Saadi Shirazi

Cuento de la herencia del padre

En Diyarbakir estaba yo invitado de un anciano que tenía muchas riquezas y un hijo

guapo. Una noche me contó que nada tenía en la vida excepto aquel muchacho; dijo: «Hay

un árbol en el valle que es lugar de peregrinación y a él se dirige la gente para pedirle

deseos. Largas noches lloré a los pies de aquel árbol rogándole a Dios hasta que me

concedió este hijo». Oí cómo el muchacho susurraba a sus amigos: «¿Por qué no averiguar

dónde está ese árbol para pedirle que se muera mi padre?». El señor, contento porque su

hijo es listo, y el hijo, contento porque su padre está decrépito...

El verdadero legado

Había dos príncipes en Egipto; uno adquirió ciencia y el otro amasó dineros. En resolución, uno llegó a ser el más sabio de su época, y el otro, faraón. El rico miró con desdén al sabio y le dijo: «Yo he llegado a ser faraón y he aquí que tú sigues en la indigencia». Le respondió: «¡Oh hermano! Yo he sido el más favorecido por la gracia de Dios, pues soy heredero del legado de los profetas, es decir, de la ciencia, y tú heredero del legado del faraón y Hamán, es decir, del reino de Egipto».

Introducción al Golestán

Alabado sea Dios, su gloria y su majestad, que

si le obedecemos, a él nos acercamos, y si

le mostramos gratitud vemos acrecentadas

nuestras bendiciones. Cada inspiración

prolonga la vida, cada espiración alegra el ánimo; así pues, en cada respiración hay dos

bendiciones, y por cada una de ellas hay que mostrar gratitud.

¿La lengua y la mano serán suficientes

para mostrarle la gratitud que merece?

¡Familia de David! ¡Dad gracias! ¡P

ocos de mis siervos son agradecidos!

Es mejor, si uno transgrede,

al Señor pida perdón.

Que nadie comportarse puede

según lo merece Dios.

La lluvia de su ilimitada gracia ha llegado

El hombre pobre (Cuento del Golestán)

Uno de mis amigos se quejaba diciéndome: «Tengo pocos recursos y mucha familia. No

puedo soportar la pesadumbre de la pobreza. Muchas veces he pensado en irme [solo] y

cambiar de lugar para que así, viva como viva, nadie se entere de mis penas ni de mis

alegrías:

 

Sin saberse, muchos a dormir se fueron

sin haberse llevado nada a la boca

y muchos tras agonizar murieron,

mas nadie se rasgó por ellos la ropa.

 

»He pensado en los reproches de los enemigos y en cómo se reirían de mí a mis espaldas,

viendo en los esfuerzos que hago por mi familia una falta de coraje, cómo dirían:

 

Mira a ése, es un irresponsable;

nunca verá el rostro de la felicidad,

pues él opta por la comodidad

y deja a su familia en estado miserable.

 

»Como sabes, tengo conocimientos de cálculo. Si tú pudieras usar tu posición y mediar a

fin de obtener para mí algún cargo, te estaría agradecido el resto de mis días». Dije:

«Hermano, trabajar para los reyes tiene dos facetas; esperar el sustento y temer por la vida,

y no es de sabios esperar lo primero para temer lo segundo»:

 

Nadie a la casa del pobre se presenta

para de sus impuestos pedirle cuentas;

o te conformas con la pobreza y sus inconvenientes

o dejas que de tu hígado los cuervos se alimenten.

 

Dijo: «Lo que acabas de decir no se ajusta a mí y además no has contestado a mi

proposición. ¿No has oído decir que al que traiciona le tiembla la mano al ajustar las

cuentas?».

Cuento 47

Vi una rosa fresca y primorosa  sobre una cúpula llena de matojos,  y dije: « ¿Qué hacen estos rastrojos

crecidos junto a una rosa?». «Calla —un matojo me dijo lloroso—,  que el compañero no olvida la

nobleza. Si no tengo color, perfume y belleza,  ¿no perteneceré pues a su edén frondoso?    

Del buen Dios soy yo servidor,  bajo su bondad desde antaño crezco,  y si tengo virtudes o de ellas

carezco,  es mi esperanza la gracia del Señor, Y aunque yo no tengo medios   y capital que ofrecer como

obediencia,  él sabe para su siervo el remedio aunque no tenga ninguna hacienda.

Es costumbre que los terratenientes  manumitan a sus esclavos viejos.»

¡Oh Señor, ornato del universo!...

Cuento 4

Un rey persa envió a un médico diestro al servicio de Muhammad, Dios le bendiga a él y a su familia. Permaneció un año en tierra árabe sin que nadie le hiciese ninguna consulta ni le pidiese curación ni remedio. Fue al profeta, sobre él sea la paz, y se quejó diciéndole que había sido enviado para curar a los señores y que nadie había acudido a él en todo ese tiempo para ser de alguna utilidad. El enviado de Dios, sobre él sea la paz, respondió: «Los miembros de este pueblo tienen la costumbre de no comer nada hasta que tienen hambre y dejar de comer cuando aún tienen un poco de hambre». El médico dijo: «Por eso están así de sanos». Besó el suelo y se marchó...

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