El antifaz
Galopa un facineroso,
un trovador de porfía
tiene el alma de un raposo
y ha dejado su mundillo
para surcar los desiertos
pues tiene la manía
de ser el ladrón número 41.
Un vendedor de patria
quiere comprar,
un comprador de idolatría
quiere vender.
Su anhelo es la poesía:
Una bucólica gris
donde pobre y rico
con rima
se arrimen al exterminio.
Y ahí va ese bardo
diciendo «¡Sésamo, abrite!»:
armas pretende encontrar,
almas desea perder
mas ya todos sabemos
que sólo es un antifaz:
ni partículas hay,
su crío se las gastó
matando niños
que perseguían
fugitivas burbujas
-inverosímiles pompas de oxígeno-
como en aquellos días
en que sus abuelos,
pastores de melancolía
defendían a vanidosas ovejas
que cantaban en la obscuridad
cuando la luna brillaba
en los ramadanes
de esos memorables paisajes
con esas honorables montañas
nodrizas de tanta sangre derramada.
Su paz fue sorbida
y el dolor
fue coche bomba en el corazón.
¡Fuego, fuego, fuego!
La pena es un elefante
tan viejo y tan gigante
que arrastra las patas
cansado de la perversidad.
Mientras en las serenatas
el Gran Satán
se quita el antifaz
y se revela su rostro
de bastardo Tío Sión.
Fuente: El Corazón en la Revolución, Mustafa Al-Salvadori, Editorial Elhame Shargh, Fundación Cultural Oriente, www.islamoriente.com