Poesía Libre

Cuento del rey y el príncipe

Oí que un príncipe era bajo de estatura y de aspecto ruin, y sus hermanos altos y de

hermosa apariencia. En cierta ocasión su padre le echó una mirada de desprecio con la

que le daba a entender su desestima. El hijo, mostrando perspicacia e ingenio, dijo: «¡Oh

padre!, un bajo instruido es mejor que un alto inculto, y no todo aquel cuya estatura es

mayor tiene más alto valor. El cordero se come y el elefante no es jamás que un despojo».

 

Tur, de las montañas del mundo es la menor,

pero en dignidad, para Dios es la mayor.

¿Oíste lo que le dijo un sabio delgado

en cierta ocasión a un gordo iletrado?

«Es mejor un caballo árabe enfermizo

que tener lleno de burros el cobertizo.»...

Canción del amor

En el extremo de la Vía láctea

pasa llorando una estrella por el cementerio de los perdidos.

Y los niños hambrientos en los jardines de Belén

me llaman a mí y al Cristo

al susurro del florecimiento de los olivos

Yo, siendo un musulmán y rara posteridad de la luna

no me refrenaré de romper esta noche

llamad a los sin hogares del mundo

Yo vendré sobre las alas de los ángeles desnudos de la lírica del

ataúd

En el extremo de la Vía láctea

pasa llorando una estrella por el cementerio de los perdidos.

Y los niños hambrientos en los jardines de Belén

me llaman a mí y al Cristo

al susurro del florecimiento de los olivos

Yo, siendo un musulmán y rara posteridad de la luna

no me refrenaré de romper esta noche

llamad a los sin hogares del mundo

Yo vendré sobre las alas de los ángeles desnudos de la lírica del

ataúd

Sobre la alta paciencia de mi frente

hay una estrella, murmullando sobre un cementerio del mar

y una distancia perdida

cuyos recuerdos de su sonrisa

Cantaban los secretos de mil pechos sellados.

Anécdota sobre Yunaid

El imán de la religión, Yunaíd, ese profundo océano de sabiduría, mantenía una noche en Bagdad discursos tan excelentes, que los mismos cielos los escuchaban con diligencia.

Ahora bien, Yunaíd, este director espiritual, tenía como hijo a un joven hermoso como el sol. Ocurrió que le cortaron la cabeza, ¡deplorable cosa! y que le arrojaron con desprecio en medio de la reunión que presidía Yunaíd. Cuando el virtuoso personaje vio esta cabeza, no se quejó y, por el contrario, calmó la agitación de la asamblea. Después dijo: "Había puesto en el fuego esta noche el gran caldero de mi alma: él necesita del favor divino para que los secretos antiguos se manifiesten en él; pero no lo será ni más ni menos por lo que acaba de ocurrir".

Las carreras del dolor

Ponte en marcha, si aún es posible ir. 
Llévate la blancura de las paredes, el cobre de los potes y los silencios del paseo en las avenidas. Llévate los visitantes del aburrimiento, los deseos ciegos y el dinero artificial de las risas. Me he curado de mi tristeza y he enterrado sus cenizas en la grava.
La rechacé y la sepulté en las piedras. Curado de mi esperanza de curarme, la llevo en mí como una inflamación del cerebro o una hinchazón de los párpados. 
Me he curado de tu amor. Ahora puedo vivir.

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