Uno de mis amigos se quejaba diciéndome: «Tengo pocos recursos y mucha familia. No
puedo soportar la pesadumbre de la pobreza. Muchas veces he pensado en irme [solo] y
cambiar de lugar para que así, viva como viva, nadie se entere de mis penas ni de mis
alegrías:
Sin saberse, muchos a dormir se fueron
sin haberse llevado nada a la boca
y muchos tras agonizar murieron,
mas nadie se rasgó por ellos la ropa.
»He pensado en los reproches de los enemigos y en cómo se reirían de mí a mis espaldas,
viendo en los esfuerzos que hago por mi familia una falta de coraje, cómo dirían:
Mira a ése, es un irresponsable;
nunca verá el rostro de la felicidad,
pues él opta por la comodidad
y deja a su familia en estado miserable.
»Como sabes, tengo conocimientos de cálculo. Si tú pudieras usar tu posición y mediar a
fin de obtener para mí algún cargo, te estaría agradecido el resto de mis días». Dije:
«Hermano, trabajar para los reyes tiene dos facetas; esperar el sustento y temer por la vida,
y no es de sabios esperar lo primero para temer lo segundo»:
Nadie a la casa del pobre se presenta
para de sus impuestos pedirle cuentas;
o te conformas con la pobreza y sus inconvenientes
o dejas que de tu hígado los cuervos se alimenten.
Dijo: «Lo que acabas de decir no se ajusta a mí y además no has contestado a mi
proposición. ¿No has oído decir que al que traiciona le tiembla la mano al ajustar las
cuentas?».