Poesía Libre

Qom back!

Las convergentes sendas

que ligaban nuestras  vidas

colapsaron por un acaso

en la quietud impávida

de un ocaso en aquella avenida.

 

Los ortodoxos incendios

de pasión café con leche

se volvieron tristes y magros

fuegos mestizos

disimulados

con la sábana de la guerrilla.

 

Y cabalgando el indiferente

y bizco jamelgo

de patas recauchutadas

Amina desertó de mí...

El sonido del paso del agua

 "Rezo cuando el viento

llama a la oración desde el minarete de los cipreses",

y por el más próximo: el hombre y él mismo:

"La vida es multiplicar la tierra

por los latidos de nuestro corazón".

Hombre y mundo son uno y uno es su destino, un destino natural:

"Nuestra misión no es averiguar el secreto de la rosa.

es, tal vez,

 

"Rezo cuando el viento

llama a la oración desde el minarete de los cipreses",

y por el más próximo: el hombre y él mismo:

"La vida es multiplicar la tierra

por los latidos de nuestro corazón".

Hombre y mundo son uno y uno es su destino, un destino natural:

"Nuestra misión no es averiguar el secreto de la rosa.

es, tal vez,

nadar en el hechizo de la rosa.

Levantemos nuestro campamento detrás del saber"

Abraham y el ángel de la muerte

Cuando el amigo de Dios estuvo en la agonía, no entró sin pena su alma a Azrail: "Retírate -le dijo-, y dile al Rey del universo que no exija el alma de su amigo". Pero Dios altísimo dijo: "Si eres mi amigo, debes desear venir a encontrarme. Habría que arrancar con la espada la vida del que sintiera darla por su amigo". Una persona que estaba presente dijo: "¡Oh Abraham, luz del mundo! ¿Por qué no quieres dar de buen grado tu vida por Azrail? ¿Cómo es posible que los amantes hayan jugado sus vidas en el camino del espiritualismo y que tú estés tan apegado a él?"

Adiós a los juegos de niños

Aquel bélico día

en que teníamos cinco años

nos divertíamos con el mundo

y sus montañas de turquesa

repletas de potros salvajes importados.

 

Nosotros al pie de esas montañas

jugábamos a las batallas

mientras las dinastías

construían castillos de barbarie.

 

Y vimos nubes de pólvora

embajadoras

de los cara de malos;

sus incoloros caballos

persiguieron a los nuestros

(potros salvajes importados)

y los ojos

se nos llenaron de escarcha:

perdieron el equilibrio...

Cuento de la herencia del padre

En Diyarbakir estaba yo invitado de un anciano que tenía muchas riquezas y un hijo

guapo. Una noche me contó que nada tenía en la vida excepto aquel muchacho; dijo: «Hay

un árbol en el valle que es lugar de peregrinación y a él se dirige la gente para pedirle

deseos. Largas noches lloré a los pies de aquel árbol rogándole a Dios hasta que me

concedió este hijo». Oí cómo el muchacho susurraba a sus amigos: «¿Por qué no averiguar

dónde está ese árbol para pedirle que se muera mi padre?». El señor, contento porque su

hijo es listo, y el hijo, contento porque su padre está decrépito...

La muerte de fénix

hay una flauta,

en la flauta que nos habita

un fuego

y en el fuego que encendemos

un Fénix verde.

En su elegía no he distinguido

mi ceniza de tu polvo.

 

Una nube de lilas basta para ocultarnos la

jaima del pescador.

Camina, pues, sobre las aguas como el Señor.

Ella me ha dicho:

El recuerdo que llevo de ti no está

desierto

y ya no hay enemigos para las rosas que

surgen de los escombros de tu casa.

 

Un anillo de agua rodeaba la elevada

montaña

y el Tiberíades era el patio trasero del primer

Paraíso.

Le dije: la imagen del universo se ha completado

en unos ojos verdes.

 

Ella me respondió: Oh, mi príncipe y mi cautivo,

guarda mis vinos en tus jarras.

 Los dos extraños que se han consumido en

nosotros son

esos que hace un instante han intentado

matarnos,

los que volverán a sus espadas dentro de poco,

los que nos preguntan: ¿Quiénes sois?...

Páginas