Términos iraníes en el Calila e Dimna castellano
Términos iraníes en el Calila e Dimna castellano
1. La recepción de la cuentística oriental en España
La literatura de ficción surgirá en castellano a mediados del siglo XIII con unas obras cuyos modelos remontan a la literatura oriental. Dos son las colecciones que llegan a la Península a través del mundo árabe, aunque sus orígenes sean mucho más lejanos: el Calila e Dínina y el Sendebar. A partir de fuentes latinas, se traducirá en fechas todavía sin precisar otro libro de procedencia hindú, el Barlaam e Josafat, que guarda, pese a su barniz cristiano, claras conexiones con los dos anteriores. Esto permite inicialmente afirmar que España es el país occidental en el que primero se conocen estas colecciones de cuentos orientales, de tan amplia repercusión posterior. Ello es posible gracias a las peculiares circunstancias históricas de la Península, al contacto entre musulmanes, cristianos y judíos, que confluyen en un gran movimiento traductor, que se inicia en el siglo XII y, alcanza su máxima expansión en el XIII.
La trayectoria de, la primera, de las obras citadas esta bien atestiguada. Su origen se remonta a la India hasta una de las múltiples colecciones de cuentos que los brahmanes componían para ayudarse en su predicación. El núcleo, que abarca más de la mitad del contenido, coincide con los cinco libros del Panchatantra, compuestos hacia el siglo IV. En el siglo VI, en tiempos del rey Cosroes I (ca.531‑579), la obra aparecería en pehlevi, persa literario, con adición ya de algunos capítulos, procedentes también de fuentes sánscritas (entre otras, del Mahabharata). Esta versión persa, perdida como gran parte de la literatura sasánida, sería el punto de partida para todas las posteriores. Las modificaciones más importantes, no obstante, vinieron de la pluma de lbn al-Muqaffa' (ca.720‑756), un persa islamizado, quien en el siglo VIII tradujo el texto al árabe. Esta versión, la más antigua que conservamos completa, gozó de gran popularidad en el mundo islámico y fue, como en tantas otras ocasiones, la que facilitó la difusión de la obra en Europa y, en concreto, en España. Parece probado que al‑Muqaffa' entendía su labor como una readaptación de la obra al nuevo ambiente cultural árabe‑islámico. Ello le llevó a modificar el original, añadiendo un prólogo y, con seguridad, un capítulo completo. Hacia 1251, Alfonso X encargó su traducción al castellano, realizada con gran fidelidad. En la corte alfonsí se recibía una obra en la que los elementos sánscritos del original aparecían ya amortiguados por influencias iraníes y árabes, sin que los lectores percibieran las diferencias.
2. La transmisión del Calila a Persia según los prólogos
En el Calila e Dimna castellano encontramos dos capítulos preliminares en los que se narra de forma novelizada la transmisión de la obra desde su tierra de origen, la India, hasta Persia. Serán estos dos capítulos los que más nos interesen por suponer los elementos iraníes más importantes dentro del Calila. Sin embargo, problemas de transmisión harán que aparezcan en el texto con algunas deturpaciones y que no sea fácil deslindar en ellos los ingredientes históricos de los legendarios o míticos. A estas dificultades se suman otras. La versión pehlevi se ha perdido, el texto siriaco de Bud, que la retoma, no contiene uno de estos prólogos y el texto árabe nos ha llegado en numerosos manuscritos divergentes y tardíos. No hay que olvidar que un libro como éste se transmite a base de alteraciones, supresiones y, sobre todo, adiciones. Ante esta situación parece oportuno comenzar por conocer el contenido de estos capítulos, tal y, como se difundieron en la Península, y como nos han llegado a través de otras versiones.
2.1. El viaje de Berzebuey, según los testimonios castellanos
En el primero («Cómmo el rey Sirechuel enbió a Berzebuey a tierra de India») se narra novelizada la transmisión de la obra desde su tierra de origen, la India, hasta Persia. Allí aparece la figura del sabio Berzebuey, viajero infatigable hasta dar con el conocimiento que se plasmará luego en las páginas del libro. En el segundo («Estoria de Berzebuey el menge») cuenta la historia de su vida en primera persona. A través de ella conocemos su personalidad atormentada con sus continuas crisis que le llevan de la medicina a la religión y, finalmente, desconfiando también de ésta, a adoptar una posición cercana a la ley natural. Se incluyen en él tres cuentos («El ladrón y el rayo de luna», «El amante que cayó en manos del marido» y «El mercader que se entretuvo oyendo cantares») y la «Alegoría de los peligros del mundo».
