Sobre los efectos de la educación

Sobre los efectos de la educación  

 

Cuento 1 

Cierto visir tenía un hijo torpe. Se lo encomendó a un sabio a quien dijo que lo educase, a ver si lo volvía inteligente. Estuvo enseñándole durante un tiempo, pero fue en vano. Envió a su padre un mensajero para que le dijera que su hijo no sólo no aprendía, sino que le había vuelto loco a él. 

Cuando alguien es apto en su esencia,  En él influye la educación más,  pero no se podrá pulir jamás  el hierro de mala procedencia. Lava al perro en los siete mares  y será aún más impuro por eso. Y si el burro de Jesús a la Meca llevares,  seguirá siendo el mismo burro a su regreso.  

Cuento 2 

Un sabio estaba dando consejos a sus hijos: «Hijos míos, aprended un oficio, pues ni las riquezas ni las posesiones merecen confianza; la plata y el oro corren peligro cuando se viaja: o se los lleva el ladrón de una sola vez o se los come el señor poco a poco sentado. Mientras que el oficio es un manantial inagotable y una riqueza permanente, y si el artesano pierde su riqueza, he aquí que no hay causa de lamento, ya que el oficio es en sí mismo un género de riqueza; será respetado allá donde vaya y se sentará en lugares destacados; mientras que quien carece de profesión se alimentará de migajas y lo pasará mal». 

Al hombre sin dignidad le es difícil la obediencia  y soportar la tiranía tras recibir reverencias. 

Una vez hubo en Siria una disensión: todos salieron de su rincón,  los hijos sabios de los aldeanos  marcharon a ser visires del soberano,  y los hijos de los visires ignorantes  fueron a las aldeas como mendicantes. 

Si quieres la herencia de tu padre  aprende su sabiduría,  que su dinero lo puedes gastar  en un solo día.  

 

Fuente: Golestán (La rosaleda) de Sa’dí Shirazí, Editorial el Cobre, Madrid

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