Rimbaud, oriental y sufí

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Rimbaud, oriental y sufí

Conocí  la  poesía  de  Rimbaud  mientras  me  encontraba fascinado con la experiencia sufí, sobre todo con lo que en ella tiene que ver con la expresión lingüística.  Conforme profundizaba leyéndolo, me  decía a mí mismo: es como si Rimbaud, el Rimbaud de Una temporada en el infierno y el de Iluminaciones,fuese de la misma estirpe que la locura sufí. Se me ocurrió entonces traducir su poesía al árabe, si bien la dificultad a la que me enfrenté para traducirla me obligó a postergar el trabajo, aunque me brindó, eso sí, la oportunidad de comprender mucho mejor su experiencia.Lo primero que tuve claro es que en la poesía de Rimbaud no se halla el influjo de la misma cultura de la que se influenciaron los escritores y poetas occidentales de entonces, me refiero a la cultura griega, de un lado, y a la cultura judeo-cristiana, de otro, lo que quiere decir que su experiencia es única dentro de la propia cultura francesa e insólita en la poesía de su país.

En  segundo  lugar,  me  resultó  evidente  que,  en sus cartas a Izambard y a Demen y, Rimbaud insiste, a favor de una nueva visión del mundo y una escritura nueva, en lo que ya había insistido el sufismo árabe a través tanto de su experiencia como de su escritura, a saber,  en  todo  aquello  que  contribuya  especialmente a la desactivación de los sentidos, con la intención de alcanzar un estado de diafanidad personal que traspase la densidad del mundo material exterior hacia su propia diafanidad,  de  manera  que  la  persona  llegue  a  oír  lo inaudito y ver lo invisible. Esto fue lo que me sedujo para leer a Rimbaud como un poeta sufí oriental.

Heme aquí, pues, leyendo a Rimbaud cual poeta sufí oriental. Yo encuentro en su poesía, en efecto, dimensiones esenciales de la visión creativa árabe. El adjetivo «árabe» puede inducir aquí a equívoco, por lo que me apresuro a explicar lo que pretendo decir. Empleo este término con un sentido particular y en un contexto ajenos ambos a la raza, el nacionalismo y la religión, o sea, con un sentido restringido referido a una específica síntesis cultural, cuyas raíces se extienden desde antes del islam y de la propia lengua árabe hasta la India, Persia y Grecia, así como hasta Sumer y Babilonia, pasando por los profetismos judío y cristiano. Fue una síntesis cuyos dispares elementos constitutivos se armonizaron en la atmósfera del islam, sobre todo mediterráneo, y que expresó su identidad por medio de la lengua árabe. Se trata, pues, de la lectura de un poeta árabe intentando descubrir la dimensión árabe, en el amplio sentido cultural indicado, presente tanto en las visiones poéticas de Rimbaud como en su propia experiencia vital.En el mismo sentido, la palabra Oriente se refiere aquí al Oriente árabe, el cual forma parte orgánica del Oriente en su totalidad, un Oriente que sigue siendo, a pesar de la variedad de los pueblos y las culturas que lo  componen,  una  unidad  específica  frente  a  lo  que llamamos Occidente, también con toda su variedad de pueblos y lenguas.

Rimbaud nació y murió en la segunda mitad del siglo xix (20  de  octubre  de  1854-15  de  noviembre  de 1891), y de esta corta vida pasó más de diez en el mundo árabe-islámico. La primera carta que escribió en Adén lleva fecha del 17 de agosto de 1880, y la última está fechada en esta misma ciudad el 30 de abril de 1891. Este es  el  siglo  en  el  que  Europa  fue  testigo  de  la  decisiva transformación  que  la  condujo  a  la  técnica  moderna.

Fue una época caracterizada por la superación de la etapa teológico-feudal, por el nacimiento del colonialismo imperialista transoceánico y por la recuperación racional de Grecia, que contribuyó a destruir los postulados filosóficos previamente establecidos y la generalidad de las estructuras míticas, instaurando así un nuevo racionalismo.