Los tres manuscritos del Calila e Dimna transmiten estos preliminares sin grandes divergencias. Los dos manuscritos completos, A y B, ambos traducción de un texto árabe, sólo difieren en el nombre del rey de los persas (A: Sirechuel; B: Dexerbe) y en el final de la autobiografía, ya que sólo B transmite la citada «Alegoría». El fragmento P, procedente de un original hebreo de Jacob ben Eleazer, sigue una línea muy similar, pese a las deturpaciones. Cambian de nuevo los nombres de los protagonistas (Anosroni bure, el rey, y Barzuye, el médico) y falta el segundo cuento («El amante que cayó en manos del marido»). En los tres, Borzuye es quien tiene la iniciativa del viaje al haber leído que en los montes de la India crecían unas hierbas que resucitaban a los muertos. Ante su insistencia el rey le autoriza a marcharse y, le proporciona los medios para llevar a cabo su expedición, pero pronto se da cuenta de su equivocación. Finalmente unos sabios hindúes le ayudan a reinterpretar sus lecturas y le explican su error: por las hierbas que conceden la inmortalidad cabe entender ciertos libros que conducen a la sabiduría, entre ellos el Calila e Dinma. Localizados y traducidos éstos, regresa con ellos a su tierra. El capítulo siguiente narra en primera persona la biografía del expedicionario sin ningún nexo, salvo la identidad del protagonista, con el capítulo precedente.
Dentro de la General Estoria alfonsí se incluye otra versión de este mismo viaje (libro VII, cap. XXXXI), con ligeras modificaciones que afectan al contenido. La iniciativa no corresponde al médico, ahora Barzevay, sino al rey de Persia. Una vez allí, Barzavay trata de resucitar a los muertos con el zumo de estas plantas y fracasa, pero, a diferencia también de la versión del Calila, realiza estos experimentos en presencia del rey de la India. Será, por último, otro rey quien le explique el significado oculto tras esas palabras. El relato alfonsí concluye aquí, con una exaltación del saber equivalente a la vida, ya que no se trata de ningún prólogo al Calila.
En 1493 se publica en Zaragoza, en la imprenta de Pablo Hurus, el Exemplario contra los engaños y peligros del mundo, una versión del Calila e Dimna que llegaba de nuevo a suelo hispano tras hacer un recorrido diferente. Descendía de una traducción hebrea del siglo XIII, atribuida a Joel, vertida poco después al latín por el converso Juan de Capua. De nuevo en esta versión el médico, ahora Berozias, emprende el viaje a la India buscando las hierbas de la inmortalidad.
2.2. El viaje de Borzoye, según los testimonios árabes
Los numerosos manuscritos que se conservan de la traducción árabe realizada por al‑Muqaffa' están muy deturpados. Las divergencias que se descubren entre ellos, reflejo de la enorme popularidad de la obra, han impedido la preparación de una edición crítica.
El manuscrito más antiguo, conservado en Estambul, es del siglo XIII (¡quinientos años posterior a la traducción!). Es el texto base de la edición preparada por 'Azzam, considerada la mejor por los arabistas, y traducida al francés por A. Miquel y al italiano por A. Borruso y M. Cassarino. La. iniciativa de la expedición corresponde al rey, quien tiene noticia de la existencia en la India de un libro compuesto por sabios en el que, a través de las palabras de los animales, se explicaba el arte de gobierno. El mismo rey selecciona en la corte la figura de Borzuye, como el más adecuado para llevar adelante esta misión secreta. Gracias a la ayuda de un sabio del país, Borzuye tiene acceso al libro, lo copia con gran sigilo, lo traduce y regresa a Persia. El libro es leído ante una asamblea y, tras la admiración de todos, el rey le ofrece al médico grandes tesoros, que rechaza, o escoge un manto de reyes, según versiones. En vez de riquezas, solicita que el visir Buzurgimihi escriba sobre él y su texto encabece la traducción de la obra. Cuando concluye su labor, el visir lee su obra ante una asamblea.
2. 3. El viaje de Borzuye en el Libro de los Reyes
Aunque no se conserva la versión pehlevi del Calila e Dimna, sí tenemos una versión de esta aventura inserta dentro del famoso Libro de los Reyes de Abulcásim alFirdusi (libro V). Allí el médico Burzuih se presenta ante el rey explicando que ha conocido a través de sus lecturas que en la India existe una planta que, una vez confeccionado un elixir con ella, resucita a los muertos. Tras machacar todas las plantas de los montes y, probar con los muertos no consiguió que ninguno volviera a la vida. Finalmente acude a un hombre sabio quien le desvela el sentido oculto tras estas palabras. Vuelve a presentarse ante el rey, de la India y le solicita ahora el Calila. Turbado por la petición, el rey, sólo le autoriza a consultarlo, pero el médico lee cada noche un capítulo y lo memoriza. Cuando entregaba cada mañana el libro al rey escribía secretamente lo que había aprendido. Cuando volvió a su país, el rey, de Persia le dio las llaves del tesoro real, pero sólo cogió un vestido regio; así mismo manifestó al rey su deseo de que el visir escribiera un capítulo con su historia y lo colocara al frente del libro trascrito.
