Poesía Libre

De cómo el rey se dio cuenta de que los médicos no podían curar a la doncella y como volvió su rostro hacia Dios y soñó con un hombre santo

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Cuando el rey vio la impotencia de los galenos, corrió descalzo a la mezquita. Entró en ella y se dirigió al mihrab: la alfombra de oración se empapó con las lágrimas del monarca. Al volver en si del éxtasis (fana) abrió los labios en alabanza y loas, diciendo: «Oh, Tú cuyo menor don es el imperio del mundo, ¿qué puedo decir, puesto que Tú conoces lo que está oculto? Oh Tú en quien siempre, en la necesidad, nos refugiamos: nuevamente hemos extraviado el camino. Pero Tú has dicho: “Aunque conozco tu secreto, no obstante, decláralo sin dilación en tus actos externos”...

Cristo y el cántaro de agua

Jesús bebió el agua de un riachuelo límpido cuyo gusto era más agradable que el del agua de rosa. Por su parte, alguien llenó su cántaro de esta agua y se retiró. Jesús bebió entonces un trago del agua de este cántaro y continuó su camino; pero esta vez encontró amarga el agua y se paró asombrado. "Dios mío -dijo-, el agua del riachuelo y el agua del cántaro son iguales; descúbreme, pues, el misterio de esta diferencia de gusto. ¿Por qué el agua del cántaro es tan amarga y la otra más dulce que la miel?" El cántaro entonces dejó oír estas palabras a Jesús: "Yo soy un viejo -le dijo-. He sido trabajado mil vecesbajo el firmamento de las nueve cúpulas. Por más que me trabajaran aún de mil formas, siempre tendría en mí la amargura de la muerte. Esta existe en mí de tal forma que el agua que contengo no podría ser dulce".

¡Oh hombre despreocupado! penetra al fin el misterio de este cántaro y no te vuelvas en adelante cántaro por negligencia. Tú te has perdido a ti mismo, ¡oh tú que buscas el misterio! Intenta descubrirlo antes de que la vida te sea arrebatada; pues si estando vivo no lo encuentras por ti mismo, ¿cómo conocerás cuando mueras el secreto de tu existencia? Durante la vida, no puedes conocerte y, a tu muerte, no hay huella de tu existencia. Vivo, te has quedado detrás; muerto, te has perdido. Has

participado en la vida de los hombres y, sin embargo, verdaderamente no eres un hombre. Millares de velos cubren los ojos de este derviche: ¿cómo, pues, se encontrará a él mismo?

Las tablas del pecho de Hafez

La dulzura de unos ojos negros ha poseído mi mente.

Es un decreto celeste que ya nada cambiará.

Fue mi prístino designio esa rebelde locura, y no se me encomendó otro cometido.

Adondequiera que se dirija e! destino, ni aumenta ni disminuye.

¡Oh centinela!, por él. Suspiro de la flauta y del tambor, concédenos el perdón:

que las normas de ia íe no quebrantará esta historia.

El vino granate y e! refugio y el amigo de la amable escanciadora,

oh corazón, ¿mejorarán su estado un día, si no ahora?

El adversario no dio pie a la reconciliación y fue enojoso.

El suspiro de los que madrugan, ¿hacia el orbe no se orienta?

Amarle, amarle ocultamente: mi opción es esta...

El mendigo de la urbe

Brilló una estrella y en la luna de este círculo se mudó,

y fue afabilidad y compañía para nuestro desbocado corazón.

Mi amada, que no escribió línea

alguna ni fue al colegio,

por la agudeza de sus ojos se convirtió en maestra de maestros.

Por su olor, el transido corazón de los amantes, tal viento matutino,

se tornó ofrenda a los ojos del narciso y al rostro del junquillo.

Ahora en el puesto más alto me hace sentar el amigo:

el mendigo de ia urbe se convierte en cabeza de este círculo.

Desde hoy habitable será del rapto amoroso la morada,

pues su arquitecto es el arco de las cejas de mi amada.

Límpiame, por Dios, las gotas de vino de los labios,

puesto que a mi mente incitan a cometer mil pecados.

Tu gracia sirvió a ios mísdcos semejante vino

que tornó necia a la ciencia e insensible al juicio.

Cuento del sabio enamorado

Conocí a un sabio que se había enamorado de una persona y cuyo secreto había

traspasado la cortina de la intimidad. Padecía una gran desdicha. En cierta ocasión le dije

para confortarle: «Sé que el amor hacia esa persona tiene una razón y que no está

fundamentado sobre una futilidad; aun así, no es digno de un sabio señalarse a sí mismo

como acusado y exponerse al escarnio de los groseros». Respondió: «Oh amigo, deja de

llenar mis horas de reprimendas; muchas son las ocasiones en que he reflexionado sobre lo

que acabas de decir pero mostrarme paciente frente al escarnio me parece más sencillo que

no verle, pues los sabios han dicho: es más fácil ser perseverante que retirar la vista del

amante»...

El árabe en Persia

Un árabe fue a Persia y se admiró de las costumbres que encontró allí. Este ignorante, cuando visitaba el país, pasó por azar delante de una casa de caridad. Había allí un puñado de gentes desordenadas que se habían jugado los dos mundos y que no decían palabra. Todos sin mujer, sin óbolo, pero con el corazón puro; todos exentos de mancha, a cual más. Cada uno de ellos tenía en la mano una botella de vino turbio que había tenido el cuidado de llenar antes de sentarse. En cuanto el árabe vio a estas gentes, sintió inclinación hacia ellos y su espíritu y su corazón cayeron en el gran camino de su carrera. Cuando los pensionistas lo vieron así perdido de honor, de razón y de espíritu, le dijeron todos: " ¡Entra, oh hombre de nada!" Entró pues de grado o de fuerza. Esto fue así y esto es todo. Se volvió libertino como ellos. Habiéndose embriagado por el efecto de una sola copa de vino, se quedó como borracho y su masculino vigor se vio aniquilado. Tenía muchos objetos de valor, mucho oro y plata que uno de estos pensionistas le cogió al instante...

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