Historia del schaikh San’an (Segunda parte)
Historia del schaikh San’an (Segunda parte)
Todos los amigos del schaikh se interesaron por él y se reunieron esa noche a causa de sus quejas. Uno de ellos le dijo: “¡Oh gran schaikh, levántate y expulsa la tentación de que eres presa! Levántate y haz la ablución legal de esta tentación". El schaikh le respondió: "Sabe, ¡oh impaciente! que esta noche he hecho cien abluciones con la sangre de mi corazón". Otro le dijo: " ¿Dónde está tu rosario? ¿Pues cómo podrías conducirte bien sin rosario?" El respondió: "He echado al rosario de mi mano para poder ceñirme el `zunnar' cristiano". Otro le dijo aún: " ¡Oh viejo santo! si has pecado, arrepiéntete sin demora". El schaikh respondió: "Actualmente me arrepiento de haber seguido la ley positiva; quiero dejar la absurda posición donde estaba". Otro le dijo: "¡Oh tú que conoces los secretos! despiértate y levántate para la oración". Él dijo: "Dónde está el `mihrab' de la cara de mi amiga, para que desde ahora no tenga otra preocupación que hacer allí el `namaz'?"
Otro le dijo: "¿Hasta cuándo mantendrás este discurso? Levántate y ve a adorar a Dios en secreto". El schaikh dijo: "Si mi ídolo estuviera aquí, me convendría entonces, en efecto, hacer adoración ante ella".
Otro le dijo: "¿No experimentas entonces arrepentimiento? ¿No conservas, pues, ninguna adhesión al islamismo?" Él dijo: "Nadie está más arrepentido que yo de no haber estado enamorado hasta ahora". Otro le dijo: "Un divo te ha bloqueado el camino y traspasado inopinadamente el corazón con la flecha de la frustración".
El respondió: "Di al divo que bloquea mi camino que me ataque enseguida, si debe hacerlo, ágil y diestramente".
Otro le dijo: "Cualquiera que sea inteligente te dirá, aunque seas nuestro director, que te has perdido". Él le dijo: "Me afecta poco lo que se pueda decir y no tengo vergüenza de mi conducta. He roto con una piedra el fracaso de la hipocresía".
Otro le dijo: "Tus viejos amigos están afligidos por tu causa y su corazón se ha partido en dos". Él dijo: "Puesto que la joven cristiana tiene el corazón satisfecho, mi propio corazón no se preocupa del resto".
Otro le dijo: "Adáptate a nosotros, que somos tus verdaderos amigos, a fin de volver esta noche a la Caaba en nuestra compañía". Él dijo: "A falta de la Caaba, está la iglesia. Yo estoy en posesión de la razón en la caaba, pero estoy ebrio en la iglesia".
Otro le dijo: "Decídete a salir enseguida, ve a recogerte en el sagrado harén de la Meca y a pedir perdón a Dios". El respondió: "Yo quiero pedir mi perdón poniendo mi cabeza en el quicio de la puerta de esta moza. Déjame, pues, en paz".
Otro le dijo: "El infierno está en tu camino; sin embargo, siempre se puede evitar cuidándose a sí mismo". Él dijo: "El infierno puede estar en mi camino, pero es uno sólo de mis suspiros el que alimenta el fuego de siete infiernos".
Otro le dijo: "Vuelve a mejores sentimientos por la esperanza del Paraíso y arrepiéntete de tu mala conducta". El respondió: "Puesto que tengo una amiga con el rostro celestial, tengo a mi alcance el camino del Paraíso, si quiero llegar a él".
Otro le dijo: "Teme a Dios y ríndele el honor que le es debido". Él dijo: "Este fuego que Dios ha echado en mi corazón, no puedo rechazarlo de mi cuello".
Otro le dijo: "Renuncia a este peligroso objeto, vuelve a la fe y sé creyente". Él dijo: "No busques otra cosa en mí que la infidelidad. No pidas fe al que se ha vuelto infiel".
Como los discursos de los amigos del schaikh no producían ningún efecto sobre él, se decidieron a guardar silencio al ver que se habían tomado un trabajo inútil. Oleadas de sangre se agitaban en sus corazones y acabaron por salir fuera.
Por fin al día siguiente, cuando el turco del día, armado con su escudo de oro, cortó la cabeza con su sable a la negra noche y que el mundo, lleno de engaños, se sumergió en un océano de luz que provenía de la fuente del sol, el schaikh, antes tan apartado del mundo, pero desde ahora el juguete de su amiga, fue a su calle a errar con los perros. Se sentó, en meditación, sobre el polvo de la calle, con el corazón en desorden, como los cabellos que adornaban el rostro de su amada, parecida a la luna. Durante cerca de un mes, de día y de noche, esperó pacientemente en su calle para ver el sol de su cara. Al final, cayó enfermo, privado como estaba de ver a la que había sometido a su corazón y, sin embargo, no levantó la cabeza del quicio de su puerta. La tierra de la calle de este ídolo era su cama y el escalón de su puerta su almohada. Como la hermosa cristiana vio que no se iba de su calle, comprendió que se había enamorado de ella. Se disfrazó y le dijo1: "¡Oh schaikh! ¿Por qué estás así de turbado? ¿Cómo es posible que un abstinente como tú esté ebrio del vino del politeísmo y venga a sentarse en la calle de los cristianos? Si el schaikh me adora, la locura se amparará de él para siempre".