2. 4. Divergencias y similitudes
Las diferentes versiones analizadas difieren en elementos fundamentales. En la redacción que circulaba por la Castilla medieval el sabio obtiene finalmente gran cantidad de libros, entre otros el Calila. Por el contrario, tanto en el texto de Firdawasi como en la versión árabe, esta obra se coloca en un primer plano. Como han estudiado diversos investigadores, entre otros F. de Blois, si nos atenemos al rigor histórico el Calila como tal no existió en la India. El médico Burzoe sería el autor de una compilación a partir de materiales procedentes del Panchatantra y el Mahabharata, entre otros. Por lo tanto, el hallazgo del Calila en la India es un anacronismo.
La búsqueda de las hierbas, en la que coinciden todos los testimonios castellanos y el Libro de los Reyes, sólo aparece en algunos manuscritos árabes. Sin embargo, como trataremos de ver a continuación esta aventura en pos de la inmortalidad resulta mucho más arcaica, lo que a priori parece avalar la precedencia de este relato sobre el que encontramos en la mayoría de las ediciones árabes.
3. La aventura de Berzebuey como viaje iniciático
La aventura de Berzebuey recuerda al comienzo del Bonium o bocados de oro, donde leemos cómo el rey de Persia se traslada a la India y, tras asistir a las asambleas de los filósofos, logra componer su recopilación de dichos.
En el trasfondo de la aventura de Berzebuey subyacen reminiscencias de aventuras iniciáticas. Eterno Insatisfecho (como se nos descubrirá luego en el cap. 11), con su viaje pretende encontrar solución para uno de los grandes problemas de la humanidad: la enfermedad y la muerte. La búsqueda de unas hierbas capaces de resucitar a los fallecidos recuerda al periplo de Gilgamesh tras la hierba de la vida eterna, o a la leyenda, narrada por el historiador árabe al‑Tabari, según la cual los beduinos atacaban el imperio persa, caminando así hacia su segura destrucción, por la necesidad ineludible de hacerse con una simiente sin la cual no podían vivir. Las coincidencias no son extrañas, ya que en casi todas las teogonías primitivas, la esencia de la vida o de la eterna juventud se encuentra en la vegetación.
Tales viajes míticos sólo admiten dos salidas: el fracaso, la más frecuente, o un regreso victorioso, siempre y cuando se dé una reconversión en lo que era el motivo inicial de la búsqueda. Berzebuey no volverá de vacío, como hará Gilgamesh, porque tras su primera frustrada tentativa "dubdó en sus escripturas et cayó en grand escándalo. Et tovo por cosa vergonçosa de tornar a su señor el rey con tan mal recabdo" (Calila, 100), y los filósofos de la India le aclararán el sentido de su búsqueda. Berzebuey había sido víctima del sentido alegórico de los libros consultados, las hierbas que resucitaban a los muertos había que entenderlas como una alusión al saber que conduce a la inmortalidad. Ha interpretado literalmente sus lecturas, sin darse cuenta de su sentido oculto, precisamente uno de los errores que deben evitar los lectores del Calíla e Dimna.
La identificación entre sabiduría e inmortalidad se repite en la literatura de la época, como lo atestiguan estas citas seleccionadas entre un amplísimo número de referencias muy similares: Non murió qui buen nombre dexó. Y dixo palabras de sapiençia por (a)quel ayan emiente (Libro de los buenos proverbios, 67)
E non muere el que ha saber, non enpobreçe el que ha entendimiento (Bocados de oro, 139).
Los que cobdiçian el aver muertos son, maguer sean vivos, e los sabios maguer mueran vivos son, maguer sus personas non sean presentes fallados son en libros, en los coraçones de los omnes (Libro de los Cien Capítulos, 29).
De todo ello se desprende que la equivalencia entre saber y vida responde a varias razones; su cultivo enriquece al hombre, y además el sabio puede contribuir con su enseñanza a despertar a los demás. Pero, sobre todo, el sabio alcanza una vida eterna, la de la fama, al dejar recuerdo de sí, oral o escrito, tras haber concluido su vida eterna. Gracias a los consejos de los filósofos indios, Berzebuey pudo regresar triunfador trayendo una serie de libros, "et uno de aquestos escriptos es aqueste libro de Calila e Dina" (Calila, 102).
