Adiós a los juegos de niños

Aquel bélico día

en que teníamos cinco años

nos divertíamos con el mundo

y sus montañas de turquesa

repletas de potros salvajes importados.

 

Nosotros al pie de esas montañas

jugábamos a las batallas

mientras las dinastías

construían castillos de barbarie.

 

Y vimos nubes de pólvora

embajadoras

de los cara de malos;

sus incoloros caballos

persiguieron a los nuestros

(potros salvajes importados)

y los ojos

se nos llenaron de escarcha:

perdieron el equilibrio.

 

 Y es que en menos de un parpadeo

vimos fusiladas

a nuestras insurrectas ansias,

mi cabeza y la tuya giraban

cual norias carcomidas

a nuestros cinco años.

 

Y nos llevó el tiempo

en sus crines eternas

hacia la luna que escupía rocío,

pero la noche no tenía estrellas

y los pájaros heridos

por el rugir de la metralla

seguían llorando por nuestras

ansias fusiladas.

 

Empero seguimos jugando

y con el químico de su tortura

nos bebieron los días,

y ya solo había

una sinfonía para acordeón camuflado,

un estallido de luces asesinas,

y la lluvia sobre nuestras mejillas.

 

 Y con un ábaco contamos los muertos

que estriaban la tierra

y en un sobresalto

nos percatamos

de que estábamos

en el centro de un genocidio.

 

No nos dan frío

los cara de malos

que perennemente moran

en casas blancas

aunque cuando hablen

lloren los pájaros,

nazcan los huérfanos

y se acaben

los juegos de niños.

 

Fuente: El Corazón en la Revolución, Mustafa Al-Salvadori, Editorial Elhame Shargh, Fundación Cultural Oriente, www.islamoriente.com

Tipo de poesía: 
Tipo de texto: 
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