Desierto de silenciosos

Desierto de silenciosos 

¡Levántate y en la copa de oro el licor del gozo vierte, antes de que ese cráneo en la tierra se asiente!  

Desierto de silenciosos será al fin nuestra morada, vaya en tanto el clamor nuestro a la cúpula miniada.  

Precario es el tiempo, ¿sabes?, de esta mansión que posees, del corazón de la copa el fuego arroja en tus bienes.  

Aparta ya el ojo impuro del que es Alma de las almas y a través del claro espejo, con claridad, ve su cara.  

Hice ablución en mis lágrimas, pues dicen los de la vía: purifícate primero, después, al que es puro, mira.  

Por tu verde torso, cuando me torne tierra, oh ciprés, arroja tu sombra en ella, y olvida tanta altivez.  

La serpiente de tu bucle nuestro corazón mordió.  Adonde se halle el antídoto, por tu boca, arrójalo.  

Oh Dios, aquel asceta egoísta que sólo ve los defectos... Al espejo de su mente lanza el humo de tu aliento.  

Como la flor al exhalar su perfume, Hafez, ábrete las vestiduras y arrójalas, luego, al paso de aquella grácil altura.

 

Fuente: 101 Poemas,  Hafez Shirazí, traducción Clara Janes, Editorial Alianza, Madrid

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Tipo de poesía: 
Tipo de texto: 
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