Poesía Libre

EL MIEDO

 

 

El fuego se apagará en la chimenea,

La botella se vaciará,

El disco se parará,

Los invitados se marcharán,

Haremos juntos la cama

Y dormiremos juntos.

Te levantarás por la mañana,

Prepararás nuestro maravilloso café,

Los pájaros de tu apacible bosque cantarán en mi honor,

Me preguntarás: ¿te despiertas?

Temo que la muerte me sorprenda en mi sueño.

No, no me dormiré,

Velaré hasta la mañana amiga

Y observaré en tu rostro dormido

Los astros de nuestro mundo futuro.

ARDEN LAS PALABRAS

Autor: 

Poesía, inmortal cadáver, me aburres.

Líbano arde,

Brinca cual yegua herida al borde del desierto

Mientras yo busco a una chica robusta

Para rozarla en el autobús,

A un hombre de rasgos árabes

Para derribarlo en cualquier sitio.

Mi país se desploma,

Tiembla desnudo cual cachorro de león

Mientras yo busco un rincón retirado

Y a una aldeana desesperada para seducirla.

Diosa de la poesía

Que penetras en mi corazón cual cuchillo

Cuando pienso que compongo poemas

A una chica desconocida,

A un país mudo

Que come y duerme con cualquiera.

Puedo reírme hasta que la sangre

Fluya por mis labios.

Yo soy la flor letal,

El águila que golpea a su presa sin piedad.

Árabes,

Montañas de harina y placer,

Campos de balas ciegas,

¿queréis un poema sobre Palestina,

sobre conquista y sangre?

Yo soy un hombre extraño:

Tengo el pecho de lluvia

Y en mis ojos ausentes

Hay cuatro naciones heridas buscando su muerte.

Estaba hambriento,

Escuchando la triste música

Y dando vueltas en la cama cual gusano de seda

Cuando saltó la primera chispa.

Desierto: tú mientes.

¿Para quién es esta muerte púrpura

y la flor recogida bajo el puente?

¿Para quiénes son estas tumbas

inclinadas bajo las estrellas,

esta arena que nos das

cada año cual cárcel o poema?

Ayer regresó este héroe de labios delgados

Acompañado por el viento, los tristes cañones

Y su larga lanza brillando cual puñales desnudos.

Dadle un anciano o una prostituta,

Dadle estas estrellas y las arenas judías.

Allí

En medio de la frente

Donde cientos de palabras agonizan

Quiero la bala de gracia.

Hermanos,

He olvidado vuestros rasgos,

Aquellos seductores ojos.

¡Dios mío!

Cuatro continentes heridos en mi pecho.

Creía que conquistaría el mundo

Con mis ojos azules y mi mirada poética.

Líbano: mujer blanca bajo el agua,

Montañas de pechos y garras.

Grita, mudo,

Alza los brazos

Hasta que estallen las axilas

Y sígueme.

Yo soy el barco vacío,

El viento cubierto de campanas.

Sobre los rostros de las madres y los cautivos,

Sobre los versos y metros decadentes

Verteré fuentes de miel,

Escribiré sobre árboles o zapatos,

Rosas o muchachos.

Aléjate, desgracia,

Bello muchacho encorvado.

Mis dedos son largos cual agujas

Y mis ojos son dos héroes heridos.

Desde hoy no habrá versos.

Cuando te derriben, Líbano,

Y se acaben las noches de poesía y frivolidad

Dispararé la bala en mi garganta.

CIUDAD DEL ESPEJISMO

 

su tarde la quietud y las estrellas,

y su aurora una espera.

Los años se extienden ante nosotros: sangre y fuego,

les tiendo puentes

pero se vuelven un muro.

Y tú sigues en el abismo de tus profundos mares.

Me sumerjo sin tocarlos, me golpean las rocas,

descarnan las venas de mis manos, pido ayuda: "¡Wafiqa!

La criatura más cercana a mí eres tú, compañera

de los gusanos y las sombras".

Durante diez años he caminado hacia ti, amante que duermes

conmigo detrás de su muro, duermes en su mismo lecho,

y no tiene fin mi viaje

hacia ti, ¡ciudad del espejismo, destrucción de su vida!

Crucé Europa hacia Asia

mientras se ocultaba el día,

tú eres mi amante, ciudad alejada,

cerradas están sus puertas, tras ellas me detengo a escuchar.

ABRAHAM Y EL ANGEL DE LA MUERTE

 Cuando el amigo de Dios estuvo en la agonía, no entró sin pena su alma a Azrail: "Retírate -le dijo-, y dile al Rey del

universo que no exija el alma de su amigo". Pero Dios altísimo dijo: "Si eres mi amigo, debes desear venir a encontrarme.

