Cuento del moribundo persa
Encontrábame en la aljama de Damasco platicando con un grupo de sabios cuando un
joven entró por la puerta y dijo: «¿Hay alguien aquí que sepa persa?». Me señalaron y yo
le dije: «Que sea para bien». Dijo: «Hay un anciano de ciento cincuenta años agonizando
que dice algo en persa que nosotros no entendemos; si tienes la gentileza de tomarte la
molestia de venir, serás recompensado». Cuando llegué a la cabecera de su lecho, estaba
diciendo:
Dejadme satisfacer mis deseos un instante,
qué pena que se me corta ahora el aliento,
qué pena que en la vida, de su variado alimento
comimos sólo un poco y dijeron: ya es bastante.
Traduje al árabe para los sirios lo que estaba diciendo y se maravillaron de que pese a su
larga vida lamentase tener que abandonar el mundo. Le dije al anciano: «¿Cómo te
sientes?». Respondió: «¿Qué quieres que diga?»...