Attar Nishaburi

ABRAHAM Y EL ANGEL DE LA MUERTE

 Cuando el amigo de Dios estuvo en la agonía, no entró sin pena su alma a Azrail: "Retírate -le dijo-, y dile al Rey del

universo que no exija el alma de su amigo". Pero Dios altísimo dijo: "Si eres mi amigo, debes desear venir a encontrarme.

Habría que arrancar con la espada la vida del que sintiera darla por su amigo". Una persona que estaba presente dijo: " ¡Oh

 

EL MENDIGO ENAMORADO DE AYAZ

 Un mendigo se enamoró de Ayaz y esta noticia se extendió por todos lados. Cuando Ayaz iba a caballo por el camino, este

desgraciado, que estaba informado de ello, acudía.

    Cuando Ayaz, perfumado de almizcle, venía a la plaza, este libertino espiritual sólo lo miraba a él, como el jugador de

mazo mira a la bola. Contaron el hecho a Mahmud, a saber, que este mendigo estaba enamorado de Ayaz.

    Al día siguiente, cuando Ayaz apareció, este libertino acudió también, más enamorado que nunca. Miraba el rostro de

Ayaz; se hubiera dicho que el mazo iba a coger la bola. El sultán lo miró a hurtadillas y vio cómo el alma de Ayaz era como el

grano de cebada y el rostro de este hombre como el cascabillo que lo rodea. Vio que este mendigo tenía la espalda encorvada

como el mazo, que la cabeza le giraba como la bola del mazo y que iba errante por todos lados de la plaza, como la misma

bola. Mahmud lo llamó y le dijo: "Miserable mendigo, ¿quieres, pues, beber en la misma copa que el rey?" -"Aunque me

llames mendigo -respondió el derviche- no obstante no soy inferior a ti en el juego del amor. El amor y la pobreza van juntos;

el capital del amor es no tenerlo. Tú eres soberano y tu corazón está luminoso; pero, para el amor, es necesario un corazón

calcinado como el mío. Tú sólo tienes del amor un elemento más vulgar y eso es todo; ten paciencia pues un instante en el

dolor de la ausencia. A pesar de la unión de la que gozas, sabe tener el pie firme en el dolor de la ausencia, si verdaderamente

estás enamorado."

    El rey respondió: " ¡Oh, tú que estás sin noticias de la existencia! ¿Por qué pues miras la bola del mazo?" -"Es -respondió

el mendigo-, porque esta bola está en movimiento como yo y yo como ella. Ella conoce mi valor y yo el suyo; ambos hemos

caído en el mismo extravío. Existimos sin cabeza ni pie. Ella me conoce y yo la conozco y ambos podemos hablar del dolor

que el mazo nos hace experimentar; pero la bola es más feliz que yo, pues el caballo la toca de vez en cuando con el pie.

 

Anécdota sobre el Sheikh Abu Bekr de Nishapur

El schaikh Abú Bekr de Nischapur salió de su convento a la cabeza de sus discípulos. El schaikh iba sobre su asno y sus compañeros le seguían por el camino. De repente el asno dejó oír un ruido inconveniente; el schaikh se dio cuenta enseguida, lanzó un grito y desgarró sus vestiduras. Sus discípulos y todos los que percibieron la acción del schaikh no la aprobaron. Uno de ellos acabó por preguntarle por qué había actuado así. El respondió: "Echando una ojeada por todos lados veía el camino ocupado por mis compañeros. Tenía discípulos delante y detrás de mí y me dije entonces: 'En realidad yo no soy menos que Bayazid. Así como hoy estoy   agradablemente   acompañado por diligentes discípulos, sin duda así entraré mañana orgullosamente con la alegría de la gloria y del honor en la llanura de la resurrección'. Cuando hube presumido así de mi destino fue cuando el asno cometió la incongruencia de la que habéis sido testigos y por la cual ha querido decir: 'He aquí larespuesta que da un asno a semejante pretensión y a un pensamiento tan vano'. El fuego del arrepentimiento ha caído entonces sobre mi alma, han cambiado mis ideas y se ha derrumbado mi imaginaria posición"...

El árabe en Persia

Un árabe fue a Persia y se admiró de las costumbres que encontró allí. Este ignorante, cuando visitaba el país, pasó por azar delante de una casa de caridad. Había allí un puñado de gentes desordenadas que se habían jugado los dos mundos y que no decían palabra. Todos sin mujer, sin óbolo, pero con el corazón puro; todos exentos de mancha, a cual más. Cada uno de ellos tenía en la mano una botella de vino turbio que había tenido el cuidado de llenar antes de sentarse. 

La princesa y el derviche

Un rey tenía una hija, bella como la luna y a la que todos tenían simpatía y afecto. La pasión estaba continuamente alerta a causa de sus ojos medio cerrados por el sueño y por un dulce entusiasmo. Su rostro tenía la blancura del alcanfor y sus cabellos la negrura del almizcle. Los rubíes del agua más hermosa se secaban de celos ante el brillo de sus labios. Si manifestaba aunque fuera un poco de su belleza, la razón se entristecía al no poder apreciarla dignamente. Si el azúcar hubiera llegado a conocer el sabor de sus labios se habría coagulado o fundido de vergüenza. Por efecto del destino, un derviche, cuya vista recayó sobre esta brillante luna, se prendó de ella violentamente.

El árabe en Persia

Un árabe fue a Persia y se admiró de las costumbres que encontró allí. Este ignorante, cuando visitaba el país, pasó por azar delante de una casa de caridad. Había allí un puñado de gentes desordenadas que se habían jugado los dos mundos y que no decían palabra. Todos sin mujer, sin óbolo, pero con el corazón puro; todos exentos de mancha, a cual más.

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