Habría que arrancar con la espada la vida del que sintiera darla por su amigo". Una persona que estaba presente dijo: " ¡Oh

 

EL MENDIGO ENAMORADO DE AYAZ

 Un mendigo se enamoró de Ayaz y esta noticia se extendió por todos lados. Cuando Ayaz iba a caballo por el camino, este

desgraciado, que estaba informado de ello, acudía.

    Cuando Ayaz, perfumado de almizcle, venía a la plaza, este libertino espiritual sólo lo miraba a él, como el jugador de

mazo mira a la bola. Contaron el hecho a Mahmud, a saber, que este mendigo estaba enamorado de Ayaz.

    Al día siguiente, cuando Ayaz apareció, este libertino acudió también, más enamorado que nunca. Miraba el rostro de

Ayaz; se hubiera dicho que el mazo iba a coger la bola. El sultán lo miró a hurtadillas y vio cómo el alma de Ayaz era como el

grano de cebada y el rostro de este hombre como el cascabillo que lo rodea. Vio que este mendigo tenía la espalda encorvada

como el mazo, que la cabeza le giraba como la bola del mazo y que iba errante por todos lados de la plaza, como la misma

bola. Mahmud lo llamó y le dijo: "Miserable mendigo, ¿quieres, pues, beber en la misma copa que el rey?" -"Aunque me

llames mendigo -respondió el derviche- no obstante no soy inferior a ti en el juego del amor. El amor y la pobreza van juntos;

el capital del amor es no tenerlo. Tú eres soberano y tu corazón está luminoso; pero, para el amor, es necesario un corazón

calcinado como el mío. Tú sólo tienes del amor un elemento más vulgar y eso es todo; ten paciencia pues un instante en el

dolor de la ausencia. A pesar de la unión de la que gozas, sabe tener el pie firme en el dolor de la ausencia, si verdaderamente

estás enamorado."

    El rey respondió: " ¡Oh, tú que estás sin noticias de la existencia! ¿Por qué pues miras la bola del mazo?" -"Es -respondió

el mendigo-, porque esta bola está en movimiento como yo y yo como ella. Ella conoce mi valor y yo el suyo; ambos hemos

caído en el mismo extravío. Existimos sin cabeza ni pie. Ella me conoce y yo la conozco y ambos podemos hablar del dolor

que el mazo nos hace experimentar; pero la bola es más feliz que yo, pues el caballo la toca de vez en cuando con el pie.

 

Keigobad y su reino cien años (primera parte)

Autor: 

Keigobab se sentó en el trono de los Keianidas y colocó sobre su cabeza la corona adornada de joyas. Todos los grandes, como Zal y Garen, el guerrero, Keschvad, Jerrad y Berzin,el héroe, se congregaron y vertieron joyas sobre esa nueva corona. Después ellos dijeron : ¨¡Oh rey!, haz los preparativos para el combate contra los turcos. ¨Gobad escuchó lo que los grandes decían de Afrasiab y pasó revista a su ejército y, al día siguiente, sus valientes se pusieron en marcha. Un gran ruido se alzó de las tiendas del rey. Rostam revistió su armadura de guerra e hizo levantar el polvo como un elefante furioso. Los iraníes se formaron en filas y se ciñeron para derramar sangre. en uno delos francos estaba Mehrab, el señor de Kabul, del otro Kustehem, el valiente ; al centro estaba Garen, el guerrero, justo con el valiente Keshvad, el destructor de ejércitos Rostam, el Pahlevan, adelantaba al ejército y los grandes y valientes lo seguían. Después de ellos venían Zal y Keigobad. De un lado estaba el fuego, del otro, el huracán. ...

Rostam contra el dragón (segunda parte)

Autor: 

Rostam se durmió por tercera vez, después de haberse cubierto el pecho con la coraza de piel de tigre volvió a rugir el dragón. Tú hubieras dicho que su aliento vomitaba fuego. Esta vez Rajsh huyó a través de la pradera, ya que no se atrevió a cercase al Pahlevan. Su corazón estaba destrozado por esta asombrosa aventura. Tenía miedo de Rostam y del dragón. Pero su amor por Rostam no le dejó descanso. Corrió hacia su amo, rápido como el viento, relinchando, haciendo ruido, desgarrando la tierra y abriendo todos sus cascos. Rostam se despertó de su dulce sueño y se encolerizó contra el fogoso caballo; pero Dios todopoderoso quiso que esta vez la tierra no pudiera esconder al dragón. Rostam lo diviso a través de la oscuridad y, sacando su espada, reacciono como una nube de primavera y lleno la tierra del fuego del combate. Él le dijo al dragón : ¨Dime tu nombre, ya que, ahora en lo adelante, no recorrerás más estas tierras a tu agradado. Mi mano no debe arrancar tu alma de tu negro cuerpo sin que sepa tu nombre. ...

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