Cuento del joven
Cuento del joven
Un joven ágil, elegante, risueño y de habla dulce estaba unido a nuestro círculo; su
corazón nunca se veía afectado por ninguna tristeza y siempre tenía los labios prestos para
reír. Dejó de venir un tiempo y cuando volvimos a encontrarlo tenía esposa e hijos, el
júbilo erradicado y marchita la flor de la pasión. Le pregunté: «¿Qué es todo esto y por qué
estás así?». Respondió: «Cuando tuve niños deje de portar-me como un niño».
¿Es que el niño y las canas han cambiado a mi compañero?
Como penitencia, basta el cambio del tiempo.
Deja las chiquilladas cuando te haces viejo
y deja a la juventud los chistes y los juegos.
En un anciano no busques alborozo,
que el agua ya no vuelve al arroyo.
Que cuando llega la hora de la siega,
no tiene ya el campo el verdor de la hierba nueva.
El periodo de la mocedad ya se ha acabado,
qué dolor y qué pena de mi pobre corazón;
se fue la fuerza de mis garras de león,
me conformo ahora con queso cual leopardo.
Una anciana se tino de negro el cabello;
le dije: «¡Eh, abuelita de mucha edad!
Créete que tienes negro el pelo de verdad,
pero nunca enderezarás tu joroba por ello».
Fuente: Sa’dí Shirazí, Golestán (La rosaleda), Editorial El Cobre, España