Al mismo tiempo que la vida en Occidente se basaba en la técnica, el pensamiento occidental se analizaba y criticaba a sí mismo y al otro. El otro-árabe estaba en el centro de las interrogantes que se planteaba Occidente. Una de las más destacadas de esas interrogantes sobre  el  otro-árabe  fue,  sin  duda,  la  tesis  presentada por  Ernst  Renan  sobre  Averroes  y  el  averroísmo  el  11 de agosto de 1852, antes, pues, del nacimiento de Rimbaud. Y, a pesar de que la crítica del pensamiento árabe por parte del pensamiento occidental distaba mucho de ser objetiva y precisa, pues da mucho más testimonio sobre la evolución del pensamiento occidental que sobre la comprensión de ese otro-árabe, hay que decir que el racionalismo occidental proviene de dos fuentes principales: la filosofía griega y la ciencia árabe.Este racionalismo se centra en el conocimiento de la materia. Y como la materia se resiste, no queda más remedio que luchar contra ella para descubrir sus características y entenderla y  transformarla. Transformar la materia, en tanto cosa u objeto, conduce por necesidad a transformar al  sujeto  humano.  Así,  el  racionalismo occidental  se  fue  manifestando  en  una  dinámica  permanente de investigación e interrogación sobre todo lo relacionado con el objeto y el sujeto, o, dicho de otro modo,  con  la  naturaleza  y  la  cultura.  Probablemente creyó Rimbaud, en el fragor de estas transformaciones, que la Comuna podía hacer algo en favor de sus aspiraciones. Sabido es que la Comuna fue ahogada en sangre y que, inmediatamente después, se impuso un régimen moralista. Este fracaso tuvo una evidente influencia en el alma y en la vida de Rimbaud, según él mismo cuenta en su  carta  a  Izambard. Tal vez Una temporada en el infiernono sea más que una temporada en el infierno político francés, es decir, una manera de enfrentarse a aquella hosca y brutal realidad.

En ese clima técnico-racionalista, y por detrás del rechazo manifiesto al otro-árabe, fue creciendo también un movimiento de apertura a las letras y artes árabes, que hundía  sus  raíces  en  el  propio  Renacimiento  europeo. Nacía una nueva forma de percepción, que podríamos denominar estética, que venía a superar la percepción externa y superficial existente sobre el Oriente árabe y su cultura, que era de tipo político-comercial, y a superar también el descriptivismo fácil y la simplificación decorativista tendente a embellecer ese Oriente. Comenzó un amplio movimiento que se inspiró en las profundas  dimensiones  creadoras  del  Oriente  árabe  y las expresó en la poesía, la novela y la filosofía, así como en la pintura, el teatro y la música, como sabemos todos los  interesados.  Este  movimiento  apoyó  la  traducción de  algunas  importantes  obras  árabes-islámicas,  como Las mil y una nochesy algunos libros sufíes, concretamente los de Farid al-Din al-Attar, El libro de los consejos [Pend-namèh], traducido por Sylvestre de Sacy en 1819, y su Mantiq al-tayr (El lenguaje de los pájaros),en versión de Garcin de Tassy de 1857, que se publicó en 1863.Así  pues,  en  el  corazón  mismo  de  la  hegemonía técnico-racionalista fue naciendo otro mundo ligado a los aspectos ocultos del universo y, en especial, a aquellos que escapan de todo intento de definición racionalista. Dichos aspectos se manifiestan, por ejemplo, en las dimensiones de lo infinito, lo mágico y lo imaginario. El creador occidental empezó a comprender la importancia que tienen esas otras relaciones existentes más allá de las aparentes relaciones de causalidad conocidas

y racionalmente demostrables. Me refiero a relaciones producidas por otro tipo de causalidad desconocido e indemostrable, o, dicho de otra manera, a aquellas que generan una percepción de lo enigmático, lo infinito, lo que rebasa los marcos de la lógica y el racionalismo. Todo esto propició el vuelco que se produjo en la escritura occidental: la destrucción de la retórica de Boileau (muerto en 1711), que dominaba la teoría poética, y la escritura  en  general,  que  se  fundaba  en  la  razón,  y  la entrada en otro mundo, el de lo imaginario y lo onírico, y en el de la maravilla mágica. Esto es lo que Borges llama, al hablar de Las mil y una noches, la asombrosa ocupación oriental del Occidente, que es la ocupación que elimina el dominio de la razón sobre la creación poética, y artístico-novelística en general, y que coloca la infinitud en su lugar. A la luz de la colosal producción creativa occidental en poesía, pintura, música, novela y teatro, parece que el Oriente árabe es, para el creador occidental, semejante a una matriz infinita de formas y fantasías. Por ello no sorprende que Goethe exclamase en 1816:

¡Sálvate. Vete al Oriente puro,

aspira el aire de los padres!

Ni tampoco sorprende que respondiera Rimbaud, que huiría cincuenta años más tarde de las «estancadas aguas occidentales», diciendo:

Retorno a Oriente, a la primigenia y eterna

Sabiduría

 

Fuente: Adonis. SUFISMO Y SURREALISMO.Traducción del árabe y Nota introductoria de José Miguel Puerta Vílchez

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