambiado los elementos del contexto. Es admirable la fuerza del ta’wīl, de la hermenéutica espiritual, capaz de valorar todos los símbolos "devolviéndolos" al arquetipo. Ésta es la función iniciática que asume el islam espiritual, representada en la persona del "maestro de la teosofía oriental" y de sus seguidores.

Aún hay algo más. Cuando encontramos en Suhrawardī el nombre mismo de Isfandārmuz, Ángel de la Tierra y Sofía del mazdeísmo, no tenemos ninguna dificultad en reconocer sus rasgos, ya que no hay ningún nombre característico de su función que no haya pasado de la liturgia mazdeísta al contexto neoplatónico islámico de Suhrawardī. Pero puede ocurrir que el nombre ya no se vuelva a pronunciar, que aparezca en otro contexto distinto una Figura con un nombre diferente, y que a pesar de ello sigamos identificando los mismos rasgos, la misma Gestalt. Debemos permanecer atentos no obstante a lo específico del fenómeno espiritual que se nos va a manifestar. Tal como se nos presenta, no podemos decir tan sólo que se trata de una Figura que podría ser, ni más ni menos, un nuevo simbolismo del arquetipo personificado en Spenta Armaiti. Al nivel en el que nosotros vamos a poder percibirla, habría que hablar más bien de una figura-arquetipo del arquetipo, como si alcanzáramos la cima de la progressio harmonica, y por fin allí, y solamente allí, nos fuera dado escuchar también de nuevo el sonido fundamental. Es el Arcángel femenino de una Tierra supraceleste, que asume el rango y el privilegio de la Sofía divina, lo que se nos propone percibir al percibir a la altura del mundo del lāhūt la realidad eterna de la Resplandeciente Fátima, la hija del Profeta, tal como se medita en la gnosis chiíta, y más concretamente todavía en la Escuela šayjī.

Es cierto desgraciadamente, que al no poder hacer referencia de momento a una obra de conjunto acerca de las doctrinas chiítas, y en especial de las del ṣayjismo, corremos el riesgo de que nos tachen de utilizar alusiones oscuras. El chiísmo (la palabra, formada a partir del árabe ṣī'a, designa a la comunidad de fieles que siguen a los Imames de la familia del Profeta), que desde hace cinco siglos es la forma en que se manifestó el islam iraní desde el principio, sigue siendo un gran desconocido en Occidente. Con demasiada frecuencia, cediendo a las modas del momento, se reducen sus orígenes a aspectos de sucesión política. Al hacerlo así, se pierde de vista por completo la enorme obra literaria que constituyen las obras con las conversaciones de los primeros fieles con los distintos Imames hasta el siglo IX de nuestra era, conversaciones que atestiguan que el nacimiento del chiísmo significó ante todo el resurgimiento de la gnosis en el islam (un estudio que tratara de las doctrinas desde sus orígenes no podría separar el chiísmo duodecimano del ismaelí). La gnosis chiíta representa el esoterismo del islam por excelencia. El reconocimiento del chiísmo como religión de estado, efectuada por los safavíes en el siglo XVI, que supuso la formación de algo parecido a un clero oficial, preocupado casi exclusivamente por la jurisprudencia, tuvo como consecuencia inmediata el hacer más rigurosa todavía que en la actualidad la práctica de la "disciplina del arcano" entre los seguidores iraníes de la gnosis chiíta.

Si la profetología es un elemento esencial de la religión islámica como tal, ésta se divide en teosofía chiíta, en profetología e imamología. Junto a la función profética que da a conocer el mensaje de la Revelación literal, está la función iniciática, la que inicia en el sentido oculto de las revelaciones, y que es la que corresponde al Imam. Tras el ciclo de la profetología (dā'irat al-nubuuwwa), cerrado con Muḥammad, el "Sello de los Profetas", viene el ciclo de la Iniciación (dā'irat al-walāya), el ciclo actual, que se sitúa bajo el signo espiritual del XII Imam, el Imam oculto, "presente en los corazones, pero invisible para los sentidos".

El šayjismo, escuela surgida a finales del siglo XVIII bajo el impulso de la fuerte y elevada personalidad espiritual del šayj Aḥmad Aḥsā’ī (muerto en 1826), supuso un extraordinario renacimiento de la gnosis chiíta. Existe una literatura muy extensa, que en parte sigue estando manuscrita. Aquí no podemos esbozar siquiera el conjunto de sus doctrinas, pero a lo largo de las páginas siguientes veremos cómo y por qué el tema de Hūrqalyā es un tema esencial. Se analiza el sentido de la imamología con una gran profundidad (o elevación). Los doce Imames que han asumido la función iniciática después del mensaje de Muḥammad, su persona y la de su hija Fátima, que crea el linaje de los Imames, este pleroma de los “Catorce Inmaculados”, se comprende y medita no sólo como aparición efímera de su persona terrenal respectiva, sino en su realidad de entidades eternas precósmicas. Sus personas son esencialmente teofánicas; son los Nombres y los Atributos divinos, lo que sólo puede ser conocido por la divinidad; son los órganos de la divinidad; son sus “operaciones operantes”. Estructuralmente, la imamología asume en la teología chiíta el papel de la cristología en la teología cristiana. Por esta razón, cualquiera que haya conocido solamente el islam sunní, se encuentra en Irán ante algo inesperado, inmerso en un diálogo de una riqueza y de unas posibilidades imprevisibles.

Los Doce Imames forman pues en sus personas teofánicas, con el Profeta y la Resplandeciente Fátima, el pleroma de los “Catorce Inmaculados”; meditados en su sustancia y su persona preeterna, asumen un modo de ser y una posición análoga a los Aions del pleroma en la Gnosis valentiniana. Respecto al tema que nos ocupa, el tema de la Tierra celeste, vemos que la posición y la función de Fátima en este pleroma asumen un significado primordial.

Fuente: Henry Corbin, Cuerpo espiritual y Tierra celeste Del Irán mazdeísta al Irán chiíta, Traducción de Ana Cristina Crespo El Árbol del Paraíso, Ediciones Siruela. 2a. Edición: octubre de 2006

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