Zal aconseja a Kavus

Autor: 

Zal aconseja a Kavus

Zal marchaba entonces el primero, seguido de los grandes con cinturón de oro; y cuando el hijo de Sam vio a Kavus, sentado en el trono y contento, se adelantó, cruzando las manos respetuosamente y la cabeza inclinada hacia el suelo, hasta que llegó a su asiento diciendo: “¡Oh rey del mundo, que llevas la cabeza en alto y eres el más grande entre los grandes! Jamás el trono ha visto un amo, ni jamás la corona ha tenido un dueño como tú. Jamás el cielo que gira no ha visto una fortuna como la tuya. Pueda ser que toda tu vida sea feliz y victoriosa ¡Que tu corazón se mantenga colmado de sabiduría y tu cabeza plena de justicia! El ilustre rey lo recibió graciosamente y lo hizo sentar a su lado en el trono. Se informó de las fatigas de un largo camino, de los héroes y de Rostan, que lleva en alto la cabeza. Zal le respondió: “¡Oh rey victorioso, puedas vivir feliz! Todos nos encontramos felices y contentos gracias al efecto de tu suerte. Llevamos la cabeza en alto por el favor de tu trono.” Seguidamente, comenzó a hablar y abrió de esta manera la puerta a los discursos respetuosamente:

“Oh, rey del mundo, eres digno del trono y de la corona del poder. Recientemente he oído algo de suma importancia, y es que el rey ha forjado planes contra Mazadarán. Hubo reyes antes que tú, y jamás entraron en ese camino. Han pasado muchos días sobre mí, y el cielo repetidas veces durante mi vida ha girado sobre la tierra. Manuchehr, que ha abandonado este inmenso mundo, dejando tras él muchos tesoros y palacios; Zu, Nozar y Keigobad y muchos otros héroes de quienes mantengo el recuerdo, nunca formaron planes contra Mazadarán, a pesar de sus grandes ejércitos y de sus pesadas mazas; ya que es la residencia de los Divs, hábiles en la magia. Es un talismán que se encuentra enteramente en poder de los hechiceros. Nadie puede romper esos lazos mágicos. No eches al viento tus preocupaciones tu poder y tus tesoros. No existe espada que pueda romper esos lazos, contra los cuales no prevalecen ni las riquezas ni el saber. Nadie aprueba tu partida, ni siquiera la deliberación sobre la salida. No debes conducir un ejército a ese país, ya que ningún rey ha creído que fuera una empresa afortunada. A pesar de que todos esos grandes fueron inferiores a ti, son los servidores de Dios, al igual que tú. No hagas derramar, para acrecentar tu gloria, la sangre de los grandes, un árbol cuyo fruto y desarrollo serán una maldición y que se desviara de las vías trazadas por los antiguos reyes.” Kavus le respondió: “No estoy por encima de los consejos que me puedes dar y, por tanto, soy más grande que Fereidun y Yamshid en valentía, en poder y en riqueza. Soy más grande que Manuchehr y Keigobad, que no osaron hablar  de Mazadarán. Mi ejército, mi corazón y mi tesoro, son más grandes y el mundo está sometido a mi afilada espada. Cuando tu levantaste tu espada, el mundo se sometió; ¿por qué hemos de dejar  de enseñar al mundo nuestras espadas? Yo iré y los atraeré a todos a mis lazos, les haré la guerra, según las costumbres de los reyes, les impondré pesados tributos e impuestos. No dejaré a nadie con vida en Mazadarán, tan viles y despreciables son a mis ojos las noticias de que la tierra se ha librado de ellos. Sin embargo, ahora es necesario que tú seas el dueño del mundo con Rostam; que tú seas el guardián infatigable de Irán. El Creador es mi protector y las cabezas de los valientes Divs son mi presa, y puesto que tú no quieres ser mi apoyo en el combate, al menos no me digas que me quede ocioso en el trono.” Cuando Zal hubo oído tales palabras, no vio más ni el comienzo ni el fin de todo esto. Él le respondió: “Tú eres el rey y nosotros somos tus esclavos. Si hemos hablado ha sido porque sufrimos por ti. Ordena lo que sea justo o injusto, nosotros no debemos actuar ni respirar sino según tu voluntad. Dije lo que tenía en el corazón. Dije lo que sabía. Nadie puede arrancar de su cuerpo el germen de la suerte, ni coser con una aguja el ojo del destino, ni liberarse de sus necesidades por medio de la abstinencia. El mismo rey no puede superar estos tres imposibles. ¡Que este mundo luminoso te de la felicidad! Pueda ser que no tengas que acordarte de mis consejos, ni arrepentirte de tu empresa! Pueda tu corazón, tu fe y tu ley brillar por siempre!”