4. La historia de Berzebuey, el médico
En el capítulo segundo también encontramos divergencias entre la tradición castellana medieval del Calila e Dimna y los manuscritos árabes, entre los que se alinea ahora el Libro de los Reyes. En la traducción alfonsí, a la historia del viaje le sigue la biografía de su protagonista contado por él mismo. Sin embargo, en las otras versiones se menciona, junto al médico, otra figura, la del visir del rey Cosroes, llamado Buzurgmihr. El papel de este último consiste en copiar la obra y en añadir, a instancias del médico, un capítulo glosando su vida que pasará ahora a estar escrito en tercera persona. De esta manera el médico pretende alcanzar la inmortalidad.
En la versión castellana los capítulos I y II se enlazan por la presencia del mismo personaje, Berzebuey. Pero la unión puede ir más allá, si analizamos el segundo como un nuevo viaje de Berzebuey, esta vez hacía sí mismo, un viaje hacia la sabiduría y la auténtica vida. Ambos capítulos describen la evolución que dio su vida desde una medicina corporal a una espiritual. La aventura del primer viaje, contada en tercera persona, puede ser la clave que nos explique ese cambio. Tras el fracaso con las plantas habría pasado de médico a filósofo, de curar cuerpos a espíritus. Lo que allí leemos en forma alegórica y en tercera persona, lo reencontramos ahora desde la perspectiva autobiográfica.
La soledad absoluta de Berzebuey se descubre ahora en este segundo capítulo. Los padres, los maestros, los libros, los filósofos..., todo acaba por quedarse al margen. Él sólo debe buscar y encontrar y elegir el mejor camino. Por eso Berzebuey sabe que él es su mejor consejero y no dialoga más que consigo mismo. Esto le lleva a incluir un largo debate sobre las distintas religiones que algunos críticos, como Gabrieli, han querido atribuir a la pluma de al-Muqaffa', mazdeista convertido al islamismo y acusado de tibieza religiosa. Incluso para T. Nóldeke, al‑Muqaffa' habría sido el autor de todo el capítulo, proyectando su figura sobre la del médico. Otros investigadores, sin embargo, piensan que este pasaje estaría igual en la versión pehlevi. A favor de esta hipótesis aducen algunos textos coetáneos dedicados al mismo Cosroes, como un compendio de Pablo de Persia, que trasluce idénticas preocupaciones. Para algunos estudiosos, el célebre excurso conecta con el clima intelectual que se vivía en el Irán del siglo VI, impregnado de ideas de los filósofos griegos y del fecundo influjo del pensamiento hindú.
Es un pasaje de un gran pesimismo, con reflexiones sobre la fragilidad humana y la incertidumbre que el hombre siente ante su futuro. Ninguna religión, tras un análisis racional, termina por ofrecer respuestas satisfactorias a estos problemas. Finalmente el médico parece elegir la vía del ascetismo. Estas reflexiones acercan el pasaje al pensamiento hindú y recuerdan también a otros fragmentos expuestos en la célebre historia de Barlaam e Josafat. La relación entra ambas no es casual si recordamos que la parábola con la que se cierra el capítulo («Alegoría de los peligros del mundo») aparece en los dos libros.
5. Conclusiones
Los dos capítulos analizados conectan con un tema tradicional en la literatura primitiva oriental que podríamos sintetizar así: la identificación entre medicina corporal y espiritual o la importancia de la sabiduría para la salvación del hombre. Este motivo conductor es recurrente en una serie de obras, de diverso origen, pero cuyo deambular acaba confluyendo en Persia y, a través del mundo árabe, se difunde por Europa. Así descubrimos una sutil red que enlaza estos prólogos del Calila con pasajes del Barlaam, el Sendebar, la Novela de Alejandro o la leyenda del origen del ajedrez. Pero incluso el mismo libro del Calila habría que considerarlo más bien como una obra persa, surgida en el ambiente cultural de la corte de Cosroes. Allí sería donde el médico Burzoe realizaría la compilación de materiales narrativos procedentes en gran parte del Panchatantra y el Mahabharata, entre otros.
España, por sus circunstancias históricas, recibe en la época medieval una gran parte de las obras de ese legado oriental. Estas versiones castellanas se convierten hoy, tras la desaparición muchas veces de eslabones intermedios, en testimonios de primer orden para la reconstrucción de los pasos perdidos. Exactamente esto es lo que ocurre con los pasajes estudiados del Calila. Desaparecida la versión pehlevi, conservada de forma incompleta la traducción siriaca y dada la condición imperfecta de los manuscritos árabes, la versión alfonsí cobra una gran importancia y sirve para reforzar las huellas iraníes.
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