El schaikh le dijo: "Porque me has visto débil es por lo que has robado mi corazón, que no me pertenecía ya. Devuélveme el corazón, o cede a mi amor. Considera mi súplica y no actúes con mojigatería; deja la coquetería y el orgullo y fíjate en mí, que soy `pir' y desgraciado amante. ¡Oh mi amada! puesto que mi amor es serio, o me cortas la cabeza o traes la tuya a mis besos. Estoy dispuesto a sacrificar mi vida por ti, si tú lo pides; pues si quisieras me devolverías esta vida por el contacto de tus labios. ¡Oh tú cuyos labios y cuyos bucles de los cabellos me ofrecen ventajas y desventajas al mismo tiempo! poseerte es mi deseo y mi meta. No me arrojes ya sea al desorden por tus cabellos enredados, ya sea a la languidez por tus lánguidos ojos.
Por tu causa, mi corazón es como el fuego, mis ojos se tunden en agua; sin ti, estoy sin pariente, sin amigo, sin paciencia.
Privado como estoy de ti, he venido al mundo así como mi vida y he cosido mi bolsa por el efecto de tu amor. He esparcido lágrimas de mis ojos como la lluvia, porque aparte de ti mis ojos no me sirven ya para ver. A tu vista, mi corazón se ha quedado de luto; mi ojo ha visto tu cara y mi corazón se ha hundido en el pesar. Nadie ha visto lo que he visto yo con mis ojos, ¿y quién ha soportado lo que ha soportado mi corazón? De mi corazón sólo ha quedado la sangre; ¿pero podría alimentarme de la sangre de mi corazón si ya no me queda corazón? No me golpees más en lo sucesivo, a mí, desgraciado que te implora; no me abofetees con tanta violencia para tirarme por tierra. Mi vida se ha pasado en la espera; si puedo unirme a ti, encontraré al fin la vida. Cada noche le pongo trampas a mi propia alma; juego mi vida en la esquina de tu callé. La cara sobre el polvo de tu puerta, la doy gratis a cambio del polvo. Gimo lastimeramente a tu puerta; ábrela y admíteme un instante en tu presencia. Tú eres el sol; ¿cómo podría alejarme de ti? Yo soy la sombra; ¿cómo podría existir sin ti? Aunque soy como la sombra a causa del temor, sin embargo estoy en la ventana desde donde se descubre tu sol. Pondría debajo de mí las siete cúpulas del mundo, si bajaras tu cabeza hacia mí, que soy un hombre perdido."
“¡Oh viejo chocho! -le respondió la joven cristiana-, ¿no te da vergüenza de emplear alcanfor y de preparar: tu mortaja? Enrojece de confusión. Puesto que tu aliento es; frío, no busques intimidad conmigo. Te has vuelto ‘pir; no te hagas el proyecto de jugar tu corazón. Ocúpate actualmente de tu sudario; más te valdrá que ocuparte de mí.' En la avanzada edad que has alcanzado, limítate a la vida animal. No puedes inspirar amor; vete, pues. ¿Cómo podrías obtener la realeza, cuando no puedes encontrar pan para saciarte?"
El schaikh respondió: "Aunque dijeras aún mil otras cosas, sólo tu amor ocuparía siempre mis pensamientos. ¿Qué importa que sea joven o viejo para amar? El amor produce su efecto en todos los corazones que toca".
La joven dijo: "Si estás firme en tu proyecto, debes lavarte las manos del islamismo por completo, pues el amor del que no es idéntico a su amigo no es más que color y olor".
Dijo el schaikh: "Haré todo lo que me digas y ejecutaré todo lo que me mandes. Tú, cuyo cuerpo es blanco como la plata, yo soy tu esclavo; pon en mi cuello, para que se conozca mi esclavitud, un bucle de tus cabellos".
La joven dijo: "Si eres un hombre de acción, debes decidirte a hacer cuatro cosas; a saber: prosternare ante los ídolos, quemar el Corán, beber vino, cerrar los ojos a la religión positiva".
El schaikh dijo: "Consiento en beber vino, pero no acepto las otras tres condiciones. Puedo beber vino por tu belleza, pero no puedo decidirme a hacer las otras tres cosas".
Ella dijo: "Levántate, pues, y ven a beber vino; cuando hayas bebido vino, experimentarás la emoción que te decidirá a aceptar las otras condiciones".
Condujeron entonces al schaikh hasta el templo de los magos y sus discípulos acudieron allí a toda prisa. El schaikh vio allí una reunión completamente nueva para él, banquete cuyo anfitrión se distinguía por una incomparable belleza. El "fuego" del amor hizo desaparecer entonces el "agua" de sus obras y los bucles de los cabellos de la joven cristiana que él amaba se llevaron sus méritos. No conservó ni la razón ni su buen sentido; suspiró silenciosamente en aquel lugar. Aceptó una copa de vino de la mano de su amiga, la bebió y retiró su corazón de sus deberes. El vino y el amor de su amiga actuaron al mismo tiempo sobre el schaikh. ¡Qué digo! el amor que sentía por esta luna creció hasta el infinito. En efecto, cuando el schaikh vio a esta joven de graciosa boca y contempló sus risueños labios de rubíes como las dos valvas de una caja, el fuego del amor se amparó de su corazón y un río de sangre corrió hasta sus pestañas. Pidió más vino y lo bebió; se puso en la oreja un bucle'' de los cabellos de su amada "en señal de esclavitud".
Fuente: El Lenguaje de los Pájaros, Farid Uddin Attar, Traducción: Josefa García, Edicomunicación S.A., Barcelona