En seguida, Zal se despidió del rey con el corazón lleno de angustia y preocupación sobre esta expedición. Se alejó de la presencia de Kavus, y el sol y la luna se oscurecieron ante sus ojos. Los grandes, llenos de valentía, como Tus y Gudarz, Bahram y Guiv, salieron con él, y este último dijo: “Le ruego a Dios que acepte guiarlo; si Dios no le concede su ayuda, no pongo en él ninguna esperanza ¡Puedan alejarse de ti las pasiones, la muerte y las necesidades! ¡Que ningún enemigo pueda extender su mano sobre ti! Por donde quiera que vayamos, por donde quiera que seamos, no oiremos decir de ti sino bendiciones. Después de Dios, el Creador del mundo, es en ti en quien el país de Irán coloca su confianza. Tú que has soportado tantas penas por amos a los valientes, que has realizado un viaje tan pesado para servirlos.” Todos abrazaron a Zal que partía para Sistán.

 

         

Zal aconseja a Kavus

Zal marchaba entonces el primero, seguido de los grandes con cinturón de oro; y cuando el hijo de Sam vio a Kavus, sentado en el trono y contento, se adelantó, cruzando las manos respetuosamente y la cabeza inclinada hacia el suelo, hasta que llegó a su asiento diciendo: “¡Oh rey del mundo, que llevas la cabeza en alto y eres el más grande entre los grandes! Jamás el trono ha visto un amo, ni jamás la corona ha tenido un dueño como tú. Jamás el cielo que gira no ha visto una fortuna como la tuya. Pueda ser que toda tu vida sea feliz y victoriosa ¡Que tu corazón se mantenga colmado de sabiduría y tu cabeza plena de justicia! El ilustre rey lo recibió graciosamente y lo hizo sentar a su lado en el trono. Se informó de las fatigas de un largo camino, de los héroes y de Rostan, que lleva en alto la cabeza. Zal le respondió: “¡Oh rey victorioso, puedas vivir feliz! Todos nos encontramos felices y contentos gracias al efecto de tu suerte. Llevamos la cabeza en alto por el favor de tu trono.” Seguidamente, comenzó a hablar y abrió de esta manera la puerta a los discursos respetuosamente:

