Un Fin
Unos asientos de piedra
en la arena.
Aquí... desde hace siglos
ha pasado por encima de ellos la oscuridad,
y han pasado épocas.
¡A cuántos reyes y emperadores vieron entronar
como si el tiempo no fuera a cambiar!
Unos asientos de piedra
en la arena.
Aquí... desde hace siglos
ha pasado por encima de ellos la oscuridad,
y han pasado épocas.
¡A cuántos reyes y emperadores vieron entronar
como si el tiempo no fuera a cambiar!
Cuando era un niño
La tierra era la misma
y el cielo, éste mismo.
pero, ¡qué sorpresa! estaba lleno de mariposas
Y el vidrio de cada ventana
tuvo un sol y una sonrisa.
El aire del arriate
fue el mejor desayuno. ...
Si bebo vino no es sólo por mi propia satisfacción;
no es para cometer desórdenes y abstenerme de la religión y de la moral.
No: es para respirar un momento fuera de mí mismo.
Ningún otro motivo me invita a beber y a embriagarme...
Yo
La noche pregunta quién soy.
Yo soy su intimidad insomne, profunda y oscura;
yo soy su voz rebelde.
Complazco mi realidad con el silencio e hilvano mi corazón con la duda.
Y sigo aquí triste, volviendo los ojos, mientras los siglos me preguntan
quién soy...
La noche se desliza por las estepas,
Las manos de las nubes pasan por el horizonte
Y las tinieblas duermen,
En impresionante calma,
Bajo las alas del silencio...
Los asientos no se acuerdan de nada
pero se han sentado igual que nosotros,
aquí descansan
Poesía, inmortal cadáver, me aburres.
Líbano arde,
Brinca cual yegua herida al borde del desierto
Mientras yo busco a una chica robusta
Para rozarla en el autobús,
A un hombre de rasgos árabes
Para derribarlo en cualquier sitio.
Mi país se desploma,
Tiembla desnudo cual cachorro de león
Mientras yo busco un rincón retirado
Y a una aldeana desesperada para seducirla.
Diosa de la poesía
Que penetras en mi corazón cual cuchillo
Cuando pienso que compongo poemas
A una chica desconocida,
A un país mudo
Que come y duerme con cualquiera.
Puedo reírme hasta que la sangre
Fluya por mis labios.
Yo soy la flor letal,
El águila que golpea a su presa sin piedad.
Árabes,
Montañas de harina y placer,
Campos de balas ciegas,
¿queréis un poema sobre Palestina,
sobre conquista y sangre?
Yo soy un hombre extraño:
Tengo el pecho de lluvia
Y en mis ojos ausentes
Hay cuatro naciones heridas buscando su muerte.
Estaba hambriento,
Escuchando la triste música
Y dando vueltas en la cama cual gusano de seda
Cuando saltó la primera chispa.
Desierto: tú mientes.
¿Para quién es esta muerte púrpura
y la flor recogida bajo el puente?
¿Para quiénes son estas tumbas
inclinadas bajo las estrellas,
esta arena que nos das
cada año cual cárcel o poema?
Ayer regresó este héroe de labios delgados
Acompañado por el viento, los tristes cañones
Y su larga lanza brillando cual puñales desnudos.
Dadle un anciano o una prostituta,
Dadle estas estrellas y las arenas judías.
Allí
En medio de la frente
Donde cientos de palabras agonizan
Quiero la bala de gracia.
Hermanos,
He olvidado vuestros rasgos,
Aquellos seductores ojos.
¡Dios mío!
Cuatro continentes heridos en mi pecho.
Creía que conquistaría el mundo
Con mis ojos azules y mi mirada poética.
Líbano: mujer blanca bajo el agua,
Montañas de pechos y garras.
Grita, mudo,
Alza los brazos
Hasta que estallen las axilas
Y sígueme.
Yo soy el barco vacío,
El viento cubierto de campanas.
Sobre los rostros de las madres y los cautivos,
Sobre los versos y metros decadentes
Verteré fuentes de miel,
Escribiré sobre árboles o zapatos,
Rosas o muchachos.
Aléjate, desgracia,
Bello muchacho encorvado.
Mis dedos son largos cual agujas
Y mis ojos son dos héroes heridos.
Desde hoy no habrá versos.
Cuando te derriben, Líbano,
Y se acaben las noches de poesía y frivolidad
Dispararé la bala en mi garganta.
Tú hueles a trigo, a la lluvia
tú hueles al aroma fresca del pan
tú hueles a mar, á la costa, a la ola
tú hueles a la nube y al viento y a la tempestad
tú hueles a la campana de la caravana
tú hueles al fuego en el invierno
olor de los jardines plegados de frambuesas
tú hueles a la siembra delas primaveras tempranas
olor del rocío sobre las hojas de la menta, tú hueles al jardín
verde de la albahaca
tu hueles a las colmenas dulces de la miel, al aroma de las flores
silvestres del desierto.
tú hueles al ardor del amor, al aroma del alma en llamas...
Tú hueles a trigo, a la lluvia
tú hueles al aroma fresca del pan
tú hueles a mar, a la costa, a la ola
Cuando era un niño
yo abrí mi propio cielo
y tejí mi propio parasol del sueño
yo fui la niña de los ojos de dos mujeres,
mi madre y la otra que nunca conocí.
Leía los periódicos
sin saber que sus noticias serían
algún día memorias