La historia de Zāl y Rudabeh (II)

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La historia de Zāl y Rudabeh (II)

Zāl, aunque pletórico por haber conseguido su amor, es también consciente de la situación que los rodea a él y a Rudabeh, de manera que a la mañana siguiente convoca a sus sacerdotes y consejeros para contarles lo que ha pasado. En la versión de Dick Davis se incluye un precioso discurso del príncipe albino agradeciendo a Dios que crease a los seres humanos por parejas, porque el mayor gozo de un héroe son sin duda sus hijos y el honor de una abundante descendencia. Entonces les habla de cómo Rudabeh ha capturado su corazón, y les pide su consejo. Al principio nadie dice nada porque, como mencionamos en la primera parte, Rudabeh es la nieta del Rey Demonio Zahhak, y nadie querría relacionarse con alguien de esa familia. Zāl, no demasiado contento, prácticamente les obliga a hablar, aunque sabe lo que todos están pensando: ¿cómo es posible que una flor tan bella como Rudabeh esté impregnada de tan potente veneno? Finalmente, el círculo de sabios aconseja al príncipe que escriba una carta a Sām, su padre, explicándole la situación. Porque si de verdad la ascendencia de Rudabeh no le importa, y aunque demonio sigue siendo la nieta de un rey, el padre del albino debería conocer todos los detalles.

La carta, como puede imaginarse, no es del agrado de Sām. Pero su hijo, que es muy inteligente, incluye en ella un párrafo que consigue conmover el corazón de su padre: cuando lo mandó apartar de su lado al nacer, por su albinismo, y Simurgh lo recogió y lo crió como a uno más de sus polluelos, el príncipe tuvo que crecer en un nido y en una montaña, mientras su padre gozaba de todo lujo y comodidad en la corte. Cuando Sām fue hasta el pie del Alborz para suplicar a la Emperatriz de los Cielos que le devolviese a su hijo, y ella accedió, ante toda la corte el rey anunció públicamente en el nombramiento de Zāl como príncipe que, en compensación, nunca se opondría a los deseos de su hijo.

Aquí se nos presenta el dilema del rey Sām, porque como antes comentamos, la noticia no hace sino encogerle el corazón. «Este», dice, «es el comportamiento de un muchacho impulsivo que ha sido criado en los salvajes. Pero si le digo que no, seré un hombre que dio su palabra para luego romperla. No obstante, si accedo, si le dejo seguir los deseos de su corazón, de un pájaro salvaje y la descendiente de un demonio, ¿qué tipo de criatura puede nacer?» [1]

No obstante, y como ya os hemos contado alguna vez, Zāl y Rudabeh están destinados a ser los padres del gran héroe y campeón Rostam, así que tras conocer de sus astrólogos la grandeza que adquirirá su nieto, Sām envía un mensaje de vuelta a su hijo diciéndole que cuenta con su bendición. Mientras tanto, los mensajes y los regalos no cesan entre los dos amantes. En el último de ellos, Zāl le cuenta a Rudabeh que su padre les permite casarse. Pero en un palacio los secretos no lo son mucho tiempo, porque Sindokht, la madre de Rudabeh, termina por descubrir este romance. Lo peor es que Mehrab también, y no puede sino prohibir y maldecir lo que acaba de pasar. En este pasaje del Šāh-nāmeh el lenguaje sube considerablemente de tono, y la situación se vuelve violenta. Mehrab está furioso, e incluso se arrepiente de no haberle cortado la cabeza a Rudabeh cuando nació; si Sām y Manuchehr marcharan sobre Kabul, la arrasarían, y esta relación maldita solo puede acabar en desastre. Sindokht está tan asustada por su hija que hace jurar a Mehrab ante Dios que no le hará ningún daño.

Por otro lado, los terribles temores de Mehrab están a punto de cumplirse. Manuchehr, rey de los Persas, se entera de lo que está pasando en Kabul y comparte el pensamiento de su enemigo: esta situación no puede sino acabar en desastre. Ordena a Sām que marche sobre Kabul con su ejército y lo reduzca todo a escombros, sangre y ceniza. Cuando llega a oídos de Zāl que las tropas están a punto de alcanzar, sale solo con su caballo a esperarlos. Porque «incluso si un dragón llega a prenderle fuego al mundo con su aliento, si quisiera conquistar Kabul tendría que arrancarme a mí primero la cabeza» [2].

Evidentemente, cuando el joven príncipe se da cuenta de que es su padre el que está comandando las huestes de Manuchehr, se le rompe el corazón. Desarmado y a pie se presenta ante su padre y soberano, y repite un discurso que hace que el propio Sām se baje del caballo y se le llenen los ojos de lágrimas. Zāl, consumido por el llanto (la situación no tiene que ser la más sencilla), le dice a su padre que no sabe cuál es el error que ha cometido, salvo amar a su padre pese a su rechazo y a su abandono, y cumplir sus órdenes. Sām, conmovido, tranquiliza a su hijo y le propone escribir una carta a Manuchehr, para intentar solucionar el asunto de la mejor manera posible.