“Oh, rey del mundo, eres digno del trono y de la corona del poder. Recientemente he oído algo de suma importancia, y es que el rey ha forjado planes contra Mazadarán. Hubo reyes antes que tú, y jamás entraron en ese camino. Han pasado muchos días sobre mí, y el cielo repetidas veces durante mi vida ha girado sobre la tierra. Manuchehr, que ha abandonado este inmenso mundo, dejando tras él muchos tesoros y palacios; Zu, Nozar y Keigobad y muchos otros héroes de quienes mantengo el recuerdo, nunca formaron planes contra Mazadarán, a pesar de sus grandes ejércitos y de sus pesadas mazas; ya que es la residencia de los Divs, hábiles en la magia. Es un talismán que se encuentra enteramente en poder de los hechiceros. Nadie puede romper esos lazos mágicos. No eches al viento tus preocupaciones tu poder y tus tesoros. No existe espada que pueda romper esos lazos, contra los cuales no prevalecen ni las riquezas ni el saber. Nadie aprueba tu partida, ni siquiera la deliberación sobre la salida. No debes conducir un ejército a ese país, ya que ningún rey ha creído que fuera una empresa afortunada. A pesar de que todos esos grandes fueron inferiores a ti, son los servidores de Dios, al igual que tú. No hagas derramar, para acrecentar tu gloria, la sangre de los grandes, un árbol cuyo fruto y desarrollo serán una maldición y que se desviara de las vías trazadas por los antiguos reyes.” Kavus le respondió: “No estoy por encima de los consejos que me puedes dar y, por tanto, soy más grande que Fereidun y Yamshid en valentía, en poder y en riqueza. Soy más grande que Manuchehr y Keigobad, que no osaron hablar  de Mazadarán. Mi ejército, mi corazón y mi tesoro, son más grandes y el mundo está sometido a mi afilada espada. Cuando tu levantaste tu espada, el mundo se sometió; ¿por qué hemos de dejar  de enseñar al mundo nuestras espadas? Yo iré y los atraeré a todos a mis lazos, les haré la guerra, según las costumbres de los reyes, les impondré pesados tributos e impuestos. No dejaré a nadie con vida en Mazadarán, tan viles y despreciables son a mis ojos las noticias de que la tierra se ha librado de ellos. Sin embargo, ahora es necesario que tú seas el dueño del mundo con Rostam; que tú seas el guardián infatigable de Irán. El Creador es mi protector y las cabezas de los valientes Divs son mi presa, y puesto que tú no quieres ser mi apoyo en el combate, al menos no me digas que me quede ocioso en el trono.” Cuando Zal hubo oído tales palabras, no vio más ni el comienzo ni el fin de todo esto. Él le respondió: “Tú eres el rey y nosotros somos tus esclavos. Si hemos hablado ha sido porque sufrimos por ti. Ordena lo que sea justo o injusto, nosotros no debemos actuar ni respirar sino según tu voluntad. Dije lo que tenía en el corazón. Dije lo que sabía. Nadie puede arrancar de su cuerpo el germen de la suerte, ni coser con una aguja el ojo del destino, ni liberarse de sus necesidades por medio de la abstinencia. El mismo rey no puede superar estos tres imposibles. ¡Que este mundo luminoso te de la felicidad! Pueda ser que no tengas que acordarte de mis consejos, ni arrepentirte de tu empresa! Pueda tu corazón, tu fe y tu ley brillar por siempre!”

En seguida, Zal se despidió del rey con el corazón lleno de angustia y preocupación sobre esta expedición. Se alejó de la presencia de Kavus, y el sol y la luna se oscurecieron ante sus ojos. Los grandes, llenos de valentía, como Tus y Gudarz, Bahram y Guiv, salieron con él, y este último dijo: “Le ruego a Dios que acepte guiarlo; si Dios no le concede su ayuda, no pongo en él ninguna esperanza ¡Puedan alejarse de ti las pasiones, la muerte y las necesidades! ¡Que ningún enemigo pueda extender su mano sobre ti! Por donde quiera que vayamos, por donde quiera que seamos, no oiremos decir de ti sino bendiciones. Después de Dios, el Creador del mundo, es en ti en quien el país de Irán coloca su confianza. Tú que has soportado tantas penas por amos a los valientes, que has realizado un viaje tan pesado para servirlos.” Todos abrazaron a Zal que partía para Sistán.

 

Fuente: “Shahname” –Libro de los Reyes–

Organización de Publicaciones, Teherán ,2013

Fundación Cultural Oriente

                                                                                                                            Hakim Abolghasem Ferdowsi Shahnameh (El libro de los Reyes).Traducción Dra.Beatriz Salas de Rafiee  .Publicado por la Organización Chape Par, Teherán ,2013

Tipo de poesía: 
Tipo de texto: 
Share/Save