Poesía

La aventura sin fin

Bienvenido, oh pájaro de agüero y mensaje alegre,

di, ¿qué noticias traes, dónde está el amigo, cuál es el amado?

¡Oh Dios!, que acompañe a esta caravana la gracia inicial,

hizo caer en la trampa al enemigo y al amado puso de nuestro lado.

La aventura entre el amado y yo no tiene fin,

pues fin no tiene lo que no tiene principio.

La flor superó el límite del orgullo, en un suspiro muestra tu rostro.

El ciprés presume y se excede, por Dios camina donairoso.

Mientras el bucle del amado anuda como un cíngulo,

vete, maestro, que el hábito para nuestro cuerpo ya no es lícito.

El ave de mi espíritu, que en el árbol del séptimo cielo cantaba,

por el lunar de tu rostro al fin ha caído en la trampa.

Mis ojos enfermos no concilian el sueño.

Anécdota sobre un criminal

Un hombre culpable de muchas faltas se arrepintió de ellas amargamente y volvió al recto camino. Su alma concupiscente recuperó fuerzas otra vez; anuló su penitencia y se entregó a sus malas inclinaciones. Así dejó de nuevo la buena vía y cayó en toda clase de acciones criminales. Más tarde, el dolor le apretó el corazón y la vergüenza lo redujo al estado más penoso.

Cuando su única posesión fue la desesperación, quiso arrepentirse de nuevo; pero no tuvo la fuerza. Día y noche, como los granos de trigo en la sartén, tenía el corazón lleno de fuego y lágrimas de sangre en los ojos. Con el agua de sus lágrimas quitaba el polvo que había manchado su camino.

La discusión inútil

Un seminarista eminente se puso a debatir con un incrédulo. En resolución, aquél no pudo argumentarle, se rindió y se marchó. Alguien le dijo: «Tú, con toda tu erudición y saber no has podido con un incrédulo». Respondió: «Mi ciencia es el Corán, los hadices y las máximas de los santos, y él no cree ni ha creído en éstas. ¿De qué me sirve a mí oír sus blasfemias?».

A quien no puedas argüir con Corán y hadices,

su respuesta es que no respondas a lo que dice.

Meditación del poeta

Autor: 

Cuando la espada de los sesenta años se cierne sobre la cabeza de un hombre, no le trae vino, pues ya está borracho por sus años. La edad ha puesto en mi mano un bastón en lugar de una rienda; mis riquezas se han disipado, la fortuna me ha dejado. Soy como un soldado colocado en un claro en lo alto de una montaña: ve llegar un ejercito inmenso, pero no puede tirar de la rienda de su caballo para hacerle volver y huir ante sus enemigos, aunque las puntas de sus lanzas toquen las pestañas de sus ojos.

La anciana madre y la joven hija difunta

Una madre lloraba sobre la tumba de su hija. Uno que pasaba y la vio se dijo: "Esta mujer es verdaderamente superior a los hombres, pues ella sabe lo que nosotros no sabemos, es decir, lejos de quien se está alejado y perdido y como se vuelve uno así impaciente. ¡Feliz la persona que conoce el estado de las cosas y que sabe sobre quién debe llorar! En cuanto a mí, pobre afligido, mi situación es muy penosa.

Opinión de un shaikh a sus discípulos

El enamorado de Tus, este océano de los secretos espirituales, decía un día a uno de sus discípulos: "Fúndete sin cesar a causa del amor, hasta que seas tan delgado como un cabello. Cuando estés tan delgado como un cabello, te convendrá estar colocado en medio de los cabellos de tu amiga. En efecto, cualquiera que sea delgado como un cabello a su vista se volverá, sin duda, un cabello en su cabellera. Si tienes los ojos vueltos hacia la vía espiritual y eres clarividente, contempla también esta vía en detalle".

El que ha dejado el mundo para seguir esta vía encuentra la muerte y después de la muerte, la inmortalidad.

Tras el espejo

Muchas veces he dicho y de nuevo digo que yo,

de amor vencido, en esta senda no avanzo por mí mismo.

Tras el espejo, me han retenido en calidad de loro.

Lo que ha dicho que diga elprimer maestro digo.

Sea yo flor o bien sea una espina, hay un experto en verdor,

y broto por la mano que me cultiva.

No me riñáis, amigos, que estoy sin corazón, atónito.

Tengo una perla y busco un perito de clara vista.

Es falta unir el hábito de mil colores y el vino rojo,

pero no os enojéis, lavo con su color el de la hipocresía.

Otra es la causa de la risa y el llanto de los enamorados.

La poesía me ocupa por la noche, y el llanto, al despuntar el día.

Dijo Hafez: de la taberna no huelas ni la tierra del umbral.

Dile: no hagas reproches, que yo huelo a almizcle de Jotán.

 

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