Mientras tanto, Mehrab ve el ejército del rey de los persas a las puertas de su ciudad y en un ataque de cólera está muy cerca de matar a Rudabeh, pero Sindokht le dice que ella misma acudirá a hablar con Sām, para detener el posible ataque. Cuando la reina aparece frente al padre de Zāl, esta sosiega su agitado corazón contándole lo enternecido que está con el amor entre los dos jóvenes, y que están esperando la respuesta de Manuchehr a la carta enviada.

Es el propio Zāl el que se presenta ante el rey de los persas con el escrito, y los astrólogos repiten aquello que ya le dijeron a Sām. De la unión de Zāl y Rudabeh nacerá el gran héroe, el cachorro de tigre blanco, el campeón que el mundo ha estado esperando. No obstante, Manuchehr no se va a dar por convencido tan pronto, y le propone al príncipe albino un trato: si muestra su valía como futuro sucesor de Sām, entonces podrá marcharse y su boda con Rudabeh será bendita a los ojos del rey de Fārs. Las pruebas a las que tiene que someterse Zāl son de dos tipos: una para probar su sabiduría y otra para probar su fuerza. Solo hablar de ellas ya nos ocuparía otro artículo, de manera que, como todos nos estábamos imaginando, simplemente diremos que el éxito de Zāl es abrumador, y que todos alrededor de la corte de Manuchehr se quedan fascinados con la figura del Príncipe Blanco.

Zāl vuelve a Kabul, al encuentro de su padre, y tras darle la excelente noticia a él y a Sindokht, que es la encargada de decirle a Mehrab que no va a haber guerra y que todo está solucionado, por fin puede ver cumplido su sueño de casarse con Rudabeh. La descripción de la boda es muy breve, pero lo que sí nos cuenta Ferdowsī es que después de la ceremonia viajan de vuelta a Sistan, donde Zāl es oficialmente coronado rey, y ocupa el trono junto a su reina Rudabeh.

 

Conclusiones: ¿por qué nos encanta esta historia?

Existen en este romance algunos aspectos a destacar, aspectos que nosotras consideramos importantes, y que nos han hecho elegirlo por encima de otros para dedicarle no uno, sino dos artículos.

  • Esta es la única pareja del Šāh-nāmeh que se mantiene unida hasta el final de sus días, sin que nada se interponga entre ellos. Si habéis leído el Libro de los Reyes o estáis informados, sabréis que eso no es lo habitual.
  •     Rudabeh es la única persona en todo el libro que no ve el albinismo de Zāl como un defecto o una debilidad. Es ella la que les dice a sus criadas que precisamente es ese detalle el que indica que están hechos para estar juntos, ya que ella tiene el cabello negro como la noche.

 

  • Esta historia es de las pocas que no acaba con uno o dos muertos, sino que se llega a evitar una guerra, ya que el conflicto termina resolviéndose gracias a varias cosas: la determinación de los amantes y el amor que Sām siente por su hijo, defendiéndolo ante Manuchehr. Además, también tiene que ver el hecho de que Rostam está destinado a nacer de esta unión, así que los jóvenes debían terminar juntos sí o sí.
  • Durante el relato, Zāl nombra varias veces cómo su padre lo apartó de su lado, pero cómo la poderosa Simurgh lo acogió y lo crió como a uno más. Esto, por motivos quizá más personales, nos conmueve el corazón, ya que el príncipe albino sigue teniendo muy claro de quién es hijo y a quién le debe seguir vivo.
  • La importancia del rol femenino en el desarrollo de la historia. Si no llega a ser por Sindokht, Rudabeh probablemente estaría muerta. Es la reina quien es capaz de cuidar a su hija y sostener la cólera de su marido, y es ella misma la que acude al campamento de Sām a presentarle sus respetos y a pedirle que por favor no ataque Kabul. No tenemos muchas demostraciones de poder femenino en la literatura medieval, pero desde luego la de Sindokht es digna de admirar.
  • Toda la historia es una manera magnífica de conocer cómo se llevaban a cabo las ceremonias cortesanas en tiempo de Ferdowsī.
  • Zāl y Rudabeh son una pareja tan poderosa que en 2009 la coreógrafa y directora Anna Djanbazian creó un ballet exclusivo para ellos, que se representa con mucho éxito en Nueva York.

 

Bibliografía

Davis, D. (trad.): The Shahnameh: The Persian Book of Kings. Londres, Penguin Books Classics, 2007.

Hibbard, M. (ed.), Sadri, A. (trad. y adap.): Shahnameh. The Epic of the Persian Kings. Ferdowsi. Nueva York, The Quantuck Lane Press, 2013.

 [1] Davis, D. op, cit., p. 82. Traducción realizada por la autora.

[2] Ibid., p. 89.

 

Fuente: Las plumas de Simurgh, 14 febrero, 2015

www.islamoriente.com

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