Cuento

El agua del Paraíso

Autor: 

Un beduino seco y miserable, que se llamaba Harith, vivía desde siempre en el desierto. Se desplazaba de un sitio a otro con su mujer Nafisa. Hierba seca para su camello, insectos, de vez en cuando un puñado de dátiles, un poco de leche: una vida dura y amenazada. Harith cazaba las ratas del desierto para apoderarse de su piel y hacía cuerdas con las fibras de las palmeras, que intentaba vender en las caravanas.

Sólo bebía el agua salobre que encontraba en los pozos enfangados.

La historia del rey que se enamoró de una doncella y la compró

Autor: 

Había una vez un rey que detentaba el poder temporal y el espiritual. Un día cabalgaba de caza con sus cortesanos. En el camino real, divisó a una doncella y quedó prendado de ella. Puesto que el pájaro, su alma, revoloteaba en la jaula, pagó dinero y compró a la muchacha. Cuando la hubo adquirido y conseguido su deseo, por destino divino ella enfermó...

La pulsera de tobillo

Autor: 

Se dice, entre lo que se dice, que en una ciudad había tres hermanas, hijas del mismo padre, pero no de la misma madre, que vivían juntas hilando lino para ganarse la vida. Y las tres eran como lunas; pero la más pequeña era la más hermosa y la más dulce y la más encantadora y la más diestra de manos, pues ella sola hilaba más que sus dos hermanas reunidas, y lo que hilaba estaba mejor y sin defecto por lo general. Lo cual daba envidia a sus dos hermanas, que no eran de la misma madre.

Picar para curar

Autor: 

Había una vez dos personajes en la ciudad de Bistam que se aborrecían mutuamente debido a una vieja rivalidad. Ambos, casualmente, querían estudiar los secretos del orígen y el destino del hombre con el renombrado sabio Alí Beg, cuyo domicilio estaba en un lugar lejano de Persia. Pero Alí, antes de verlos, escribió a otro sabio, Ibn Hamza, que vivía cerca de Bistam, y le pidió que hablase con ellos en su nombre. Pero ambos rehusaron visitar a Ibn Hamza.

El primer personaje dijo:

- Yo quiero la raíz, no la rama.

El segundo dijo:

- Ibn Hamza es un don nadie.

Entonces Ibn Hamza comenzó a esparcir rumores insultantes acerca de los dos postulantes a iluminados.

Pequeñas historias de Râbi’a.

“Un día la gente vio a Râbi’a corriendo apresurada con una antorcha en una mano y un cubo de agua en la otra; le preguntaron:

-Señora del Otro mundo, ¿a dónde vas? ¿Qué andas buscando?

Y ella contestó:

-Voy al cielo. Quiero prender fuego al Paraíso y apagar el fuego del Infierno. Así, Infierno y Paraíso desaparecerán y sólo quedará Aquel al que se busca. Entonces pensarán en Dios sin esperanza ni temor y, de este modo, Le adorarán verdaderamente. Pues, si no existiera la esperanza del Paraíso ni el temor al Infierno, ¿acaso no adorarían al Veraz? ¿No le obedecerían? ¿No le amarían a Él solo por Él solo?”

Historia de Abdula, el mendigo ciego (de “Las Mil y Una Noches”)

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El mendigo ciego que había jurado no recibir ninguna limosna que no estuviera acompañada de una bofetada, refirió al Califa su historia:
-Comendador de los Creyentes, he nacido en Bagdad. Con la herencia de mis padres y con mi trabajo, compré ochenta camellos que alquilaba a los mercaderes de las caravanas que se dirigían a las ciudades y a los confines de tu dilatado imperio.
Una tarde que volvía de Basora con mi recua vacía, me detuve para que pastaran los camellos; los vigilaba, sentado a la sombra de un árbol, ante una fuente, cuando llegó un derviche que iba a pie a Basora. Nos saludamos, sacamos nuestras provisiones y nos pusimos a comer fraternalmente. El derviche, mirando mis numerosos camellos, me dijo que no lejos de ahí, una montaña recelaba un tesoro tan infinito que aun después de cargar de joyas y de oro los ochenta camellos, no se notaría mengua en él ...

Historia de Abul Hussein

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Se cuenta -pero Allah es más sabio- que en la ciudad de Kaukabán, en el Yamán, había un beduino de la tribu de los Fazli, llamado Abul-Hossein, quien ya hacía largos años que abandonó la vida de los beduinos, y se había convertido en un ciudadano distinguido y en un mercader entre los mercaderes más opulentos. Y se casó por primera vez en la época de su juventud; pero Allah llamó a la esposa a Su misericordia al cabo de un año de matrimonio.

El árabe en Persia

Un árabe fue a Persia y se admiró de las costumbres que encontró allí. Este ignorante, cuando visitaba el país, pasó por azar delante de una casa de caridad. Había allí un puñado de gentes desordenadas que se habían jugado los dos mundos y que no decían palabra. Todos sin mujer, sin óbolo, pero con el corazón puro; todos exentos de mancha, a cual más. Cada uno de ellos tenía en la mano una botella de vino turbio que había tenido el cuidado de llenar antes de sentarse. 

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